(Primera Parte)
Ya no son de madera pero siguen siendo letales. Para ser armas secretas son notoriamente visibles. Suelen llevar dentro, escondidos de manera no demasiado sofisticada, guerreros o dispositivos que consuman una victoria largamente acariciada. Para traspasar las murallas, hasta entonces imbatibles, deben ser arrastrados al interior de la plaza sitiada por los propios defensores de la misma, que se rinden ante su misterio y majestad como no lo hicieron frente al empuje de las armas.
Son, uno tras otro, porque en todas las guerras aparecen, la repetición, en diversas versiones tecnológicas, de aquel caballo de Homero con el que se consumó la destrucción de Troya. ¿Por qué ante un ardid tan antiguo como conocido siguen cayendo, como si se tratara civiles incautos, los más fieros y astutos guerreros?¿Por qué, por ejemplo, le pasó lo mismo a las FARC?, ¿Qué los hizo pensar, carajo, en qué cabeza cabe, que ese helicóptero -¡vaya caballo!- no era una trampa?
Príamo y sus huestes, allá en Troya, estaban desgastados por la guerra y el sitio prolongado. La población de la ciudad que sufría los estragos del cerco estaba harta del conflicto. Los guerreros, que no cedían en el terreno de combate tenían, sin embargo, la moral minada por la muerte de Héctor, la cobardía de Paris y las múltiples profecías que hablaban de su derrota y del abandono de los dioses.
En esas condiciones de descomposición fueron entonces presa fácil del ardid. Vieron partir la flota. Quedó el gigantesco caballo. Ahí estaba frente a ellos y lo creyeron un tributo a su valentía. Ante él se postraron. Con júbilo lo llevaron dentro de su plaza fuerte. La causa de su derrota, más que la fuerza de sus enemigos que eran, eso sí, “fecundos en ardides”, fue su descomposición como fuerza de combate, su propia estupidez.
Otro tanto sucede, muchos siglos después, a las FARC en Colombia. Sin ideales revolucionarios, esa fuerza cuya lucha ha perdido el sentido social, insurreccional, se descompone aceleradamente. Con plata, y mucha, Uribe no hace sino profundizar esa descomposición. Comprar guerrilleros que perciben un salario, que no tienen ideales, es sólo cuestión de saber hacerles la oferta adecuada y de combinarla con una precisa y constante presión militar. Ambición y miedo dan resultados.
Los comandantes de las FARC acostumbrados, al contrario de los troyanos, a no librar, en lo posible, combate y eso a pesar de ser por su tamaño y poder de fuego la fuerza guerrillera más grande de la historia de América Latina, optaron por métodos más cómodos y de tinte claramente delincuencial como el secuestro. Al actuar así preservaron (al fin seguidores del dogma de la guerra popular prolongada) intacta su fuerza pero se ganaron el repudio internacional y ocasionaron la erosión total de su base social.
Sin capacidad ni voluntad real de acción ofensiva pues, cada vez más presionados en los que antes –en tiempos de largas treguas- fueron sus santuarios, las vidas de unos cuantos rehenes se volvieron su única arma de presión política-militar sobre el gobierno colombiano. Sin esta ventaja táctica, sin esta mercancía más bien, en su poder, se han quedado –aunque conserven las armas- con las manos vacías. Si guerrilla que no combate se corrompe; secuestrador sin rehén no vale nada.
Se les murió también y por eso cayeron en la trampa su Héctor criollo; el legendario Tirofijo. A otros jefes los traicionó su propia seguridad y desde la caída, producto de una laxitud rayana también en la estupidez, de Raúl Reyes hasta los aliados regionales; Chávez y Correa –sus dioses tutelares- les dieron la espalda. Algo tendrán en su poder los militares colombianos, luego de lo de Reyes, que hasta que el rojo de Chávez se tiñó de rosa.
Dicen Uribe y sus generales que “infiltraron al Secretariado” y dieron a través de los mismo órganos de comunicación del alto mando guerrillero las ordenes de traslado, concentración y finalmente de movilización aérea de los rehenes. Difícil de creer pero posible; todo es posible en Colombia que por algo es la tierra de Gabriel García Márquez.
Complicado ha de ser ahora estar en el pellejo del recién estrenado, como Jefe supremo, Antonio Cano. Más allá de la derrota que implica el rescate está la sombra de la duda, de la sospecha que, muy hábilmente, Uribe y sus generales han sembrado en su entorno cercano. Imposible casi mandar a una fuerza presionada, dispersa y descompuesta por las ofertas del gobierno cuando se carga con tal descrédito. Difícil operar si no se puede tener confianza en los más cercanos de los colaboradores. El caballo de Troya, en este caso, tiene todavía poderosos y corrosivos efectos secundarios.
Y uno de ellos, el más pernicioso y no sólo para las FARC cuya derrota la tienen merecida, es que en la sed de triunfo y sintiéndose legitimados por el hecho de rescatar rehenes, Uribe y los suyos se saltaron trancas que han permitido actuar, salvando muchas vidas inocentes, en las más cruentas guerras, a organismos humanitarios. De eso, de esta transgresión, que ya no ardid, a las normas de la guerra, del disfraz –sin emblemas- del caballo de Troya colombiano hablaremos la próxima semana.
jueves, 3 de julio de 2008
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3 comentarios:
felicidades por tu articulo me es muy grato poder leerte gracias por ser nuestro amigo pablo luvinoff patriarca de los ngitanos mi coreo es pubajaguar310@hotmail.com
Reciba un saludo de parte de todos los que somos. Su escrito nos ha parecido muy interesante y lo quicimos compartir con nuestros amigos a través de: www.corporativo9.com en la sección de textos.
Esperamos no sea molesto nuestro atrevimiento. De ser así, lo removeremos de inmediato y nos disculparemos en tiempo y forma. Mientras eso no suceda, le decimos: FELICIDADES.
Somos un conglomerado de colectivos especializados en alimentar portales y estaciones de radio con nuestros programas. Esperamos un día pueda escucharnos.
Atte. Ulysses O. del programa La Cloaca Internacional
Reciba un saludo de parte de todos los que somos. Su escrito nos ha parecido muy interesante y lo quicimos compartir con nuestros amigos a través de: www.corporativo9.com en la sección de textos.
Esperamos no sea molesto nuestro atrevimiento. De ser así, lo removeremos de inmediato y nos disculparemos en tiempo y forma. Mientras eso no suceda, le decimos: FELICIDADES.
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Atte. Ulysses O. del programa La Cloaca Internacional
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