Obligado estoy a postergar, una semana más, la segunda entrega de “A mí Twitter no me da miedo”. Dejo pendiente un debate con Ciro Gómez Leyva quien, sin referirse a mi escrito donde, por cierto, lo mencionaba con nombre y apellido, habla de “esos viejos resentidos del 2006 que eructan las diatribas de costumbre”. Al tiempo que “me pongo el saco” pido al lector paciencia y comprensión.
Imposible resulta ahora para mí y luego de escuchar la entrevista que Carmen Aristegui hiciera a la mujer y los hijos de Marcial Maciel no ocuparme en este espacio de los muchos crímenes –que no pecados- cometidos por ese hombre indigno y también por aquellos que sabiendo callaban y los otros muchos que, pese a la evidencia, no querían ni oír, ni ver, ni dejar que esos crímenes salieran a la luz.
El manto de impunidad tejido por sus “hijos” y “hermanos” de la Legión de Cristo, que hoy se dicen sorprendidos y contritos, por la alta jerarquía eclesiástica, cuya voz ni siquiera se ha alzado, permitió a ese hombre seguir destruyendo vidas.
Otro tanto hizo la influencia desplegada por sus muchos y muy poderosos amigos que le permitió sortear o callar las muchas acusaciones que, desde muy temprano en su carrera religiosa, le fueron hechas.
No se trata sin embargo, como dicen hoy los Legionarios, de esperar mansamente a que sobre Marcial –“que ya está frente al Señor”- caiga la justicia divina por su “conducta impropia de un sacerdote católico” sino de exigir que el peso de la ley de los hombres, que ya no puede castigar sus delitos, caiga sobre sus cómplices.
He tenido la fortuna, el privilegio, de conocer sacerdotes como los jesuitas Ignacio Ellacuria, Segundo Montes y Martín Baró que tuvieron la valentía de ser consecuentes, hasta el martirio, con su fe cristiana, que es –diría Serrat- también la fe de mis mayores. En ella crecí, de ella abrevé los principios de equidad y justicia.
Vivos en mi corazón están todavía Monseñor Sergio Méndez Arceo y el Arzobispo mártir Oscar Arnulfo Romero. Es en su nombre, en el de su memoria mancillada por Maciel y sus cómplices, que escribo y también en el de mi anciana y luchadora Madre para quien la fe, esa fe en nombre de la cual Marcial se hizo de tanto poder e influencia, es motor, aliento, esperanza y a quien hoy indigna, duele y avergüenza saber de los crímenes de Maciel.
Muchos sacerdotes se han comprometido, a lo largo de la historia de nuestro continente, con la causa de los más pobres, los más humildes. Han sabido ser –como lo fue Romero en El Salvador- la “voz de los sin voz” y han sido y son por ese motivo reos de inquisición, carne de presidio.
Marcial Maciel jugó siempre del lado contrario. Esclavo del dinero hizo todo, dando la espalda a los principios elementales de su fe, para servirlo y para servirse de él. Fue lo suyo, como lo es de la alta curía, el fasto y la opulencia.
Imposible resulta creer, oyendo de las andanzas de Maciel, que sus más cercanos en la Legión no supieran –siendo que se desaparecía continuamente- de su doble y hasta triple vida. Imposible pensar que la información de sus crímenes, los lamentos de sus víctimas no hayan corrido por los vasos comunicantes de la orden.
El voto de obediencia que ahora esgrimen como cortada, no los exime en absoluto de responsabilidad. Le han fallado a Dios y le han fallado al César.
Al primero, a Dios, han de responder por sus pecados; allá ellos y su conciencia. Que hagan pues penitencia y que las puertas del paraíso se cierren ante ellos.
Al segundo, al César, han de responder por delitos que, a cualquier otro, debería poner a las puertas de la cárcel.
Otro tanto tendría que suceder con Cardenales y Obispos que en Roma, México y tantas capitales y siendo tan duchos en el arte de la intriga y poseedores de tan vastos y eficientes aparatos de inteligencia hoy se dicen ignorantes de “los pecados” de su hermano Maciel.
Con el dinero, poder e influencia que, a manos llenas hacía llegar Marcial a la alta jerarquía, compraba no sólo su silencio, sino también su absolución incondicional y las prebendas y privilegios que le volvieron figura prominente de la corte vaticana y la curía mexicana y tanto que, a punto estuvo, de ser beatificado.
Se hizo el papado de enormes riquezas vendiendo a los pobres e incautos indulgencia. Traficantes del reino de Dios los altos prelados han medrado siempre con la esperanza de obtener accesos directos al paraíso. Otras veces, en nombre de la extensión de ese reino en la tierra, es decir de “su propio reino”, han organizado guerras y masacres.
Marcial no buscó a los pobres; dejó a otros, toda la iglesia para él era una orden mendicante, medrar con los centavos. Persiguió el oro puro, buscó a los ricos y les ofreció hacerlos pasar, con rumbo al cielo, por el ojo de una aguja asegurando a la Legión mientras tanto una buena tajada del botín en la tierra.
Murió Marcial Maciel; sus crímenes sin embargo, me temo, seguirán vivos mientras su red de complicidades se mantenga. Esos que antes negaron sus delitos hoy, para sobrevivir a la debacle, intentan negarlo a él.
www.twitter.com/epigmenioibarra
jueves, 4 de marzo de 2010
Suscribirse a:
Enviar comentarios (Atom)
1 comentario:
Don Epigmenio,
Mis saludos desde Guadalajara de una asidua lectora.
Sobre los cómplices y encubridores de Marcial Maciel debe usted saber que en el periódico Mural (Grupo Reforma) de Guadalajara todos los domingos publica un artículo el legio Juan Pedro Oriol de origen español (También publica una monjita del Opus Dei y un rabino: le llamamos la hojita parroquial de Mural) El padre de Oriol es un banquero en Barcelona quien maneja todo el capital y propiedades de la Orden. Es facil encontrar la información en internet. A lo que voy es que me indigna, y como que los lectores no alcanzan a relacionar los hechos, que un farsante, manipulador y encubridor de Maciel utilice su espacio editorial para tratar de lavar, a estas alturas, la imagen de Maciel y de la orden. Por cierto, Oriol es el editorialista !más leído de Mural! Lo que me perturba es si la empresa Grupo Reforma tiene algún compromiso económico con los legios pues de otra manera no me explico como pueden tener a Oriol en su equipo editorial y más cuando arguyen "una crisis económica" por la que fuimos despedidos decenas de reporteros y de editorialistas de Mural recientemente. Como lectora he pedido su salida pero no recibo ni respuesta y, en los comentarios de lectores, nadie me acompañe en esta solicitud. Creo que si Mural o el Grupo Reforma sacara a este tipo de sus páginas recobraría credibilidad y confiabilidad y terminaría de una buena vez con esta farsa que ya lleva diez años en Mural. Me despido y lo felicito siempre por sus opiniones. Mónica Pérez Taylor
Publicar un comentario