Comprendo y comparto el hartazgo y la indignación de mucha gente que quiere este 6 de julio próximo, al anular su voto, emprender una acción contundente de castigo contra los partidos políticos. Mucho me temo sin embargo que esta acción cívica, que se discute ampliamente en los medios y se propaga por la red, tendrá, debido al carácter secreto del voto y a las características de nuestro sistema electoral, poco o ningún resultado. Al contrario. Anular el voto o abstenerse, que son la misma cosa en términos prácticos y legales, termina beneficiando a aquellos, los candidatos y partidos de la peor ralea, que cuentan con el voto duro; el de los intolerantes y el de sus clientelas para alcanzar la victoria. Coincido por tanto con la propuesta de Jairo Calixto Albarrán: hay que votar para joder. Votar no tanto para que lleguen unos, que no parece haberlos buenos por ningún lado, sino para impedir que lleguen o se queden otros, de cuyas malas mañas sabemos de sobra.
El profundo desprestigio del quehacer político, el desfondamiento moral de los partidos, la ola de frustración y desencanto generalizado ante un sistema democrático que naufraga en la corrupción, la impunidad y la ineficiencia, pueden conducirnos –democracia que no entrega resultados no sirve para nada dice Felipe González- a la debacle. Es importante y urgente, si queremos preservar la paz, emprender un trabajo de transformación y rescate, desde la sociedad, de nuestra democracia. Es imperativo también hacer que esta democracia funcione y genere, en un clima de justicia y libertad, bienestar y seguridad para las mayorías empobrecidas. Hay poco tiempo para lograrlo. Esa tarea, hoy está más claro que nunca, corresponde a los ciudadanos y va mucho más allá de tachar con una leyenda, no importa que tan incendiaria o razonable sea esta, la boleta electoral.
Rescatar ese impulso vital, ese viento fresco, que conduce a tantos y desde tantos flancos ideológicos, a promover la anulación del voto, convertirlo en una corriente de acciones ciudadanas de largo aliento que devuelvan la majestad al quehacer político, transformar el debate sobre qué hacer con la boleta en un debate de cómo cambiar el país es, me parece, la más urgente de las tareas. Este 6 de julio no debe ser sino el punto de arranque de la misma.
El fantasma del autoritarismo ronda el país; su instalación entre nosotros pasa, necesariamente, por el descrédito y la descalificación total y absoluta de los protagonistas; candidatos, partidos y autoridades de los procesos electorales. Ciertamente la clase política, salvo honrosas y contadas excepciones que también las hay, se ha ganado a pulso el desprecio popular pero, no debemos ser ingenuos, en esa dirección, en la de propagar el descrédito a rajatabla de la política y los políticos, han trabajado también, porque así conviene a sus intereses y no a los de la ciudadanía, los poderes fácticos y entre ellos con brutal eficacia y enorme perseverancia en su labor de zapa; la televisión.
Debemos estar conscientes de que hay, en este país, donde con tanta frecuencia la televisión privada cae en la tentación de interpretar y suplantar la voluntad popular, el peligro real e inminente de que una iniciativa cívica de rechazo a los partidos en las urnas, pueda ser utilizada para dar la puntilla al sistema democrático. Estemos atentos pues de no ayudar a otros en la demolición de lo que queda en pie de las instituciones
Que se suiciden los partidos si quieren pero que no nos arrastren con ellos. Acusar el deterioro de la clase política, hacerlo evidente, combatirlo con acciones ciudadanas no puede ni debe significar tampoco y para no hacerle el juego a nadie, renunciar a la política y extender entonces patente de corso a charlatanes y dictadores en ciernes.
Comparto la indignación ciudadana ante las insulsas campañas políticas. Me ofende esa interminable sucesión de rostros que desde los postes y anuncios espectaculares repiten sonrisas y lugares comunes. Publicistas y mercadólogos, ante la sumisión y obediencia supina de dirigentes y candidatos de todos los partidos, han transformado el debate sobre el rumbo del país en una competencia comercial de la más baja estirpe. No hay propuestas, ni ideas, sólo slogans y muy desafortunadas puestas en escena. Los candidatos son productos; los electores compradores potenciales a los que se pretende conquistar pulsando sus más primitivos instintos. Esta miseria que nos ahoga no justifica, sin embargo, la campaña televisiva contra la propaganda política. Los ciudadanos tenemos derecho a saber por quién votar, a conocer sus ideas –en el caso de que las haya claro- los concesionarios, aunque les pese, tienen la obligación de poner los tiempos de trasmision, que no son suyos, al servicio de la sociedad.
Votar para joder, como propone Jairo y actuar, de la mano con otros, para cambiar el país es mi propósito. Que valga la pena votar y que nunca más nadie se atreva a no respetar el voto, ni menos a traicionarlo cuando gracias a él llegue al poder, esa es mi aspiración y también, como el suyo querido lector, mi derecho.
jueves, 4 de junio de 2009
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4 comentarios:
LA CAMPAÑA VS. EL VOTO..
Es lamentable leer y escuchar a periodistas como Ruiz Healy, Sergio Sarmiento, entre otros, que se lucen despotricando contra quienes se presume llegaran a ocupar un cargo de eleccion en la proxima eleccion federal, promueven el VOTO NULO, como una oportunidad para hacerse ver como hombres de caridad ante la necesidad latente de nosotros los ciudadanos de tener representantes honestos y con respeto a esto que se llama PATRIA.....Mas sin embargo, son ellos los mercenarios del oportunismo empresarial de TVAZTECA y TELEVISA y otras televisoras que buscan cobrar la factura al no poder hacer un negocio rentable en la transmision de spots absurdos y vanos como los que vimos en la reciente eleccion 2006, que representaba para ellos el quedarse con un 60% del costo de la eleccion total..... es una venganza.
Yo pregunto...... Porqué no promueven una campaña para exigir la desaparicion de diputados y senadores PLURINOMINALES...... porqué ningun periodista se atreve a promoverlo?......
Esta demostrado que esos legisladores no son mas que la via facil para mantener el control politico del Congreso todo, es decir,.....
De que diablos nos sirve elegir un representante si los que tienen verdadera voz, son solo aquellos apadrinados por los grupo de poder que solo a ellos sirven?
Porque no promover una campaña para que los electos sean respetados y reconocidos y no sean sometidos a caprichos y ambiciones de los PLURINOMINALES.....
Es como por ejemplo, ver a Manlio Fabio Beltrones y otros cientos mas...... brincar de un lado para otro por la via facil... sin dar cuentas a nadie en una eleccion abierta y democratica....
Ya basta de simulaciones.....EL VOTO ES UN DERECHO LOGRADO.....VAYAMOS A VOTAR...... SOLO EXIGIMOS QUE EN EL CONGRESO ESTEN QUIENE SEAN ELEGIDOS MEDIANTE NUESTRO VOTO...... FUERA LOS PLURINOMINALES.... YA NO APLICAN EN NUESTROS TIEMPOS ACTUALES.
Yo tambien pienso que hay que votar, a ellos que les importa que solo tachemos la boleta, que al cabo que solo los funcionarios de casilla o como se llamen la ven, por eso no tiene caso, hay que votar o si no quieres votar no votes pero ir a tachar la boleta o escribir alguna groseria o reclamo no tiene chiste.
Yo si votare, aunque aqui en mi estado hay un candidato "independiente" que parece que va a ganar o por lo menos va a jalar muchos votos...
Entre quienes denuestan el “voto blanco”, abundan los que carecen del valor para expresar su filia partidista y recurren a aberraciones del tipo “vota por el que sea, pero vota”, “vota por el menos malo” o “…si se les quiere dar una lección votemos contra unos y forcemos a los otros” sin atreverse a expresar abiertamente quiénes son los “unos” y quiénes los “otros” o “los menos malos”. Así de ambiguo, se puede entender que invita a que votemos en contra del PRD en el Distrito Federal, para votar a favor del Verde Ecologísta para forzarlo después a cumplir su iniciativa de muerte a los secuestradores. ¿Es así? Estoy (casi) seguro de que no, pero entonces ¿por qué no decir las cosas con claridad?
Es evidente que Epigmenio se encuentra en el peor de los casos; por un lado le queda claro que “…hay muy pocos entre los candidatos, menos todavía entre los partidos (¿?), que resultan dignos y confiables y merecen ser votados por la ciudadanía.” Pero en el afán de “…no caer en la desesperanza que, con tanta frecuencia, abre la puerta a charlatanes y dictadores” propone una falsa dicotomía: votar o tomar las armas (La guerra es la continuación de la política por otros medios.)
¿Cuál es la trampa en esta dicotomía? Negarse a reconocer que la abstención activa también es una forma de expresión. Y eso es tan obvio que en las mismas Cámaras Legislativas se contabilizan los votos a favor, en contra y LAS ABSTENCIONES. ¿Por qué si a los que cobran por votar (diputados y senadores) se les reconoce el derecho de abstenerse, a los ciudadanos se les sataniza por decidir hacerlo?
El voto blanco es una demanda un favor de un cambio, y éste cambio ha sido puntualizado ya:
1. Reducción del gasto público que los partidos se regalan desde el Congreso. Transparencia al manejo presupuestal del Congreso.
2. Derogación de cualquier mandato que limite el derecho a la información y a la libre expresión respecto de candidatos, más aún si es negativa (párrafo del artículo 41 constitucional).
3. Derogar la expropiación que los partidos han hecho del derecho de representación popular. La ciudadanía mexicana debe bastar para votar y ser votado.
4. Eliminación de los diputados y senadores de representación proporcional.
5. Reelección de legisladores y presidentes municipales como forma de profesionalización y de compromiso con sus electores.
6. Limitación del fuero legislativo.
7. Recuperación de la autonomía del IFE, cancelada por los partidos con la imposición de un contralor nombrado por la Cámara de Diputados.
Finalmente, Hannah Arendt señalaba que la política se basa en la pluralidad de los hombres, y aunque me repugne, admito el hecho de que Healy y Sarmiento compartan la opinión sobre el voto blanco.
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