jueves, 30 de octubre de 2008

MI VECINO TIENE UN GORILA, UN TIGRE BLANCO Y UN LEÓN…

…y aquel licenciado y ese comandante que trabajan en la SIEDO de la Procuraduría General de la República son narcos, o más bien trabajan con los Beltrán Leyva que viene a ser lo mismo o casi porque trabajan para ellos al mismo tiempo que, supuestamente, los persiguen. El General Fulano de la zona militar renta unas parcelas donde siembra marihuana, esas que nunca fumigan los aviones, las que no ven los pilotos que andan buscando los sembradíos auque estén en el llano, casi pegadas al cuartel y el dueño de ese rancho de al lado es del Cartel del golfo y los que se reúnen en esa discoteca son sobrinos del Chapo Guzmán. La casa grande de la esquina es de su socio y esa tienda de refacciones y la farmacia y la agencia aduanal también son de los narcos igual que aquel hotel y la gasolinera. Aquel señor, el de la Hummer roja y los escoltas de negro, lava dinero y a esa agencia de autos de lujo de Aguascalientes llegan hombres con pilas de billetes y se llevan a veces dos o tres automóviles de golpe. También allá en Chihuahua, en Ciudad Guzmán, pasa lo mismo en la BMW o en Baja California con las trocas. En aquella casa de cambio y en ese negocio de la esquina se lava dinero y esos oficiales de la PFP –los que eran antes de la Federal de caminos- son guardaespaldas de aquel capo. Los de la ministerial le cubren la espalda a su enemigo y los judiciales ya saben que les toca voltear para otro lado cada vez que pasa el señor, el dueño de la plaza, en su suburban blindada seguida, eso sí, de otras cuatro o cinco camionetas igualitas. Ese juez es ciego cuando se trata de mirar hacia el Pacífico y aquel otro magistrado presta siempre oídos sordos a los alegatos del fiscal; para él no existen flagrancia, ni evidencia que valga si se habla de alguien del Cartel de Juárez y aquel candidato, ese el de los conciertos, es compadre de aquel al que le dicen el “nuevo Señor de los Cielos”. El apellido de aquel otro –para que me entiendas- se escribe con Z, con Z mayúscula y hay que tenerle miedo. Y el cura aquel; el que bautiza, el que casa en la sierra y en la casa grande, el de los responsos de la familia del otro capo; el que está levantando, gracias a las limosnas, la torre de la iglesia, el dispensario y, claro, la nueva casa parroquial y tiene su cheyenne para ir a la sierra a bautizar chamacos y atender a las viejitas; a ese cura hay que pedirle que nos proteja; ¿no sé si me entiendas? Y la cantante y el cómico y la banda, esos tan famosos, los que salen en la tele; no fallan en las fiestas del otro señor, no le hacen el feo al efectivo, menos todavía si se habla de centenares de miles de pesos y a veces de millones; nada más van a actuar; están trabajando pues; tienen derecho ¿no? Igual que el presentador de televisión y que aquel otro protagonista de telenovelas. ¿A quién le hacen daño? Van a las fiestas nomás; las engalanan como el campeón o el goleador o el del brazo de oro.

Vaya usted A Michoacán, a Jalisco, a Sinaloa, a Guerrero, a Chiapas, a San Luis Potosí. No importa el rumbo; tampoco el estrato social en que se mueva. Ponga sólo atención; un poco, no mucha, así de pasada, a lo que la gente dice, a lo que es de todos conocido. Aventúrese por los pasillos del palacio de Gobierno en Tamaulipas o por los de la SIEDO, aquí en el DF o los del cuartel de una zona militar en casi cualquier estado de la República. Visite un barrio residencial en Aguascalientes o recorra los campos de Culiacán o Coahuila. Ponga atención a los susurros de los funcionarios de nivel medio en las más altas dependencias federales o estatales; en Hacienda, en los Tribunales, en las procuradurías. Escuche lo que chismean las secretarias del presidente municipal. Ponga atención a los gestos de los federales destacados en un retén o en una aduana cuando pasa la camioneta del jefe o del comandante o del licenciado. Acérquese al corrillo de agricultores en una fiesta en el noroeste o ponga oído a lo que conversan unos ganaderos en el palenque de la feria estatal cuando, ante ellos, se cruzan apuestas multimillonarias. Mézclese entre los campesinos que disfrutan el espectáculo de una carreras parejeras y ven llegar al dueño de un caballo de 50 o 60 mil dólares o más; Rolex de diamantes en la muñeca, esclava de oro, cruz de brillantes al pecho y cientos de miles de pesos para apostar en la bolsa o vaya a la boda de postín en el club campestre y échese unos tragos con los notables del lugar.

Infiltró el narco ahora a la SIEDO leímos en los periódicos esta semana. Carajo, que indignación! Que la cosa está podrida lo sabemos todos. La estela de corrupción de quienes se venden al narco es tan visible y escandalosa como los rugidos del león que no dejan dormir a los vecinos. Prueba de confianza habría que hacerle a los responsables de la inteligencia policiaca; a aquellos a los que esos rugidos no perturban y también, por cierto, a aquellos otros que en la misma PGR ocultan las mañas del señor Mouriño.

jueves, 23 de octubre de 2008

¡AY REATA, NO TE REVIENTES!…

A Gustavo Iruegas, un mexicano ejemplar


También de eso se trata la resistencia de apretar, de tensar, de tomarse riesgos extremos; incluso el riesgo catastrófico del desacuerdo interno irreparable, de la ruptura y de la consecuente exhibición como supuesto responsable de la misma ante la nación entera. Falta, eso sí, saber hasta dónde estirar la cuerda, cuál es el punto preciso en que esta se revienta y todo se pierde o bien medir en qué momento, la protesta o los elementos policíacos de contención pierden el control, se salen de madre y la sangre llega a las calles. En todo caso la causa; la defensa del petróleo como patrimonio exclusivo de la nación lo vale y el adversario –con sus marrullerías ancestrales- se lo merece.

Votó el senado –bajo sitio de la resistencia y sometido al escrutinio del país entero- los 7 dictámenes de la reforma energética. No es, ciertamente, lo aprobado lo que Calderón, con todo el despliegue propagandístico y su tesoro prometido en aguas profundas, buscaba; tampoco lo que el PRI, instalado como facilitador, propuso en su afán de salir al quite y alcanzar de otra manera los mismos fines. Para ser considerada una victoria plena quedó, sin embargo, a sólo 12 palabras de distancia de lo que el movimiento nacional en defensa del petróleo reclamaba y podía considerar aceptable. Y sin embargo así; perdiendo todos ganó el país.

En el exterior de la sede alternativa del senado; entre los escudos y toletes de la policía federal López Obrador dijo:“Es un triunfo” sólo para agregar de inmediato: “esto todavía no termina” y asegurar que estará con sus brigadistas el próximo martes en la Cámara de Diputados -“vamos a cuidar que no cambien ni una coma”- para seguir luchando por esas doce palabras que el PRI y el PAN, en un arrebato final de prepotencia, consideraron innecesario siquiera discutir y que pueden ser el resquicio por el que se cuele de nuevo el apetito privatizador.

Doce palabras tan sólo. Una precisión, un agregado en la redacción del artículo, que cerrarían definitivamente la posibilidad de que partes del territorio nacional sean entregadas a empresas nacionales o extranjeras. ¿Una necedad? ¿Una locura? ¿Una victoria de los ultras y radicales? No lo creo. Desconfianza pura nada más; certeza nacida de la experiencia.

Desde hace décadas los mexicanos hemos sufrido los atropellos y abusos de quienes, desde el poder, aprovechan sistemáticamente los vacíos, las imprecisiones, los huecos en la ley para burlar la Constitución. Ejemplos sobran. El más reciente: la elección presidencial del 2006.

En materia tan grave como la que hoy se discute, en un entorno internacional tan complejo y con tan poderosos intereses particulares en torno a nuestros recursos petroleros además, no sobran las precauciones.

Doce palabras nada más. Si en el espíritu de la ley –como dicen sus defensores- está ya acotada la entrega de zonas o bloques territoriales ¿Por qué no ponerlo pues en la letra impresa?

Estuve entre la gente que asistió al mitin este miércoles en el Hemiciclo. Asistí convencido de que la articulación de la resistencia, la participación de dirigentes e intelectuales de la izquierda y la lucha parlamentaria había conseguido una victoria aceptable que podía reclamarse como tal y que ese mitin habría de devenir en celebración. No fue así.

Pese al discurso del embajador Navarrete: “debemos –dijo- respaldar el esfuerzo de nuestros legisladores”. Pese a las palabras del Ingeniero Felipe Ocampo, que llamó a la multitud a actuar en el mismo sentido sin deponer la lucha. Pese a la intervención del propio Pablo Gómez –que, sin embargo, se perdió en los meandros de los peros y de lo no conseguido al final de su discurso- prevaleció entre la gente la desconfianza. Optaron por continuar la resistencia.

Confieso que después de votar me retiré desalentado. Con sólo ver por unos minutos dónde y cómo tachaba la gente la boleta puede adivinar el resultado. “No saben ver la victoria aun teniéndola frente a sus propios ojos” pensé “es la tragedia de nuestra izquierda” me dije. Debo reconocer que estaba equivocado; respiraba, además, por la herida.

Más tarde –ya en casa- reconstruí de memoria los dichos de la gente, sus miradas y actitudes mientras escuchaban los discursos, y me di cuenta que no tenían por qué creer, que no se resignaban a quedarse con los brazos cruzados, esperando que ahora sí la clase política cumpliera sus compromisos; estaban decididos –y tenían razón- a seguir peleando.

Este jueves por la mañana en la radio escuche a Rolando Cordera y luego a Cuauhtémoc Cárdenas; nada más lejos de la recriminación y el linchamiento que sus palabras. “la presión popular sirve” dijo, serenamente, Cárdenas, quien advirtió que en efecto queda, sin esas doce palabras, un peligroso resquicio abierto. “Ojalá –dijo Cordera quien mantuvo su respaldo a lo logrado en el Senado- y no se inicie con esto un linchamiento mediático de la movilización popular”. Eso mismo espero yo.

Esa gente que este jueves, digna y valientemente, volvió a salir a la calle merece todo nuestro respeto; ya impidió con su resistencia la privatización, tiene derecho a blindar esa victoria que, a final de cuentas, será también de todos. Total: es el último tirón.

jueves, 16 de octubre de 2008

LA RESISTENCIA CIVIL PACÍFICA

Para las Adelitas

No han escatimado editorialistas, en éste y otros diarios, conductores de la radio y la televisión, calificativos contra las turbas de López Obrador. De irracionales, intransigentes, locos, no cesan de tachar a quienes militan, sobre todo en las calles, en el movimiento en defensa del petróleo. Se les considera; a los brigadistas, a las adelitas, enemigos decididos del orden público, saboteadores de la vida institucional del país. Personajes histéricos que sólo saben protestar, destruir, oponerse; que quieren conducirnos a la barbarie. Son estridentes, indecentes, molestos; dicen unos. Son fanáticos, ciegos, peligrosos, dicen otros. Y sin embargo hoy el país; las instituciones del estado, el Congreso en particular, tiene con ellos una enorme deuda.

Nunca como antes, en un asunto tan vital como el de la reforma energética, había sido tan intenso, abierto y plural el debate legislativo. Nunca como antes tan soberano el Congreso y tan lejano de ser sólo oficialía de partes del ejecutivo; que en este sector estratégico, del que depende el destino de la nación, hacía, desde hace décadas, sólo lo que le venía en gana. Nunca como antes el Senado, una casa tan abierta al debate, a la opinión de los ciudadanos de todas las corrientes; tan sensible al pulso de la sociedad, tan obligado, a la hora de discutir y votar las leyes, a rendirle cuentas a sus electores. Nunca como antes, vaya paradoja, pues esto es resultado de la acción de esas turbas, tan firme y respetable esa institución de la república y nunca como antes tan libre PEMEX –si se legisla con patriotismo y sensatez-, de invertir sus propios recursos para volverse, al fin, después de tantas décadas de corrupción e ineficiencia, detonador real de un desarrollo que pueda alcanzar, ahora sí y más allá de las arcas del sindicato y de la SHCP, a millones de mexicanos. Había que apretar, hay que seguir haciéndolo para lograrlo.

La resistencia civil no es, no puede ser “agradable”, “amable”, “mesurada”. No se consigue impedir los abusos del poder pensando en las curules que habrán de ganarse en las próximas elecciones; no se trata sólo de rentabilidad electoral. No se alza la ciudadanía frente al gobierno con buenas maneras. Menos con uno que ha llegado al poder “haiga sido como haiga sido”. La resistencia debe doler, vetar, lastrar al poder que, empecinado en la defensa de sus intereses particulares, no baja la testa por las buenas.

No se evita la entrega del patrimonio de la nación sólo alzando la voz en la tribuna parlamentaria; a veces es preciso tomarla por asalto. El gobierno, que ha lanzado una ofensiva propagandística inédita y brutal para hacer prevalecer sus intereses por sobre los intereses de la nación, no ha tenido recato; ha sido despiadado en su esfuerzo por aplastar la oposición a su reforma. Muchos han habido, sin embargo, que no han cedido. Muchos han habido que en la calle y en la tribuna se han alzado. Enhorabuena. La valiente resistencia de esos ha terminado por servirnos a todos.

Estoy consciente de la herejía. El elogio a la resistencia civil pacifica resulta harto impopular por estos lares. No puedo, sin embargo, dejar de hacerlo. Hay una enorme dignidad en esa lucha; una lucha que va más allá, ciertamente, del puro resentimiento, de la incapacidad de aceptar –por diminutos diría la Santa Inquisición- la derrota de López Obrador en el 2006 y en consecuencia el dogma de la legitimidad democrática del gobierno de Felipe Calderón.

Ya entonces, en esos aciagos días en que se negó a la democracia la oportunidad del recuento voto por voto, muchos de esos mismos que han salido a las calles a defender el petróleo habían demostrado, plegándose a la protesta pacifica, su vocación democrática. Se plantaron en Reforma es cierto; pero no asaltaron Palacio y no lo hicieron en un país que se alzó en armas reclamando sufragio efectivo. Hoy dan una nueva lección. Han defendido con tanta decisión el petróleo que han terminado por devolver majestad y soberanía a ese quehacer legislativo del que muchos los consideran adversarios.

Todo parece indicar que la articulación entre la resistencia en las calles, la actividad desplegada por destacados intelectuales, dirigentes políticos y académicos y el trabajo parlamentario de los senadores del FAP ha frenado, hasta ahora, el intento de privatización de la industria petrolera. Faltan aun, es cierto, aristas delicadas: PAN y PRI, unos lo traen cargado en su ADN, otros lo ven como la forma de asegurar la restauración, pueden todavía reventar la negociación e intentar una privatización enmascarada y conducir al país a la debacle. Porque debacle sería y más todavía en medio de la crisis económica –no es sólo un catarro Señor Calderón- entregar el petróleo; Más vale, sin embargo, que lo piensen dos veces; para eso están quienes han protagonizado la resistencia; para que los que están en el poder no se desmanden y de eso también se trata la democracia.

jueves, 9 de octubre de 2008

¿CÓMO SE LE OCURRE SR. CALDERÓN?

Si bien quienes consumen droga no son criminales y no deben ser tratados como tales pues son enfermos; sí lo son en cambio –y de la peor calaña- sus proveedores y tanto que representan, los narcos, la más grave amenaza para nuestro país. Su ambición no tiene limites; sólo profesan una doctrina; la de la muerte ejemplar y a la hora de disparar o cortar cabezas – en la historia reciente no se sabe de criminales más sanguinarios- nada los detiene. Para ellos no existe diferencia alguna entre sus rivales, las fuerzas federales que los persiguen o la población civil. Quien se atraviesa en su camino muere.

Son capaces, como en Morelia y más vale tomar conciencia de este hecho, de enviar a morir y a matar a unos sicarios –porque quien lanza una granada sin ponerse a cubierto de inmediato es un suicida- de dinamitar un edificio o derribar un avión si eso sirve a sus intereses, si así dañan a un rival o amedrentan al estado para producir su repliegue o calentar una plaza. Tienen –del norte les llegan- los recursos, las armas, los explosivos y carecen totalmente, la vida humana no les importa un comino, de escrúpulos.

Hijos del régimen autoritario, que dio franquicias para el tráfico de drogas a viejos comandantes de la guerra sucia, promotores por excelencia de la corrupción de la que se han servido, a punta de “plata o plomo”, para infiltrarse en los cuerpos policíacos, la administración pública o la empresa privada, beneficiarios de la impunidad, los cárteles, deben su expansión y poderío actual a la traición y cobardía de Vicente Fox quien rehuyó el combate y les entregó amplias zonas del territorio nacional.

Felipe Calderón, su sucesor –vaya sentido de la oportunidad el suyo- hace hoy, a estos mismos cárteles, un insólito e inesperado regalo: propone, de bote pronto, la despenalización del consumo limitado de mariguana, cocaína, metanfetaminas y heroína. Mientras ordena librar combate contra el narco como, hay que reconocerlo, no lo hizo Fox y exige a la población, a policías y soldados mayores sacrificios, Calderón, “se suelta esta puntada”; no encuentro mejor manera de describir un despropósito de tal tamaño. Propone seguir el camino –vaya ejemplo- de los Estados Unidos –por sus resultados los conoceréis- para abordar el problema de las adicciones y “combatir”, dicen ellos, al narcotráfico. Fiesta deben de estar haciendo La Familia y los otros cárteles: “Se rinde el hombre”, han de pensar.

Más allá de que muchos especialistas consideran inadecuada y discutible la medida y ponen como ejemplo lo sucedido en Holanda y el crecimiento exponencial del consumo de drogas duras en ese país y el aumento de la criminalidad asociada al mismo, de que esa misma laxitud al norte de nuestra frontera sólo ha significado más consumo y por tanto más sangre y sufrimiento en América Latina, está el hecho de que nos encontramos inmersos en una guerra que apenas comienza y, de esas, que hasta ahora y en eso descansa el argumento de la legalización, nadie ha ganado.

Lanzar así esta ocurrencia, de improviso y en el peor momento, es como concentrar a los que combaten al narco y lanzar en medio de ellos una bomba. Nada más desmovilizador, desmoralizador, inoportuno. Nada tampoco –Washington no habrá de permitírselo como no se lo permitió a Fox- más irreal. Calderón juega con fuego. Envía un mensaje preñado de ambigüedad a sus propias filas; “solución” para unos pocos, martirio para los más.

¿Vale la pena morir combatiendo si la perspectiva es la legalización? ¿Por qué no negociar de una vez con los cárteles? ¿Cómo y quién habrá de proveer de droga a los millones de consumidores que pueden considerarse adictos en nuestros país? ¿Dónde y quién habrá de cultivar la mariguana, la amapola? ¿Quién producirá la droga de diseño? ¿Promulgará Calderón una amnistía para aprovechar el know how de los jugadores en el mercado? ¿Regulará la competencia? ¿Pondrá un limite de decapitaciones; una cuota por banda? ¿Concesionará el negocio o será monopolio estatal? ¿Cuidarán el ejército, la PFP y la PGR las áreas de cultivo y consumo?

¿Quién hará comparecer y garantizará –en el país de la impunidad- el correcto tratamiento de los adictos en la corte? ¿Quién impedirá que medren policías, jueces, abogados, en torno a ellos? Y ¿Quién controlará los programas de rehabilitación, certificará su cumplimiento, evaluará sus resultados? ¿Habrá cafés o zonas para el consumo personal? ¿Cómo operará el programa en el hogar, en el seno de las familias ya de por sí desintegradas? ¿De dónde saldrá, en estos tiempos de crisis, el dinero para la dosis del día? ¿Se integrará la mota a la canasta básica?¿Cómo impedir que la despenalización se torne patente de corso? ¿Cómo evitar pues que todo –tráfico, consumo, impunidad- se salga de madre?

Sin respuestas, por la senda de la imitación, a lo más de una torpe e inútil –por perecedera- maniobra de presión sobre Washington, se lanza Calderón; muchos habrán que interpreten, me temo, esta ocurrencia como un síntoma de locura y quizás, ¿lo habrá alcanzado la onda expansiva de las granadas de Morelia se preguntaran?, de desesperación o tal vez de la misma cobardía que paralizó a Fox.

jueves, 2 de octubre de 2008

EL DOS DE OCTUBRE HOY

A Pablo Gómez, porque la victoria sigue pendiente

Aunque celebro la inédita explosión informativa a propósito del movimiento del 68, cuarenta años nada más tardó la televisión en voltear a verlo, y en particular de la masacre del dos de octubre, que ahora sí existe para medios que por décadas le dieron olímpicamente la espalda, no puedo dejar de pensar que en torno a esos sucesos, que marcaron la historia de México, se ha desplegado también todo un arsenal de expresiones y testimonios que, más que rescatar a fondo lo sucedido, tienden a ubicar el movimiento en un nivel puramente emocional; como una efeméride más, un hecho consumado, congelado en el tiempo que no hay que olvidar, claro, pero que a nada obliga o, peor todavía, que intentan valerse de la conmemoración como una especie de auto celebración: “Miren lo que vivimos, las libertades de las que disfrutamos, lo bien que estamos y tanto que ni catarro nos dará ahora”, para convertir así, esa formidable y conmovedora expresión de vitalidad social, en parte de su coartada.

Saludo la valentía y claridad de un hombre, protagonista de esos hechos, que no cede a la tentación de la autocomplacencia, que, en medio de la euforia, se atreve a hablar de la derrota del movimiento y lo hace para movernos a considerar las muchas y dolorosas asignaturas pendientes. De un hombre, Pablo Gómez, luchador social desde su adolescencia, dirigente partidario que diera el vuelco histórico, sin traicionar sus ideales, al comunismo tradicional para volverlo así ariete de la democratización de México, parlamentario imprescindible de la izquierda, que sabe que aquellas demandas por las que ellos, los estudiantes de entonces y luego los trabajadores y las madres de familia y los burócratas y los ciudadanos comunes y silvestres que se les fueron sumando, salieron a la calle, aun no se han cumplido.


Hay en este país, lo dijo ayer Pablo, sin resbalar, insisto en el auto homenaje, en la presentación de su libro “El 68 la historia también se escribe con derrotas”, presos políticos y desaparecidos, se conculcan aun las libertades democráticas por cuya defensa dieran la vida centenares de jóvenes, se ataca desde muchos flancos el derecho de los trabajadores a sindicalizarse y no sólo los criminales responsables directos de esa masacre jamás fueron castigados sino que, también, han escapado a la acción de la justicia, los responsables de centenares de asesinatos políticos y aquellos otros –esos también son criminales pero de lesa democracia- que han traicionado, torcido, burlado sistemáticamente la voluntad popular.

Ciertamente hoy en las páginas de los diarios podemos escribir de cualquier cosa. Faltaba más carajo, jodidos estaríamos si ni siquiera eso pudiéramos hacer. Ciertamente también hoy podemos salir a las calles a manifestarnos sin que necesariamente nuestras vidas corran el riesgo de ser cegadas por las balas de los cuerpos de seguridad. ¿Qué más podía esperarse? ¿Que nos mantuviéramos aun en la barbarie? Ciertamente hay cambios y alternancia; pero de qué sirve la democracia si no se traduce en beneficios concretos; equidad, justicia, oportunidades de empleo digno y bien remunerado para la inmensa mayoría, de qué sirve si se perpetran hoy fraudes de nuevo tipo y los poderes fácticos se entrometen impunemente en los procesos electorales.

Hay cambios, es cierto y muchos son resultado de ese 68 que hoy recordamos y cuya importancia en nuestra vida democrática no podemos negar, pero, como decía ayer mismo Carlos Monsivais, de qué sirve la libertad de expresión ante la impunidad de los criminales de toda laya que actúan, además, en todos los órdenes de la vida pública.

Provoca Pablo al decir “cuando salimos a la calle para exigir la libertad de los presos políticos había unos 40 en la cárcel; cuando terminó el movimiento habíamos en ellas más de 400”. “Salimos a las calles –insiste- para reclamar nuestro derecho a expresarnos libremente, al terminar el movimiento perdimos por años las calles y ese derecho”. “Nos dieron –concluye- una tremenda madriza”. Luego, porque lo suyo no es un amargo lamento sino todo lo contrario, revira; “Nuestra causa sigue viva”.

La conciencia de que se sufrió una derrota entonces, ni desmoviliza, ni amarga a los verdaderos luchadores sociales, tampoco traiciona a los mártires, ni reduce las hazañas de esos luminosos días, ni les resta tampoco, ni un ápice de su importancia capital en nuestra historia; por el contrario; nos obliga, nos compromete. “Dos de Octubre no se olvida”, reza la consiga. Pablo nos dice, nos provoca; no sólo de recordar se trata sino, precisamente y porque la victoria está aun pendiente, de continuar la lucha.