jueves, 29 de julio de 2010

NOS QUEDA LA PALABRA

“Si he sufrido la sed, el hambre, todo
lo que era mío y resultó ser nada,
si he segado las sombras en silencio,
me queda la palabra.”
Blas de Otero

Pensaba escribir sobre el secuestro del #jefeDiego y la aparición de una nueva fotografía suya en cautiverio, acompañada de una carta (supuestamente de su puño y letra) y un comunicado de los secuestradores y el debate periodístico suscitado en torno a esto, pero no puedo, ni quiero, ni debo hacerlo.

Aun a pesar del peso de este asunto y sus implicaciones en la agenda nacional dejo el tema pendiente. Que, por lo pronto, los poderosos se ocupen o no se ocupen, si les viene en gana, de ellos mismos. Indignante resulta de por sí que se discuta si son 30 o 50 millones de dólares la cifra que exigen los secuestradores por el rescate del ex dirigente panista.

Qué políticos tan cínicos y corruptos los nuestros que, gracias al poder que en las urnas reciben o en los pasillos del palacio tranzan y negocian, se hacen tan inmensamente ricos. Qué tragedia la de esta patria desgarrada que se han repartido como botín esos que, supuestamente, deberían servirla.

Allá ellos, por hoy, y sus corruptelas y tragedias, que también lo son, en este espacio al menos.

Debo y quiero hablar aquí de quienes no tienen más defensa que su propia pluma, su libreta de notas o su cámara, de los reporteros que, en distintos puntos del país, en un ejercicio de enorme dignidad y valentía arriesgan la vida y “abren los labios para ver” y contarnos -le agrego a Blas de Otero- “el rostro duro y terrible de la patria”.

Ante la creciente ola de violencia criminal que, incontenible, avanza y amenaza cubrir todo el territorio nacional nos queda o nos quedaba la palabra y hasta esa herramienta primordial, “si abrí los labios hasta desgarrármelos” dice el poeta español, hemos comenzado a perder.

¿Y si nos quitan la palabra qué nos queda? Porque es eso lo que el crimen organizado pretende, o pretendía al menos en una primera etapa, al asesinar y secuestrar periodistas. Sellar esos labios que dan testimonio de lo que en este país sucede o peor todavía volverse ellos mismos, los sicarios, los capos, los asesinos interpretes únicos de esa realidad.

Porque el crimen necesita de ese silencio, el de la prensa crítica, objetiva, de esa para la que no hay más mandato que el de los hechos, para seguir operando impunemente. Porque el terror se expande cuando la palabra, la crónica, la historia puntual de los hechos no lo desnuda y exorciza.

Para garantizar ese silencio el narco que, en primera instancia y apegado a la norma de “plata o plomo”, simplemente se dedicó a comprar o matar reporteros ahora ha dado –y como respuesta al exceso propagandístico del gobierno y a errores editoriales trágicos (la foto de portada de la revista Proceso que muestra a Julio Scherer abrazado por el Mayo Zambada por ejemplo)- un salto cualitativo en su estrategia comunicacional.

Descubrió el narco el poder de la palabra y de la imagen televisiva y con ellas también quiere quedarse, sobre ellas también, a punta de fusil, quiere regir.

Del crimen ejemplar (los decapitados, los colgados) que hace del cadáver mutilado el mensaje, a la narco manta y el video de interrogatorios y ejecuciones en youtube el narco pasa ahora a querer establecer, mediante la extorsión y la amenaza, la política informativa de medios impresos y canales de TV.

Alcanza ahora el narco, secuestrando reporteros locales, aquellos que tiene al alcance de su mano y a corresponsales enviados desde las capitales, los centros neurálgicos de decisión de la prensa nacional y ante esto ¿qué nos queda?

No puede ni debe el gobierno mantenerse al margen de este dilema. Menos todavía instrumentar esta tragedia –que lo es y de enorme magnitud- para moderar la crítica periodística o incluso “vender seguridad” a medios y periodistas a cambio de su incondicionalidad; una prensa sumisa ante el poder es tan perniciosa como una prensa callada por el crimen organizado.

Tampoco preservar la palabra es asunto exclusivo de funcionarios, periodistas y dueños de medios. Toca a la sociedad movilizarse para crear una especie de escudo en torno a los que tienen el deber y la responsabilidad de informarla sobre lo que sucede.

La tarea no es fácil. ¿Cómo enfrentarse a asesinos despiadados que tienen, además, control territorial, base social, vasos comunicantes con los cuerpos policíacos? Urge un debate nacional y urge sobre todo exigir la libertad de los reporteros secuestrados y la seguridad para aquellos que continúan reporteando en el terreno, más ahora que la noticia de la muerte de Ignacio Coronel puede hacerles correr, a nuestros compañeros, riesgos más graves todavía.

Nos queda la palabra. Hagamos uso de ella: #losqueremosvivos.


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jueves, 22 de julio de 2010

EL OTRO ROSTRO DE CALDERÓN

Vicente Fox utilizó la estupidez como coartada. Enmascaró con gazapos y tonterías, festinadas por la prensa y sobre todo la TV que lo convirtió en el bufón que México esperaba, trampas y corruptelas que fueron después diligentemente tapadas por su partido y su sucesor y al final, metiendo ilegalmente las manos en el proceso electoral del 2000, consumó una de las más trágicas traiciones de la historia reciente de México.

No traicionó Fox, como otros caudillos del folclore político nacional, ni a su partido ni a sus correligionarios, ni siquiera a su ideología. Al contrario, luego de soltar como lastre algunos tontos útiles y compañeros de viaje, se mantuvo idéntico a sí mismo –conservador a ultranza, dogmático y autoritario como buen hacendado- desde el arranque de su larga campaña hasta el final de su mandato.

Traicionó, eso sí, a millones de mexicanos que, con sus votos, depositaron en él la esperanza de una transición efectiva a la democracia; que esperaron que, con él, caerían los peces gordos y se daría el tiro de gracia al antiguo régimen, a ese que por más de 70 años hundió al país en la corrupción, la impunidad y la injusticia.

Antes que eso Fox –incumpliendo la promesa por la que llegó a la presidencia- hizo de inmediato suyos los usos y costumbres del régimen autoritario, abrió las puertas de la restauración a un PRI legitimado por la alternancia y al que mantuvo, impune e intacto aun a pesar del PEMEXGATE, a cargo de la hacienda pública y de las instituciones clave del Estado.

Engañó Vicente Fox, sabedor de la extraña predilección del mexicano por los antihéroes ridículos, a muchos. Otros, simplemente, lo subestimaron considerándolo un “ranchero folclórico”, un tonto de solemnidad y fueron arrasados por una derecha que, desde su triunfo, se ha venido consolidando bajo distintas banderas; la del PAN siempre que puede, la del PRI cuando le conviene y hasta la del PRD cuando hace falta.

Trabajó Fox para la pantalla de la TV privada ante la cual abdicó del poder recibido de los ciudadanos en las urnas y de la mano de esa misma pantalla de la TV, su instrumento primordial de gobierno, del poder del dinero y de la iglesia, maniobró para colocar en la silla, “haiga sido como haiga sido” a Felipe Calderón Hinojosa un hombre que, en función de la deuda con él contraída y la ilegitimidad misma de su mandato, estaba obligado a cubrirle las espaldas y era garantía, por su misma vocación autoritaria, de continuidad de la línea de intolerancia ante los cambios sociales y sumisión ante los barones del dinero.

De su tristemente célebre “mecha corta” Felipe Calderón ha transitado, por el ejercicio del poder y el hecho de verse reflejado todos los días y a todas horas en el espejo de la TV, a una condición de gobernante irascible e intolerante que, además, desde el proceso electoral y la guerra sucia en el desatada contra “el peligro para México”, se siente llamado a encabezar una santa cruzada.

Bien le ha sentado en estas condiciones a Calderón la “guerra contra el narco”. Necesitaba un conflicto para ejercer de general. Mudar de un peligro a otro era preciso y urgente y Vicente Fox, que cedió al crimen organizado enormes porciones del territorio nacional, le facilitó la tarea.

Sin mediar entonces reflexión alguna sobre los alcances de una decisión de esa naturaleza se vistió de verde olivo y lanzó masivamente al ejército a las calles, lo que de inmediato determinó su ineficiencia y –con afanes propagandísticos y de legitimación tardía- transformó la necesaria lucha contra la inseguridad en una guerra terriblemente cruenta y sin perspectivas de victoria.

Desde esa posición de “iluminado” Felipe Calderón criminaliza sin mediar averiguación policiaca o resolución judicial alguna a las victimas de “su guerra”; todos los muertos son sicarios y narcos, estigmatiza a los deudos que se atreven a reclamarle sus calumnias y descalifica a quien osa criticar su estrategia. Es el suyo el llamado típico del dirigente faccioso que convoca a la unidad nacional y promueve el linchamiento de quien no quiere formar parte de sus incondicionales.

Y como a Vicente Fox muchos cometen el error de subestimarlo. Gobernante fallido de un Estado fallido le dicen y lo creen inocuo para el país y su futuro mientras Felipe Calderón, escudado en esa subestimación, continúa asestando, a la ya de por sí muy malherida democracia mexicana, golpe tras golpe sin rendir cuentas ante nadie y enmascarando sus acciones con un bombardeo inclemente de spots y campañas propagandísticas pagadas, claro, con el dinero de los contribuyentes.

A Vicente Fox y a Felipe Calderón, para desgracia nuestra, la sumisión ante el poder del dinero y la adicción a la propaganda los hermana, la indiferencia ante el sufrimiento de decenas de miles los une, la soberbia, el autoritarismo apenas disfrazado los identifica. Es el otro rostro de Calderón el mismo de Fox; el de esa derecha confesional que quiere llevarnos al pasado y que tiende la mano al PRI en su regreso.


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jueves, 8 de julio de 2010

DE ALIANZAS Y TONTOS ÚTILES

Siento no poder compartir la euforia de aquellos que celebran la victoria de las alianzas opositoras en Oaxaca, Puebla y Sinaloa y que convenientemente olvidan la derrota en Zacatecas y el tristísimo papel jugado en otras entidades.

Que los delfines de Ulises Ruiz y Mario Marín, figuras impresentables y sumamente debilitadas del PRI, no se hayan alzado con la victoria es lo único que celebro. Que para que eso pasara terminara un partido de “izquierda” sirviendo como “tonto útil” al PAN me parece trágico para el país.

Se ha consumado, con el concurso de quienes deberían estar al servicio de las mayorías empobrecidas y representar una esperanza real de transformación, una compleja operación de alquimia política que, permite suponer, que la disputa del 2012 –si no se produce una reconstrucción urgente y exitosa del proyecto de la izquierda electoral- habrá de librarse entre dos fracciones de una misma corriente política.

De pronto el turbio pasado del PAN y de Felipe Calderón se disuelve al grado que puede apropiarse de las consignas que fueron expresión de ese profundo agravio sufrido en el 2006, el año del “haiga sido como haiga sido”, por la incipiente y desde entonces malherida democracia mexicana.

De pronto también se olvida que Calderón ha gobernado y gobierna de la mano del PRI y de la maestra Elba Esther Gordillo; que son los suyos los mismos usos y costumbres del viejo régimen.

Dan la alianza y sus victorias electorales aire a un hombre y a un proyecto de vocación autoritaria y le permiten trabajar para mantenerse en el poder a pesar de los desastrosos y terribles resultados de su gestión.

El argumento de que lo importante es sacar al PRI de los palacios de gobierno para acabar con el cacicazgo en esos estados me parece francamente insuficiente y me remite al discurso de Muñóz Ledo, Jorge Castañeda y otros apóstoles del voto útil en el 2000.

Si entonces, a partir del supuesto de que Cuauhtémoc Cárdenas no tenía posibilidad alguna de ganar, la promoción del “voto útil” representó un duro golpe para el PRD hoy, al aliarse con el PAN, terminan sus dirigentes de cavar la sepultura de un partido que, alguna vez, tuvo posibilidades reales de alcanzar la presidencia de la república y que tendría que trabajar, para no dar la espalda a sus principios, para no traicionar su historia de lucha, en encontrar la forma de acercarse de nuevo a la gente.

Por un puñado de votos y por el puñado de pesos de las prerrogativas, con una muy improbable participación en el gobierno de las entidades conquistadas y una muy desfavorable correlación de fuerzas, la dirigencia del PRD ha pensado, otra vez, más en la sobrevivencia del aparato partidario que en el bienestar de los ciudadanos.

¿De qué sirvió sacar al PRI de Los Pinos si Vicente Fox y el PAN le abrieron de inmediato, aprovechando la credulidad y buena voluntad de los votantes, la puerta trasera de la casa presidencial?

¿De qué sirvieron esos votos si el hombre que los recibió traicionó el mandato democrático y entregó al PRI la hacienda pública, la seguridad del estado y otras instituciones estratégicas estableciendo, de hecho, el cogobierno PRI-PAN que aun sufrimos con Felipe Calderón Hinojosa?

Se ha metido, la dirigencia del PRD, en los pleitos internos de quienes comparten el poder pensando quizás sacar raja de los mismos y con la coartada de que harán valer su proyecto e inclinaran la balanza a favor de la democracia.

En el 2000 –y con casi las mismas palabras con que se expresan ahora los defensores de la política de alianzas- los promotores del voto útil hablaban de la necesidad de conceder a Fox el beneficio de la duda.

Confiaban en su capacidad de redirigir el proyecto político del de Guanajuato y, ya en corto, hablan de sus evidentes limitaciones y de la posibilidad de “manipularlo” y ponerlo al servicio de los intereses populares.

Lo importante, insistían, igual que ahora, era sacar al PRI de Los Pinos. Después, también ahora lo dicen, ya se vería qué hacer. Lo cierto es que muy pronto Vicente Fox mostró el cobre y también por cierto aquellos que desde la izquierda lo apoyaron.

Ni pudieron redirigir el proyecto político, ni ejercieron influencia alguna sobre Fox. Terminaron todos o marginados por Fox como Munóz Ledo o Rincón Gallardo o bien cooptados por el aparato al que terminaron sirviendo hasta la ignominia.

Pudo más Vicente Fox, el de las tepocatas y víboras prietas, el hombre que se presentaba y presenta aun como un juglar de poca monta que los connotados intelectuales y avezados políticos que se sentían capaces de, para usar el argot político, tripularlo y utilizarlo como su “tonto útil”.

Si no fue fácil ni posible manejar al PAN que competía por la presidencia; menos lo será ahora que gobierna y tiene en sus manos –y ha demostrado su falta total de escrúpulos para usarlos a su antojo- los hilos del control de las arcas y los recursos del estado.

Triste resultará que los promotores de las alianzas cierren el paso a Peña Nieto –haciéndole el trabajo sucio al PAN- sólo para instalar en Los Pinos, con el apoyo de los nuevos alfiles estatales, al delfín de Felipe Calderón.

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jueves, 1 de julio de 2010

BALAS Y VOTOS

A sangre y fuego irrumpió el crimen organizado en el proceso electoral que culmina este próximo domingo. Aunque actuó, ejecutando al candidato priista a gobernador y a parte de su equipo de campaña, en Tamaulipas, estado de la República que tiene prácticamente bajo su control, las consecuencias de ese atentado habrán de sentirse, de alguna forma, en todos y cada una de las 14 entidades donde se celebran comicios.

Hace valer así el narco su poder de veto, con balas y no votos, sobre la precaria e incipiente democracia mexicana y es este, me temo, el asesinato de Rodolfo Torre Cantú, sólo el principio.

A los atentados contra jefes estatales y municipales de seguridad pública y policía; a los asesinatos de alcaldes y otros funcionarios menores se suma ahora esta nueva acción criminal sobre un objetivo político de importancia estratégica.

Escala así el narco la violencia y al tiempo que sus balas alcanzan, por primera vez, a la élite política mandan, con ellas, un mensaje muy claro a los votantes de zonas cada vez más amplias del país donde operan con casi total impunidad; salir a votar, dicen a los ciudadanos indefensos y ya desde antes atemorizados, puede costarte la vida.

Así como aprendieron los narcos mexicanos el arte de la decapitación y la tortura mediática gracias a los videos subidos a youtube por los fundamentalistas islámicos aplican ahora las enseñanzas del capo colombiano Pablo Escobar Gaviria.

Asesinó Escobar, además de ministros de gobierno y jueces, a tres candidatos presidenciales. Impuso así su agenda al gobierno y lo obligó –utilizando también explosivos, “la bomba atómica del pueblo” le decía el capo colombiano a la dinamita, en edificios oficiales y sitios públicos- a sentarse a negociar con él.

¿Qué quieren los narcos mexicanos? ¿Cuál es su agenda? ¿Alguien en el estado mexicano la conoce? ¿Han hecho a algún funcionario civil o militar demandas concretas que aun no conocemos? ¿Qué pretenden con atentados como el de Torre Cantú? ¿Buscan algun tipo de negociación? ¿Podría estar conectado con este atentado el secuestro de Diego Fernandez de Cevallos? ¿Preparan otras acciones contra miembros de la clase politica?

Hay evidentemente, al menos en las de algunos de los grupos más poderosos del crimen organizado, un diseño político en sus acciones que antes no parecía propio de su naturaleza meramente criminal y que sugiere la existencia de un cuerpo de doctrina y una concepción estratégica dentro de ellos.

De esto hablan el objetivo seleccionado y el sentido de oportunidad con el que actuaron.

Para sembrar pánico y caos, cuestionar la eficacia de las autoridades civiles y militares (algo que ya han conseguido de sobra) y eliminar a sus competidores no necesitan atacar los capos a miembros de la elite política y sobrecalentar, por la necesaria e inmediata reacción gubernamental, la plaza.

No se trata pues de la acción meramente delincuencial, del ajuste de cuentas, de la venganza y los crímenes ejemplares típicos de la narco violencia tantas veces debida a los arranques de cólera y a la crueldad proverbial de sus capos o a intereses meramente comerciales. Hay frialdad y lógica en este golpe.

Podían haber golpeado antes; el control territorial, la capacidad de maniobra, el poder de fuego, la base social y el acceso a la información privilegiada necesaria para operar con la que cuentan se los hubiera permitido.

Esperaron, sin embargo, al momento final de las campañas para que el impacto del crimen estuviera presente y vivo en el ánimo de los votantes y para –creo que este es un objetivo secundario- reducir el margen de acción de la clase política.

También podían haber matado al candidato del PAN y no lo hicieron. Al tiempo que eliminaron al seguro vencedor de la contienda terminaron de sembrar la discordia entre el PRI y el PAN; sacudieron de raíz el cogobierno virtual entre estos dos partidos que, por el escándalo de las alianzas y luego por el de las grabaciones, ya estaba fracturado.

Así como los estrategas militares consideran los efectos sicológicos de sus golpes, los narcos, al golpear al PRI en el marco del ya por sí enrarecido marco de la campaña electoral, apuestan también a consumar el desprestigio de los partidos.

Siembran en la opinión pública, tan afecta al “sospechosismo”, la percepción de que pudo haberse tratado de un truco sucio más del poder y que –como el propio Gobernador de Tamaulipas lo sugiere- se trata de un crimen político; es decir, de un crimen ejecutado por políticos que usan al narco como coartada.

La guerra no declarada que hace dos años libra Felipe Calderón y que ha puesto sobre las armas a más de la mitad de las fuerzas armadas no parece haberlos colocado en la posición de desventaja estratégica y desesperación a la que aluden los informes oficiales. Al contrario.

Se atreven hoy los narcos a desafiar directamente al gobierno que es el que, a juzgar por su respuesta, por la vacuidad del discurso e incluso por el testimonio gráfico del gabinete de Seguridad Nacional acompañando al presidente, es presa del derrotismo y la desesperación.

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