Quizás la solución final al problema del narcotráfico pase por la legalización de algunas drogas como la marihuana y la cocaína. No lo sé. En todo caso ese es un debate científico que está pendiente. Lo cierto es que por ahora el solo plantearse el asunto es, de alguna manera, hacerle el juego al crimen organizado. Más allá de las consideraciones éticas y científicas que habrá que analizar, lo cierto es que no se puede, en las condiciones geopolíticas actuales, lograr un consenso internacional sobre este asunto y mientras eso no suceda habrá que cometer crímenes, que han escalado brutalmente su nivel de violencia, si se cultiva, se trafica o se vende droga y se pretende exportarla o consumirla más allá de los territorios donde ha sido legalizada.
Hay pues, necesariamente, una cadena de crímenes detrás de ese tan civilizado y progresista comportamiento de los holandeses donde la marihuana ha sido legalizada. Una cadena que lo es también de valor. Los narcos ganan más en la medida en que lo que trafican está prohibido y todavía más porque su negocio está totalmente fuera de cualquier otra fiscalización que no sea la de los cañones de los fusiles de sus competidores. Ante la brutal inocencia de los europeos lo cierto es que balas y toques, balas y pases, balas y píldoras o pastas están allá en los Países Bajos tan íntimamente ligados como lo están en las selvas de Colombia.
Otro tanto sucede en México donde muchos jóvenes o adultos –ni la edad, ni el oficio, ni la condición social tienen para este efecto importancia alguna- consumen droga sin conectarla de ninguna manera con fenómenos criminales y eso que aquí decapitados, ametrallados, cuerpos con mensajes tatuados en la piel o pegados con carteles aparecen tirados todos los días en cada vez más ciudades del país. Qué va. La droga es una moda más, piensan unos, una añeja tradición piensan otros; una necesidad de participación y representación social como tantas otras dicen los intelectuales, una forma de inspiración alegan los alivianados, una manera de lidiar con el stress de la vida cotidiana dicen los que viven tensos y pasan todos ellos, en general y sin sospechar siquiera esa conexión criminal entre su consumo personal y la droga que llega a sus manos, a enumerar la larga lista de los efectos perniciosos del café, el alcohol, el tabaco y otras drogas legales.
Habría que hacer conciencia en estos cada vez más amplios sectores de la población; sobre todo entre los jóvenes, no solo de las características adictivas de la marihuana y de los daños fisiológicos y neurológicos que puede causar sino, sobre todo, del hecho incontrovertible de que hasta el más inocente carrujo de esa droga blanda está teñido de sangre. Otro tanto sucede con el éxtasis, las nenas, las pastas o como quiera que se le llame a la variedad cada vez mayor de droga de diseño que circula o las grapas de coca que consumen con tanta ligereza y tan sana alegría, en antros y fiestas particulares, aquellos a los que el dinero les alcanza para diversiones más refinadas. Esa droga, tan refinada, de tan buen gusto, tan inocua al parecer, está precedida de acciones criminales de capos y sicarios a lo largo y ancho del país.
El más inocente distribuidor personal de droga está conectado a alguien cuya inocencia comienza a deslavarse en la medida en que maneja cantidades mayores de droga y este a su vez debe entrar forzosamente en contacto con otros que ya empiezan a portar armas y estos con otros que están acostumbrados a usarlas con brutal soltura. La cadena no se cierra ahí; siguen los capos, más sanguinarios mientras más poderosos y luego los carteles internacionales y luego aquellos que en los círculos gubernamentales (la CIA y el Pentágono saben de sobra que esto es así) utilizan la droga, su tráfico y su consumo como parte de su arsenal ideológico (la guerra de Viet Nam), como moneda de cambio (Camboya, la contra nicaragüense o Afganistán y Al Quaeda) o como factor de aletargamiento de aquellos segmentos de población a los que la edad, la cultura o la falta de ella, la marginación, la injusticia crónica tornan insatisfechos y levantiscos.
Antes los carrujos de marihuana se vendían envueltos en papel periódico en el que se podían leer crónicas de los horrendos crímenes del narco en Colombia. Hoy cuando un pequeño distribuidor empaqueta los “guatos” lo hace con periódicos como el de este jueves que habla de los 22 muertos de Sonora o como el de hoy en el que por desgracia no habrá de faltar noticias como esa.
jueves, 17 de mayo de 2007
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1 comentario:
Tenemos un grave problema y ese es el crimen organizado (?) y sus derivaciones : narcotráfico , pornografía infantil y demás porquerias , creo que ese debe ser el motivo de nuestra atención . No podemos desviarnos hacia otros temas de los cuales todavía no se ponen de acuerdo los investigadores y cientificos : que el vino es bueno para la salud ( en especial para el corazón ) que el café nos aporta beneficios y que la marihuana es paliativa en enfermedades terminales ... al fin y al cabo son aportes de la naturaleza . No hay cártel del café o del vino .
El problema empieza cuando se crea un mercado y en seguida se hacen leyes para frenerlo . Ya se tienen a los consumidores adictos ( es lo que querían ) y comienza el gran negocio en donde se involucran todos : gobierno , iglesia , policía , medio mundo .
La sociedad es corrupta e hipócrita . Todo está podrido y no me imagino como podemos salir de esto . No hay esperanza .
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