jueves, 31 de julio de 2008

DE LA CONSULTA CIUDADANA Y OTRAS VICTORIAS

Vivimos, este domingo 27, hay que decirlo con todas sus letras y aun a sabiendas de la retahíla de descalificaciones e insultos que desde la derecha habrán de caerme encima por sostenerlo, una verdadera victoria ciudadana. Una más en la lucha por evitar la privatización encubierta de PEMEX que, con su reforma y ya sin muchas posibilidades de éxito, intentan Felipe Calderón y los suyos.

Más de 800,000 personas sólo en la Ciudad de México. Un millón setecientos y algo más en el resto de los 9 estados donde se realizó la consulta acudieron a las urnas. Que tantos ciudadanos se hayan decidido a votar, a contrapelo de la multimillonaria propaganda oficial y las campañas de descalificación en contra de quienes convocaron, es ya, de por sí, una gran victoria.

Muy claros deben de estar de esto los mercadólogos oficiales y tanto que han decidido intensificar, aun más y hasta el escándalo, la publicidad oficial, pagada, claro, con dineros públicos que se gastan sin control alguno. Estaban seguros de que la consulta fracasaría. Hoy los esfuerzos, tan patéticos como el de “la prima de la primera dama”, por desacreditarla no son más que un indicativo de lo fallido de sus pronósticos.

Más allá, sin embargo, de que la abrumadora mayoría de los que acudieron al llamado dijo “NO” a Calderón y su reforma está el hecho de que, con esta consulta y el intenso debate que se produjo en torno a ella, ha ganado entre los ciudadanos espacio la idea de construir, de luchar, con instrumentos como este, por una democracia realmente participativa.

No caben ya en este país autos de fe colectivos en torno a la pureza de nuestra democracia. Menos todavía después del turbio e irregular proceso electoral del 2006. Es preciso, si queremos que la democracia tenga futuro y existan condiciones reales de gobernabilidad, pasar del concepto de “democracia representativa” al de “democracia participativa”.

Sólo en algunas entidades establece la ley a las consultas, plebiscitos o referendos como un derecho ciudadano pero es claro que, pese a todos los esfuerzos por impedirlo, caminamos ya en esa dirección. La gente hoy sabe que puede así –pese a no tener aun la consulta ciudadana carácter vinculatorio- poner coto al poder y no va a renunciar fácilmente a ese derecho.

La consulta de este domingo, pese al proceso de negación de sus resultados, ha establecido pues un valioso precedente que será difícil de ignorar. Allá Calderon si con este caudal de votos se atreve a hacerlo. Tanto esfuerzo en descalificarla; tanto empeño en negar su importancia no han hecho, ante los ojos de muchos, más que resaltar sus virtudes.

La voz de los ciudadanos no será ya, al menos en la Ciudad de México que pesa y mucho en el concierto nacional, escuchada sólo en los procesos electorales cada tres o seis años. No tienen ya los partidos, los gobernantes que los controlan y a ellos responden, un cheque en blanco en las manos para decidir cupularmente asuntos de los que, como en el caso del petróleo, depende el destino de la nación.

Paradójico resulta que los panistas, quienes desde la oposición lucharon por el derecho a esgrimir este instrumento vital de contrapeso contra el antiguo régimen, sean los que más se han empeñado en desacreditarlo. Muy lejos han dejado, Calderón y los suyos, el compromiso original de ese partido con las gestas democráticas.

Muy lejos, también, de Clouthier y muy cerca de Goebbels han convertido la propaganda en su instrumento esencial de gobierno. No buscan consenso: pretenden domesticar a la ciudadanía. Hijos de la intolerancia, afectos a la guerra sucia, que no al debate, como recurso para derrotar al adversario predican el odio, incentivan, enmascarados en supuestos ropajes democráticos, la confrontación social.

Quien no piensa como ellos. Quien se atreve a señalar todavía las irregularidades –vaya herejía- de los comicios presidenciales del 2006 no merece más que insultos. Quien se opone a la reforma de Calderón las peores descalificaciones. Es el mismo Calderón quien lanza –condenando a quienes pretenden dejar al país en el atraso y condenarlo al inmovilismo- las más feroces anatemas

En estas condiciones salir a la calle, cruzar una boleta, es un acto de valentía. No fue pues una victoria la que se produjo el domingo 27, fueron más de 1 millón setecientas mil victorias individuales contra la intolerancia y el poder aplastante de la derecha. Fueron más de un millón setecientas mil voces alzándose y diciendo “no estás ahí para hacer lo que se te de la gana” y eso, me imagino, ha de dolerle mucho a Calderón y más todavía sabiendo que, de aquí en adelante, tendrá que acostumbrarse a eso; a que le pongan coto.

jueves, 24 de julio de 2008

SÍ A LA CONSULTA, NO A LA REFORMA

Tenemos una oportunidad histórica este domingo. Podemos, con nuestra participación en la consulta ciudadana no sólo hacer que nuestra voz se escuche sino, además, si decimos no a la reforma, ejercer nuestro derecho de veto y frenar el intento cupular y concertado –entre el PAN y el PRI- de privatizar la industria petrolera.

Las buenas conciencias ven en la consulta una transgresión intolerable a las reglas del juego democrático. El congreso, dicen, es depositario y representante de la voluntad popular y puede, en consecuencia y si una propuesta obtiene mayoría calificada, aprobar la reforma (en el fondo con eso cuentan, a eso se atienen). Olvidan, sin embargo, quienes así piensan, las condiciones en que se celebraron los comicios del 2006.

En este país -y para decirlo con todas sus letras- el Gobierno de la República en funciones; autor de la iniciativa de marras, no tiene las credenciales de legitimidad suficientes y necesarias para emprender esta reforma y es por tanto no sólo valido sino necesario cuestionar, poner coto a sus acciones sobre todo cuando estas, como es el caso, afectan el presente y el porvenir de millones de mexicanos.

No se trata de oponerse sólo como resultado de la frustración o de la incapacidad de aceptar una derrota electoral. Se trata de que Calderón y su gobierno, de la mano de sus aliados priistas, no cuentan con la representación suficiente para decidir así, en la cúpula, el destino de la nación.

Se trata, hay que estar claros de eso y aunque se la disfraza de reforma menor, de echar por los suelos el pacto constitucional y eso no pueden hacerlo –por más poder e investidura que tengan- unos cuantos y menos si han alcanzado esas posiciones tras un turbio, por decir lo menos, proceso electoral.

Calderón y su gobierno están manchados de origen. Esa mancha los inhabilita. Otro tanto sucede con el PRI que bajó la testa y a cambio de cogobernar le dio su apoyo. Las elecciones del 2006, es preciso insistir en eso, no fueron limpias. Así lo reconoció, aunque con tibieza y eufemismos, el mismo Tribunal electoral que, sin embargo y a pesar del enorme cúmulo de evidencias, fue incapaz de ordenar el recuento voto por voto y proceder, en su caso, a la anulación de la elección.

Se entrometieron, con brutal descaro e impunidad, a lo largo de todo el proceso electoral, Vicente Fox y los poderes fácticos. Sometieron a sus oscuros designios a la autoridades electorales y torcieron así, con un fraude de nuevo tipo, un fraude mediático que operó aun antes de depositar los votos en las urnas, la voluntad popular.

En estas condiciones que no podemos, que no debemos olvidar pues esta herida lo es para el país, para las instituciones democráticas y no sólo para el ego de un determinado candidato o para los deseos y aspiraciones de un sector del electorado, decir NO a Calderón y su reforma no sólo es un derecho; es una obligación.

A los que hoy, ante la consulta y la oposición a la reforma, se rasgan las vestiduras lanzado anatemas a quienes osan atentar contra la democracia y sus instituciones vale la pena recordarles que si una elección no es totalmente limpia, como no lo fue, entonces no vale. De eso se trata la democracia de jugar limpio siempre y no sólo cuando te conviene.

En una ofensiva inédita –que haría palidecer de vergüenza a los gobiernos del antiguo régimen- el gobierno de Felipe Calderón ha gastado centenares y quizás miles de millones de pesos del erario público en publicitar su reforma. ¿A quién rinde cuentas por el uso de esos dineros públicos?

Como su antecesor, Fox, vuelven Calderón y su partido sobre sus propios pasos. Intentan –ya lo hicieron una vez con éxito- torcer la voluntad popular a punta de pantalla. Enfrentar ese formidable aparato propagandístico que opera al amparo del poder y del dinero es una tarea que, por más que parezca imposible, vale la pena intentar.

Qué más da que sea el PRD el que organiza la consulta. Qué más da que su dirigencia haya protagonizado –con las elecciones recién anuladas- tan lamentable espectáculo. Allá ellos y su cochinero. La consulta, insisto, tiene que ver con el país que queremos construir, con el que debemos entregar a nuestros hijos, no con el partido que ha demostrado –vaya miseria- ser capaz de dilapidar el capital político que millones de mexicanos le entregamos en las urnas.

Esa cuenta pendiente con el PRD y su dirigencia no debe olvidarse pero no es este el momento de cobrarla. No participar en la consulta porque esta está teñida de amarillo y negro es caer víctima de la más burda propaganda. Ahora lo que importa es la defensa del petróleo y con esa defensa la del pacto constitucional; condición, cimiento y garantía de la paz y la estabilidad de la nación. Vamos pues a las urnas este domingo. Digamos sí a la consulta. No a la reforma de Calderón.

jueves, 17 de julio de 2008

A FRENAR LA REFORMA DE CALDERÓN

No es cosa menor lo que pretende hacer, al patrimonio y al futuro de la nación, el gobierno de Felipe Calderón con la reforma energética. Se trata en realidad, por más eufemismos que se utilicen y por más que se la presente como una reforma cosmética, como una reforma “light” que regulariza sólo lo que de hecho ya sucede en PEMEX, del arranque de un proceso total e irreversible de privatización de la industria petrolera.

Si escuchamos el canto de las sirenas de la propaganda gubernamental, si no actuamos, si no participamos, por ejemplo, este domingo en la consulta y hacemos oír potente y clara nuestra voz, perderemos los mexicanos el control y la dirección de nuestra marcha como nación independiente. Para eso fue precisamente, para ser dueños y soberanos de nuestro destino, que, en 1936, expropió Lázaro Cárdenas, con el apoyo tumultuario de los mexicanos, la industria petrolera. El PAN, que nació en esos días, tiene finalmente la posibilidad de revertir esa conquista: podemos impedírselo.

El petróleo debe ser el detonador del desarrollo nacional; no la caja grande de un gobierno ineficiente que, además, no entrega cuentas claras de los excedentes petroleros. No debemos renunciar a su control. No podemos ceder ese instrumento vital a empresarios propios o extraños. Cuidan ellos intereses particulares; corresponde al estado cuidar los intereses de la nación y sus ciudadanos.

Antes que pensar en entregar a otras manos la industria petrolera es, por el contrario, la hora de hacerla recuperar su fuerza, su eficiencia, su dignidad. Debemos detener la acción depredadora que, desde la casa presidencial y desde los tiempos de Salinas de Gortari, mantiene bajo asedio a la industria petrolera. Es la hora también de impedir que los lideres venales del sindicato, los funcionarios y empresarios corruptos sigan robando a PEMEX. Es tiempo de frenar a Calderón y sus secuaces.

Hablo de secuaces porque, en honor a la verdad, están tramando un verdadero atraco. Otro más. Hablo de complicidad, de asociación delictuosa, porque si bien Calderón trae, en tanto que panista, la privatización de PEMEX en su código genético, no actúa solo, no puede, no sabe.

Lo apoyan en su empeño, además de gobiernos y empresas extranjeras, muchos de los priistas –esos que se decían hijos de la revolución- que desfondaron al país y que han trabajado, como Gil Díaz y otros apóstoles del neoliberalismo, siempre al servicio de intereses foráneos. Lo apoyan, con toda su fuerza, los poderes fácticos; el dinero, la jerarquía católica, un sector importante de los medios electrónicos.

A esa fuerza formidable. A la misma que burló la voluntad popular el 2 de julio del 2006. A quienes violentaron las reglas de la democracia ensuciando los comicios presidenciales, prostituyendo a nuestras instituciones electorales, a quienes alentaron y solaparon la ilegal intervención de Vicente Fox en el proceso, a los que desataron la guerra sucia, a los que luego impidieron el recuento voto por voto y evitaron a todo trance el recurso legal de la anulación de la elección; lo más racional, lo más justo, lo único que hubiera podido restañar las heridas y devolver confianza y legitimidad a las instituciones. A esos mismos enemigos del país y de la democracia tenemos que enfrentarnos.

No logramos defender, es preciso reconocerlo, la elección presidencial. No sigamos acumulando pérdidas; frenemos ahora a Calderón y su reforma. No debemos ser avasallados de nuevo; ni un agravio más. Nadie tiene derecho a empeñar el futuro del país y el de nuestros hijos. Qué más da que la izquierda esté desprestigiada o dividida. No es al PRD al que apoyamos si participamos, no nos equivoquemos, no caigamos víctimas de la propaganda, es a México.

La tarea nos es fácil. Si a quienes se atreven a sostener –y somos legión-que la elección presidencial no fue limpia y por tanto el gobierno emanado de ella no es legitimo se nos tacha de locos, de intolerantes, de radicales, lo mismo habrá de pasar a quienes luchemos para evitar que el petróleo, propiedad de la nación, sea entregado a la iniciativa privada. Si de la defensa de esta causa se trata; bienvenido sea de nuevo el sambenito. Que truene la santa inquisición si quiere pero que no logre su propósito.

Sólo si nuestra voz se escucha como una sola este domingo tendremos posibilidades de enfrentar con éxito a quienes pretenden privatizar la industria petrolera. La toma de la tribuna parlamentaria, tan condenada por las buenas conciencias, impidió hace semanas que se consumara el atraco. Todo lo tenían Calderon y sus cómplices listo y cocinado. Ahora nos toca el turno a los ciudadanos; hay que ocupar las urnas y hacer así que la voz de la gente frene la reforma.

jueves, 10 de julio de 2008

EL CABALLO DE TROYA CABALGA DE NUEVO

2ª y última parte

Son al menos tres los factores que han determinado que, luego de décadas de empantanamiento, el conflicto armado entre las FARC y el gobierno colombiano comience a definirse a favor de este último. En primer lugar la descomposición acelerada y profunda de la guerrilla, en segundo lugar los cambios tácticos en la operación del ejército colombiano y en tercero la utilización, sin escrúpulo alguno, por parte del gobierno de Álvaro Uribe, de medios y recursos que violan las reglas de la guerra.

Muchos habrá, es cierto, que sostengan que en la guerra se vale todo y aunque no les falta razón pues en eso de matarse organizadamente, de hacer política por otros medios, el hombre no se atiene a medida ni contención alguna, están aun vigentes ciertas reglas; las establecidas en la Convención de Ginebra. Mismas que, para no volver del todo a la barbarie, respetan o dicen respetar, al menos de palabra, las partes beligerantes en los conflictos que, desde el fin de la Primera Guerra Mundial, se han producido en el hemisferio occidental.

Hoy para gozar de cierta legitimidad internacional, para tener retaguardia político diplomática, un gobierno, un ejército, una guerrilla, cualquiera sea su signo, deben ser o parecer respetuosos de la Convención de Ginebra. Álvaro Uribe es la excepción. Se salta esas trancas con enorme facilidad y dado el desprestigio de su enemigo todos parecen ver la paja (que por cierto también es viga) en el ojo de las FARC olvidándose del enorme travesaño que enturbia el accionar de Uribe y su ejército.

Pero vamos en orden. De la descomposición de las FARC ya hemos hablado. Falta decir sólo que si al caballo de Troya, viejo ardid guerrero, se le suman los ya legendarios “cañonazos” de millones de dólares, contribución al arte de la guerra de otro Álvaro; el sonorense Álvaro Obregón, no hay baluarte “insurgente”, ni “moral” guerrillera en la Colombia de las FARC que resista. No han de pasar muchos meses, es previsible, sin que ese ejército que no combate y que no tiene ideales, ni retaguardia ideológica, se termine de derrumbar.

El ejército colombiano, por otro lado, ya no sigue, como antes lo estaba, con los brazos cruzados. Uribe acicateó a las fuerzas armadas, tan acomodadas en el negocio de la guerra como las propias FARC, sacándolas de su inmovilidad y conformismo. No fue avaro con el enorme capital político que posee, vio la forma de compartirlo –usándolo como la zanahoria- con las fuerzas armadas que son hoy, con él, protagonistas del exitoso proceso de pacificación del país; para ganarse ese papel tuvo el ejército que reorganizarse y sobre todo que combatir.

Más por miedo y comodidad que por eficacia el ejército solía actuar lanzando grandes ofensivas con grandes unidades. Eso garantizaba la seguridad de los mandos, el empleo de recursos millonarios, pero se producían muy pocos combates y en consecuencia se le hacían muy pocas bajas al enemigo. La guerrilla simplemente eludía los golpes, siempre previsibles y gozaba de franca impunidad en sus grandes santuarios.

Empujados por Uribe y Washington los militares modificaron su modus operandi: se dispersaron, en pequeñas unidades de combate, por todo el territorio haciéndose del control de las vías fluviales y los caminos dejando así a la guerrilla sin suministros. Sin capacidad de combate, ni decisión para romper el cerco, los mandos de las FARC comenzaron a ser considerados, por sus propios combatientes, tentados además por los cañonazos millonarios de Uribe, como un lastre.

El tercer factor; la violación de las reglas de la guerra es, sin embargo, el que, de manera decisiva, ha abonado el terreno para los triunfos de Uribe. El presidente colombiano –la Suprema Corte de ese país ha llevado a la cárcel por ese motivo a muchos de sus colaboradores más cercanos- se apoyó, sin escrúpulo alguno, en los paramilitares para hacer el trabajo sucio.

Esos criminales, con los que, además, terminó Uribe sentado en una mesa de negociación, a los que la Convención de Ginebra les importaba un bledo, fueron los que ahogaron en sangre cualquier posibilidad de base social y desfondaron así, en los hechos, el proyecto revolucionario de las FARC. Asesinados por los paramilitares los protagonistas de un eventual cambio político quedaron las FARC, sin ese contrapeso, sin esa dirección, convertidas –y eso acelera su descomposición y por ende su derrota- en banda delincuencial.

En la euforia de la victoria nadie parece recordar ese pecado, que no es venial, de Álvaro Uribe. Menos habrá de importar entonces que en franca violación a lo establecido en la Convención de Ginebra disfrace a combatientes como integrantes de una misión humanitaria. El fin, total, sí justifica los medios. A Uribe, como a los vencedores y mientras lo sean, se le perdona todo; aun si eso nos hace volver, de alguna manera, a la barbarie.

jueves, 3 de julio de 2008

EL CABALLO DE TROYA CABALGA DE NUEVO

(Primera Parte)

Ya no son de madera pero siguen siendo letales. Para ser armas secretas son notoriamente visibles. Suelen llevar dentro, escondidos de manera no demasiado sofisticada, guerreros o dispositivos que consuman una victoria largamente acariciada. Para traspasar las murallas, hasta entonces imbatibles, deben ser arrastrados al interior de la plaza sitiada por los propios defensores de la misma, que se rinden ante su misterio y majestad como no lo hicieron frente al empuje de las armas.

Son, uno tras otro, porque en todas las guerras aparecen, la repetición, en diversas versiones tecnológicas, de aquel caballo de Homero con el que se consumó la destrucción de Troya. ¿Por qué ante un ardid tan antiguo como conocido siguen cayendo, como si se tratara civiles incautos, los más fieros y astutos guerreros?¿Por qué, por ejemplo, le pasó lo mismo a las FARC?, ¿Qué los hizo pensar, carajo, en qué cabeza cabe, que ese helicóptero -¡vaya caballo!- no era una trampa?

Príamo y sus huestes, allá en Troya, estaban desgastados por la guerra y el sitio prolongado. La población de la ciudad que sufría los estragos del cerco estaba harta del conflicto. Los guerreros, que no cedían en el terreno de combate tenían, sin embargo, la moral minada por la muerte de Héctor, la cobardía de Paris y las múltiples profecías que hablaban de su derrota y del abandono de los dioses.

En esas condiciones de descomposición fueron entonces presa fácil del ardid. Vieron partir la flota. Quedó el gigantesco caballo. Ahí estaba frente a ellos y lo creyeron un tributo a su valentía. Ante él se postraron. Con júbilo lo llevaron dentro de su plaza fuerte. La causa de su derrota, más que la fuerza de sus enemigos que eran, eso sí, “fecundos en ardides”, fue su descomposición como fuerza de combate, su propia estupidez.

Otro tanto sucede, muchos siglos después, a las FARC en Colombia. Sin ideales revolucionarios, esa fuerza cuya lucha ha perdido el sentido social, insurreccional, se descompone aceleradamente. Con plata, y mucha, Uribe no hace sino profundizar esa descomposición. Comprar guerrilleros que perciben un salario, que no tienen ideales, es sólo cuestión de saber hacerles la oferta adecuada y de combinarla con una precisa y constante presión militar. Ambición y miedo dan resultados.

Los comandantes de las FARC acostumbrados, al contrario de los troyanos, a no librar, en lo posible, combate y eso a pesar de ser por su tamaño y poder de fuego la fuerza guerrillera más grande de la historia de América Latina, optaron por métodos más cómodos y de tinte claramente delincuencial como el secuestro. Al actuar así preservaron (al fin seguidores del dogma de la guerra popular prolongada) intacta su fuerza pero se ganaron el repudio internacional y ocasionaron la erosión total de su base social.

Sin capacidad ni voluntad real de acción ofensiva pues, cada vez más presionados en los que antes –en tiempos de largas treguas- fueron sus santuarios, las vidas de unos cuantos rehenes se volvieron su única arma de presión política-militar sobre el gobierno colombiano. Sin esta ventaja táctica, sin esta mercancía más bien, en su poder, se han quedado –aunque conserven las armas- con las manos vacías. Si guerrilla que no combate se corrompe; secuestrador sin rehén no vale nada.

Se les murió también y por eso cayeron en la trampa su Héctor criollo; el legendario Tirofijo. A otros jefes los traicionó su propia seguridad y desde la caída, producto de una laxitud rayana también en la estupidez, de Raúl Reyes hasta los aliados regionales; Chávez y Correa –sus dioses tutelares- les dieron la espalda. Algo tendrán en su poder los militares colombianos, luego de lo de Reyes, que hasta que el rojo de Chávez se tiñó de rosa.

Dicen Uribe y sus generales que “infiltraron al Secretariado” y dieron a través de los mismo órganos de comunicación del alto mando guerrillero las ordenes de traslado, concentración y finalmente de movilización aérea de los rehenes. Difícil de creer pero posible; todo es posible en Colombia que por algo es la tierra de Gabriel García Márquez.

Complicado ha de ser ahora estar en el pellejo del recién estrenado, como Jefe supremo, Antonio Cano. Más allá de la derrota que implica el rescate está la sombra de la duda, de la sospecha que, muy hábilmente, Uribe y sus generales han sembrado en su entorno cercano. Imposible casi mandar a una fuerza presionada, dispersa y descompuesta por las ofertas del gobierno cuando se carga con tal descrédito. Difícil operar si no se puede tener confianza en los más cercanos de los colaboradores. El caballo de Troya, en este caso, tiene todavía poderosos y corrosivos efectos secundarios.

Y uno de ellos, el más pernicioso y no sólo para las FARC cuya derrota la tienen merecida, es que en la sed de triunfo y sintiéndose legitimados por el hecho de rescatar rehenes, Uribe y los suyos se saltaron trancas que han permitido actuar, salvando muchas vidas inocentes, en las más cruentas guerras, a organismos humanitarios. De eso, de esta transgresión, que ya no ardid, a las normas de la guerra, del disfraz –sin emblemas- del caballo de Troya colombiano hablaremos la próxima semana.