jueves, 26 de abril de 2012

¿UN PELIGRO PARA MÉXICO?

El miedo puede ser una arma letal. Más cuando el que, desde el poder lo promueve, logra que quien lo sufre descubra también su otra cara: El odio. El miedo despierta los más oscuros instintos; extingue las ansias de libertad; aniquila al individuo y lo transforma en masa. El miedo nos quita lo humano; hipoteca nuestro futuro; amenaza las posibilidades de convivencia pacífica. El miedo es la herramienta que el poder autoritario utiliza para someternos; miedo a la diferencia, al diferente, al cambio. Aun si se sabe que ese cambio, que esa transformación profunda es impostergable. Que de eso depende nuestra viabilidad como nación. El miedo nos impulsa pues al suicidio como sociedad, como personas. En 2006 fue el miedo, propagado desde el poder, el que detuvo en su camino a la presidencia a AMLO. El que cortó de tajo la transición a la democracia. El miedo y la intromisión ilegal de Vicente Fox en el proceso electoral. El miedo y las maniobras fraudulentas de Felipe Calderón y Elba Esther Gordillo. Y el miedo y la complicidad del PRI que se quedó con parte del botín y utilizó a Calderón, sólo para intentar, ya legitimado, un nuevo asalto al poder. El miedo y la intromisión también ilegal de la iglesia y los barones del dinero. El miedo y la TV empeñada en deformar la imagen de un hombre y un proyecto hasta convertirlo, a los ojos de muchos, en “un peligro para México”. Una TV que, escrupulosa, hasta el servilismo, con el manejo de los otros candidatos, de quienes cuidaba hasta el más nimio detalle de imagen, se esmeraba en presenta a López Obrador mal fotografiado, peor iluminado. Una TV consciente de su poder; del efecto que la gesticulación y el tono de un discurso de mitin en plaza pública tiene cuando se le lleva, en “close up”, a la pantalla chica. Una TV que lo miraba con lupa –como no se atrevía a mirar a los otros candidatos- y expurgaba sus discursos a la búsqueda de posibles gazapos; articulando, a punta de montaje, un discurso exaltado y radical. Una TV que ignoraba, sistemáticamente, las propuestas de AMLO cuando estas se expresaban de otra manera; con la altura y la serenidad de estadista que son también uno de sus rasgos más característicos. El miedo, cultivado por la propaganda, sembrado en la pantalla fue, finalmente, el que hizo a importantes sectores de la población aceptar como buenos los resultados de una elección que, por principio, debió haber sido revisada a fondo. Una elección en la que, habida cuenta de las irregularidades y el escaso margen de diferencia entre uno y otro candidato, debió haberse contado voto por voto, casilla por casilla. Eso era lo indicado, lo saludable, lo justo, lo razonable. Por miedo las autoridades electorales no actuaron con honestidad. Por miedo el tribunal legitimó el fraude. Por miedo –y también por conveniencia- los medios electrónicos, los grandes opinadores de la radio, la prensa y la TV nos quisieron hacer comulgar con ruedas de molino. Ese miedo, hoy potenciado por la guerra de Felipe Calderón que se valió de él para sentarse en la silla y armado con él pretende influir en la elección de su sucesor, aun subsiste. Todavía hay gente que, al mirar el ascenso de AMLO y descubrir que, más allá de lo que digan las encuestas, este vuelve a tener posibilidades reales de alzarse con la victoria el 1° de julio, sigue teniéndole miedo. Todavía hay gente que habla de su conexión y similitudes con Chávez; esa patraña inventada por los publicistas del PAN y Calderón. Se olvidan de su exitosa y pacifica gestión como jefe de gobierno. De la ausencia en la misma de esas “medidas radicales” que tanto dicen temer. Se olvidan de la manera en que operó de la mano con la iniciativa privada. De sus batallas por los más pobres, de los más vulnerables siempre libradas en el marco de la legalidad. Se olvidan también de cómo, en el marco institucional, enfrentó la intentona de golpe de estado del desafuero, se retiró del cargo y luego volvió a el sin instigar, ya en palacio y con enorme respaldo popular, al linchamiento de Vicente Fox, sin promover el odio. Todavía hay gente que lo considera, por otro lado, un “lobo con piel de cordero”. Gente que habla del plantón de Reforma pero no reconoce que AMLO, quien tenía fuerza y razón para incendiar el país, hizo una contribución histórica a la paz social al encauzar, hacia la protesta civil, el enorme descontento popular. Se olvidan esos que lo consideran un agitador de su apego irrestricto a la legalidad. De cómo, armado sólo de su palabra, recorrió el país durante 6 años sin llamar a la insurrección, sin convocar jamás al uso de la violencia. Aferrados a recuerdos implantados olvidan, esos que aun le tienen miedo a AMLO, que el verdadero peligro para México resultó ser Felipe Calderón quien hoy entrega un país ensangrentado y empobrecido. Y olvidan también que el otro gran peligro para México es la insensatez de volver al pasado; de entregar el poder a quienes por décadas nos han saqueado. Puede AMLO llegar a la presidencia. Por eso habrán de activarse de nuevo los mecanismos para infundir el miedo en la población. ¿Caeremos otra vez en el engaño? Yo no. No caí en el 2006. No caeré ahora en la trampa. No dejaré que otros piensen por mí. ¿Y usted? www.twitter.com/epigmenioibarra

FRENTE AL PODER DEL DINERO

Tengo 60 años. Viví gran parte de ellos soportando, como millones de mexicanos, el peso de un régimen autoritario. A pesar de que mi candidato perdió en las elecciones presidenciales del año 2000 celebré al creerme liberado de ese peso. Muy pronto me supe traicionado. La alternancia no fue más que una ilusión óptica. Vicente Fox, ayudado por aquellos que promovieron el voto útil, sólo llegó a Los Pinos para cogobernar con aquellos que durante tantas décadas habían sometido y saqueado a México. Las libertades de las que hoy gozamos, y que deben ser defendidas y sobre todo ampliadas, están en peligro. El regreso del PRI al poder; la restauración del antiguo régimen parece, si nos atenemos a lo que las encuestas dicen, una realidad inminente. Trágico sería que, cuando en todo el continente se respiran aires de libertad y de progreso, nosotros volviéramos al pasado y refrendáramos, con nuestros votos, un modelo político económico que ha mantenido a nuestro país hundido en la miseria. Porque miserable es un país que lleva más de 20 años sin crecer y miserable es un país con tantas decenas de millones de habitantes sobreviviendo apenas en medio de la más espantosa pobreza. La democracia, como la razón y parafraseando a Goya, también engendra monstruos. Más si los medios y en especial la TV contribuyen tan activamente en la tarea. Sólo eso explica que tantos crean que lo mejor para México es retornar al pasado. Ante la ineficiencia criminal del gobierno de Felipe Calderón. Luego de las traiciones sucesivas de Vicente Fox hay mucha gente que con sinceridad brutal confiesa: “prefiero a los corruptos que a los pendejos”. Creen, muchos de esos ciudadanos que hoy se pronuncian por Peña Nieto y el PRI, que éste sí tiene capacidad para manejar el caos que los panistas dejan. Están convencidos, por otro lado, que, conociendo a los capos del crimen organizado, que bajo su sombra crecieron, pueden los priistas, traer la paz a México. Se equivocan en ambos casos. El caos en que vivimos sólo puede superarse emprendiendo la tarea de transformación profunda de México. El país no aguanta más el mismo modelo económico; la misma manera de gobernar. Tampoco a la paz se llega por la vía de la corrupción y la impunidad. Al contrario. Gracias al imperio de estos dos males estructurales, componentes esenciales del régimen autoritario, es que el crimen organizado creció y llegó a hacerse de una parte importante del país. No puede Peña Nieto ofrecer, en materia económica y en asuntos de seguridad, más que lo mismo que hasta ahora hemos sufrido. Podrán los priistas mostrar nueva cara pero siguen teniendo las mismas mañas. El progreso y la paz con justicia no llegarán de la mano de aquellos que tantos años han hecho del gobierno sólo un negocio más y han traspasado los límites entre política y delito. Paradójico resulta que esos que tantas veces burlaron la voluntad ciudadana, los operadores de tantos fraudes electorales, regresen hoy al poder legitimados además por el voto “libre” de millones de mexicanos. Lo cierto, sin embargo, es que se están burlando, de nuevo y gracias al poder del dinero, de esa libertad en la que el ciudadano de una democracia que se respete ha de emitir su voto. Está en marcha una operación gigantesca de manipulación del electorado: inundar el país de propaganda, como lo han hecho, sólo es posible rebasando, con creces, los limites legales de gasto de campaña. Contra el poder del dinero, la indiferencia de la autoridad electoral y la capacidad de manipulación de los priistas parece, a un poco más de dos meses de la elección, que hay poco por hacer. La escandalosa omnipresencia mediática de un candidato, Enrique Peña Nieto, cuyo poder de convencimiento descansa fundamentalmente en su apariencia, lleva a muchos mexicanos a creer que su victoria es ya un hecho y las elecciones serán un mero trámite. Lo cierto es que esa omnipresencia constituye una muestra de lo que habrá de ser nuestro futuro y el de la ya de por sí maltrecha democracia en la que vivimos. El presidencialismo, la figura del Tlatoani todopoderoso, se adivina ya en la propaganda electoral priista. Será de nuevo, si lo permitimos, la “voluntad” del “señor presidente” la única que pese en este país, sobre todo después de haber vivido doce años de gobiernos de pantalla. EL problema para los concesionarios de la TV privada es que aun no se dan cuenta que el esquema de servidumbre al que el PRI los tuvo sujetos volverá de nuevo. Atrás quedarán los tiempos dorados en los que el ejecutivo abdicaba de su poder frente a la TV. El PRI no conoce otra manera de gobernar que sometiendo. Ya padecimos 6 años de un gobierno, marcado de origen por la ilegitimidad, incapaz de construir consensos y que no dudó en embarcar al país en una sangrienta cruzada por así convenir a sus intereses facciosos. ¿Permitiremos ahora que el viejo régimen, con una manita de maquillaje, se instale de nuevo? ¿Seducirá a millones de mexicanos el bombardeo propagandístico? ¿Podrá más el poder del dinero que el ansia de libertad, bienestar y justicia de un pueblo entero? Faltan muy pocos días para saberlo; muy pocos días para, con imaginación, argumentos, creatividad y audacia, impedirlo. www.twitter.com/epigmenioibarra