A mi queridísima Yaya quien de tan llena
de vida como estaba hizo a la muerte sentir
-como decía el Maestro Nicol- que estaba
cometiendo un asesinato
De una manera u otra América Latina se enrumba hacia la izquierda. Los antes perseguidos; los sobrevivientes de la clandestinidad, los veteranos de la luchas armada, los apóstoles de las lucha civiles, sindicales y democráticas, los que volvieron del exilio, aquellos que sufrieron vejaciones y torturas, esos, los perseguidos, los masacrados, los olvidados de siempre, hoy tienen en sus manos, en muchos países, las riendas del poder político.
No consiguieron, es cierto, de inmediato la victoria. Cuando las dictaduras cayeron una tras otra y Washington se vio obligado a recular. Cuando se vino abajo –gracias en gran parte a la lucha de estas mujeres y hombres de la izquierda- el andamiaje de poder, corrupción y represión tejido en torno a la doctrina de la seguridad nacional y los abusos ancestrales de las oligarquías criollas, el suyo, el de estos luchadores, parecía ser un papel casi decorativo.
Se repartió la derecha -con asombrosa y camaleónica capacidad de adaptación y una desmemoria aun más asombrosa- presidencias y curules a lo largo de todo el continente. Abandonando a su suerte a los militares, de los que se sirvieron para hacer el trabajo sucio, oligarcas y líderes políticos tradicionales sacaron de inmediato provecho de su nueva fe democrática.
Apenas tolerados, los que emergían a la vida pública desde los sótanos de la clandestinidad o aquellos que salían de selvas y montañas, se mantuvieron, durante años, en la periferia del sistema político convertidos casi en coartada de una nueva democracia que les permitía jugar un rol menor como observadores críticos siempre y cuando abrieran la boca pero se mantuvieran con las manos quietas.
En algunos países, los menos, las fuerzas de izquierda fueron ganando lugares en la oposición parlamentaria. En los más su foro natural era sólo la calle y su destino la marginalidad. De pronto todo cambió. La democracia, dice bien Felipe González, debe para sobrevivir ser eficiente, producir resultados.
Con juguete nuevo en sus manos las formaciones políticas tradicionales, los partidos de derecha, los oligarcas transformados en demócratas, creyeron que se trataba sólo de jugar a las elecciones y turnarse en el poder. De cambios ni hablar. De atender los asuntos e intereses de la mayoría menos. De servir a Washington pasaron a servir al mercado.
Y ahí, en medio de la debacle social que esto ocasionó, se produjo el encuentro. Un encuentro luminoso, sorpresivo, telúrico entre las necesidades ingentes, las demandas y esperanzas de millones de seres humanos hartos de su sometimiento, concientes además de que los votos sirven y luchadores y organizaciones de izquierda que fueron capaces de reinventarse y se presentaron así, ante los electores, como una opción viable de transformación.
¿Y nosotros qué? ¿Por qué ésta, la segunda patria de tantos luchadores latinoamericanos hoy marcha a la zaga? ¿Por qué cuando Lula y Lugo y la Bachelet y Tabaréz Vázquez gobiernan en el Cono Sur? ¿Por qué cuando Mauricio Yunez, candidato del FMLN se acerca a la presidencia de El Salvador, ahí en la tierra de los escuadrones de la muerte y de ARENA? ¿Por qué aquí, digo, vamos, como los cangrejos, hacia atrás?
La crisis económica y social que se avizora puede ser, triste paradoja, la condición que permita a una derecha que se hizo a la mala del poder, perpetuarse en el mismo.
Si no se produce ese encuentro, luminoso y telúrico como se ha producido en otros países, entre la izquierda y la gente, ésta puede echarse –son muchos los ejemplos en la historia y la desesperación es mala consejera- a los brazos de aquel que promete, en falso, estabilidad y unos pesos de más en el bolsillo.
Calderón y los suyos fomentan el miedo a la revuelta. Descalifican a la izquierda. Le cuelgan el sambenito de la violencia. Cínicos, se presentan como defensores de una democracia de la que se han burlado. Apuestan, para legitimarse, a la amnesia colectiva. Hábiles, impúdicos y venales se valen de todo el poder del estado para mantener su letal ofensiva propagandística.
¿Qué hacemos entonces? Urge, desde la izquierda, encontrar la manera de hablar, de actuar, de sacudirse errores propios e infundios ajenos, de reinventarse pues. Urgen frescura, fuerza, imaginación. ¿Qué hacemos, digo, es pregunta, para construir una opción valedera de cambio, una esperanza? “De escultores y no de sastres –decía Unamuno- es la tarea”.
jueves, 12 de junio de 2008
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4 comentarios:
Excelente tu columna como es usual. Solo un detalle, el candidato del Frente se llama Mauricio Funes. Sospecho que alguna rara broma del destino te cambió las letras :D
Saludos desde sta tecla.
Maestro, los siento pero no vamos a comparar a Lopez Obrador con gente como Lula o Mauricio Funes.
Ni al patético clientilismo de partidos como el PRD o el PT con la lucha de los partidos de izquierda del cono sur... ellos nacieron de la sangre de martires, acá presumimos nuestro Tlatelolco como si hubiera sido la dictadura de Pinochet.
Los objetivos de los partidos de izquierda en nuestro país parece que varían de lo útopico a lo demagógico, sin pasar por la praxis. De paso no saben negociar, solo descalificar y gimotear.
Hay gente muy valiosa en la izquierda mexicana, lamentablemente ellos no son los que dirigen ese movimiento aquí.
Solo pa acabar... ¿cuanta validez tendrá la "encuesta" de Ebrard, cuando el DF es una de las ciudades mas "privatizadas" del mundo. El Centro Histórico, los segundos pisos, y ahora el metro... ¿Tiene Slim mejores amigos en cualquier otro partido???
Lo agrego por que es un ejemplo típico de la izquierda perredista: "vamos a ver que opina el pueblo de tal cosa espantosa que hace la derecha... mientras nosotros hacemos lo mismo pero pintadito de amarillo y negro y , ahora sí, nada que criticar".
Como dijo alguien por ahí:
“La diferencia entre lo irremediable y lo necesario, es que para lo primero no hay que prepararse. Y sólo la preparación hace posible determinar lo segundo”.
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