jueves, 14 de abril de 2011

RESPUESTA A FELIPE CALDERÓN

Salió la gente a la calle el miércoles pasado y usted, como ya es costumbre, señor Calderón, ignoró el hecho. Sólo unos días más tarde y cuando la presión mediática se hizo sentir en palacio se atrevió a responder. Antes su Secretario de Seguridad Pública federal nos había prometido 7 años más de guerra y luego, en una de sus encendidas arengas patrióticas, intentó usted enmendarnos la plana a decenas de miles y convertir el clamor ciudadano por un México justo y en paz en un coro de respaldo unánime e incondicional a las acciones de su gobierno.

Dice usted que el “ya basta” ha de dirigirse única y exclusivamente al crimen organizado. Se equivoca. “Ya basta” decimos también a la criminal ineficiencia de su gobierno que, en el combate al crimen organizado, sólo ha terminado por fortalecerlo. “Ya basta” decimos a la ceguera y obstinación con la que usted pese a la evidencia acumulada sigue defendiendo una estrategia a todas luces fallida y que ha desatado una espiral de violencia incontenible.

Experto en la promoción del discurso del odio y la discordia intenta usted sembrar la sospecha contra quienes alzamos la voz y ejercemos la crítica frente la doctrina que inspira su guerra contra el narco, la forma en que conduce las operaciones y la estrategia que rige las mismas. Su arenga es una incitación al linchamiento, un intento por desacreditarnos y convertirnos, ante la opinión pública, en defensores de capos o sicarios.

Sugiere usted al país que quienes marchamos este miércoles de la semana pasada no condenamos, con energía, las acciones criminales de capos y sicarios. En las actuales circunstancias una insinuación de ese calibre; colocarnos casi como cómplices del crimen organizado, pronunciada además desde el poder y con todo el respaldo propagandístico del mismo, es sumamente irresponsable y peligrosa: juega usted de nuevo con fuego y pone en riesgo más vidas.

Ninguno de los que alzamos la voz contra la violencia ignoramos, negamos o peor todavía, solapamos, como usted y sus propagandistas sugieren, la responsabilidad de los capos del narcotráfico en la violencia criminal y creciente que sufrimos. Sabemos que son ellos los de los levantones, las torturas, los asesinatos, las decapitaciones y las masacres. Condenamos enérgicamente su barbarie. No queremos, de ninguna manera, que nuestro país caiga en manos de estos criminales.

Y por eso, señor Calderón, es que también a usted le decimos “ya basta”. Ha puesto usted en riesgo la integridad de la nación y ha sido hasta ahora incapaz de brindar seguridad a la ciudadanía. Se han perdido en este país, a manos de los criminales y durante su gestión, ciudades y estados enteros. Se ha perdido también –lo que es más grave- la noción misma de justicia y el respeto a la vida como valor supremo.

Se obstina usted en que no hay más camino que el suyo a pesar de que su estrategia es más bien un callejón sin salida y sólo ahora, una vez que con sus propias acciones han contribuido ha destruirlo, se atreve a hablar, tardía y propagandisticamente, de “reconstruir el tejido social”. Declara, por otro lado, que hay que brindar apoyos a los jóvenes y olvida convenientemente que se ha dedicado a criminalizar, de tajo y sin mediar averiguación judicial alguna, a muchos de esos mismos jóvenes de los que habla, que han caído víctimas de la violencia.

Presenta usted al país una falsa disyuntiva: o su camino, el del combate por la vía armada al narcotráfico o la debacle. Miente usted señor Calderón. Hay otros caminos; soluciones integrales que usted, sistemáticamente, se niega a escuchar y no lo hace porque ni son tan rentables
propagandísticamente, ni le sirven políticamente para asegurar la continuidad de su proyecto.

A usted le conviene la guerra, el estado de emergencia, la movilización masiva de tropas, la unidad acrítica que el miedo, la zozobra y la angustia producen entre la población cuando esta se sabe rodeada de muertos y de crímenes y comienza a pedir, desesperada, “mano dura” y a clamar, como sucede ya en muchos sectores por “acciones radicales”.

Es esta una vieja receta que otros regímenes autoritarios han utilizado. No duda usted por eso en lanzar anatemas y en presentarse, continuamente, jugando a la guerra. Quiere ser, en tiempos revueltos, el hombre de la mano firme. Es esta, habida cuenta de los muchos y rotundos fracasos de su gestión, la única maniobra de legitimación a su alcance.

No será, sin embargo, por la fuerza únicamente que se derrote al crimen organizado; al contrario. La violencia genera violencia, encarece el producto, desata una dialéctica incontenible donde la ambición y la muerte van de la mano. A la barbarie de un lado responde el otro, sin más instrumentos a la mano, con más barbarie y en medio los ciudadanos quedamos irremediablemente atrapados en el fuego cruzado.

“Ya basta”, pues, decimos al crimen organizado y también a usted señor Calderón. Por nuestros hijos y con nuestros hijos es que marchamos hace unos días y volveremos a marchar este 8 de mayo siguiendo el llamado de Javier Sicilia y nuestras propias convicciones. Como hay que detener con la ley en la mano a los criminales; es, con la ley en la mano, sometiéndolo a un juicio político, que hay que detenerlo también a usted.

www.twitter.com/epigmenioibarra

jueves, 7 de abril de 2011

NO ESTAMOS FRUSTRADOS; ESTAMOS HASTA LA MADRE

Habida cuenta de interpretaciones que, en la TV y en la prensa, se han producido en torno a la marcha de este miércoles pasado. Habida cuenta también de la virulenta reacción que se ha dejado sentir en las redes sociales contra aquellos que decimos: “No estamos frustrados Felipe Calderón; estamos hasta la madre” creo necesarias algunas precisiones.

Quienes decimos “estamos hasta la madre” no nos pronunciamos por una rendición ante el crimen organizado y menos todavía por una negociación con los capos. Quien con criminales se sienta a pactar –ya lo hemos visto en el pasado- en criminal se convierte.

Quienes decimos “estamos hasta la madre” de ninguna manera exculpamos a sicarios y asesinos a sueldo del crimen organizado de los miles de levantones, homicidios y masacres que se han producido en los últimos años en el país.

Quienes decimos “estamos hasta la madre” nos horrorizamos por la barbarie y la crueldad inaudita con que estos asesinos proceden pero no queremos, sin embargo, que el estado, olvidando su misión primordial de proteger la vida, las leyes, la sobrevivencia pacífica de la nación emule sus métodos y convierta la justicia en venganza.

Quienes decimos “estamos hasta la madre” no promovemos una renuncia, por parte del estado, del uso legítimo y necesario de la fuerza y menos todavía el abandono a su suerte, por parte de los distintos órdenes de gobierno, de pueblos, ciudades, municipios y estados asolados por el crimen organizado.

Quienes decimos “estamos hasta la madre” no queremos que nuestro país caiga en poder de los capos de la mafia; no pretendemos que las fuerzas del orden renuncien a su obligación de prestar seguridad a la población pero queremos que lo hagan con inteligencia, integridad y respeto por los derechos humanos.

Quienes decimos “estamos hasta la madre” no queremos someternos a los designios de un “aliado” que tolera el consumo en su territorio, deja intactas las redes de traficantes locales –los verdaderos dueños del negocio- y su enjambre de conexiones con funcionarios, policías, jueces, gobernantes, comerciantes y banqueros corruptos que les permiten operar.

Quienes decimos que “estamos hasta la madre” no toleramos la doble moral de Washington y estamos en contra de comprometer aun más –y sin pasar siquiera por el Senado de la República- nuestra precaria soberanía y seguir poniendo los muertos sólo de este lado mientras ellos ponen, para ambas partes, los dólares y las armas.

“Estamos hasta la madre”, eso sí, de un hombre que, como Felipe Calderón, urgido de legitimidad, sabedor de la eficacia movilizadora de la arenga patriótica en tiempos de guerra y del poder del miedo, se disfrazó de general sin serlo y lanzó, sin antes fortalecer a las instituciones, sin tren logístico judicial alguno, al país a la confrontación.

“Estamos hasta la madre” de la doctrina que inspira su guerra. De la facilidad con la que sin mediar investigación judicial alguna criminaliza a las víctimas y luego, sin el menor respeto por la vida humana dice; “se matan entre ellos” para justificar la muerte de más de 35 mil compatriotas.

“Estamos hasta la madre” de la conversión, por razones estrictamente propagandísticas, de la lucha contra la inseguridad en una guerra y del despliegue masivo de tropas que, además de ineficiente e innecesario, ha producido el escalamiento inmediato del poder de fuego empleado por las partes.

“Estamos hasta la madre” de que las urgencias mediáticas y la presión por la obtención de resultados, pensando siempre en la preservación de los intereses políticos de Felipe Calderón, haga que algunos miembros de las fuerzas armadas operen de hecho como “escuadrones de la muerte” y consideren que es más fácil y expedito matar que capturar criminales.

“Estamos hasta la madre” de ser cifras, estadísticas, averiguaciones judiciales que ni siquiera se abren y como una poetisa decía ayer en el Zócalo: “Cuerpos, cadáveres, decapitados, daños colaterales”.

“Estamos hasta la madre” de la manera en que ejerce el mando un hombre dominado por su proverbial mecha corta y su sed de producir, a punta de golpes de efecto, spots de televisión y por la forma en que desoye las propuestas de ciudadanos, instituciones académicas, organismos internacionales y privilegia, sobre las medidas estructurales de combate al narco, sólo la vía militar.

“Estamos hasta la madre” de las batallas que no libra Felipe Calderón y de sus batallas perdidas y nos preguntamos: ¿Cuántas oportunidades más daremos a un hombre tan notoriamente ineficiente? ¿Hasta cuándo se permite a un general comprometer con sus errores el destino del ejército, de la nación?

Severamente cuestionado, a la mala, llegó Felipe Calderón al poder. El origen de su mandato lo inhabilita, en tanto que no cuenta con el consenso de una gran parte de la población, para conducir lo que se aprecia ya como una confrontación definitiva.

Su estrategia ha fortalecido al enemigo. A causa de sus errores este se ha fortalecido. ¿Cuántos muertos más? ¿Cuántas derrotas habremos de permitirle antes de exigirle y parafraseando lo dicho por Alejandro Marti: Sr. Felipe Calderón ya que no puede: renuncie?

No estamos frustrados, no somos resentidos, estamos hasta la madre y tenemos razones para estarlo.


www.twitter.com/epigmenioibarra