Primera parte
No se vale teñir la política con la sangre de las víctimas de la delincuencia organizada o aprovechar el dolor de sus deudos para tomarse la foto y hacerse propaganda. Es preciso que Felipe Calderón y sus publicistas se contengan y no utilicen estos trágicos sucesos hechos para golpear a sus adversarios políticos. Otro tanto deben hacer los dirigentes partidistas o los gobernantes de otras entidades federativas que tratan de establecer una competencia macabra; tantos muertos aquí, cero allá. Es inmoral sacar raja política de la muerte violenta de un inocente.
No es mi intención tampoco lanzarme a la defensa del gobierno capitalino. Creo simplemente que nadie, absolutamente nadie, en ninguno de los tres niveles de gobierno puede decirse libre de culpa y arrojar la primera piedra. Nadie, tampoco, puede adjudicarse éxitos reales y consistentes en la lucha contra la delincuencia y ponerse a sí mismo o la institución que dirige como ejemplo.
Vivimos en las ciudades y en el campo una profunda crisis institucional. El crimen avanza y el estado no está cumpliendo con una de sus tareas esenciales, una de las que da sentido a su existencia: asegurar la vida y el patrimonio de los ciudadanos. Que nadie se llame a engaño pues; la seguridad y la justicia siguen siendo, para todos los gobiernos, de todos los signos en nuestro país, una asignatura pendiente.
Más allá de la incapacidad patente de los gobernantes, de la ineficiencia y corrupción atávica que prima al interior de muchas de las instituciones supuestamente responsables de velar por la seguridad publica, de la irresponsable falta de coordinación entre los distintos cuerpos policíacos; esta crisis, de la que apenas –me temo- vivimos sólo la primera fase, tiene su origen, tal y como sucedió en la ex Unión Soviética, en la caída, así sea sólo de la silla presidencial, del antiguo régimen.
No es que con el PRI en la presidencia no fuéramos, como somos hoy, victimas del crimen organizado, es que el control social de este partido basado en la corrupción como moneda de cambio, permitía una especie de equilibrio que hoy se ha perdido. Delincuentes, políticos y policías se repartían el botín; para todos alcanzaba y el que se desmandaba recibía su merecido.
Era esta la patria de la impunidad y el silencio. De la injusticia y la simulación. De la mordida, de la tranza. Caciques, comandantes y capos eran uno solo y la válvula de la delincuencia la operaba, a punta de una precisa mezcla de represión selectiva e impunidad, el propio estado.
Los bandoleros pagaban su coima y la policía daba –también a quien pagaba- resultados. Los ciudadanos eran victimas de ambos. El calendario electoral, las presiones externas, la megalomanía de los gobernantes los volvía de pronto campeones de la justicia y otras veces, si así convenía a sus intereses, distantes observadores, desde la seguridad del palacio, de la violencia en las calles. Así íbamos remando hasta que la alternancia en el gobierno central se instaló entre nosotros y a la mafia en el poder la sustituyó, ya sin coto alguno, la mafia en las calles.
Sucede así en las transiciones democráticas. Sucede así cuando cae un régimen totalitario y cuando sus instrumentos de control se desmadejan. Hacen falta entonces dirigentes de enorme valor, integridad y patriotismo para impedir que el país, sometido a ese proceso de descompresión autoritaria, se hunda en el abismo. Hacen falta también instituciones sólidas o la firme voluntad de construirlas. Nosotros, desgraciadamente, ni tuvimos esa suerte, ni tuvimos a ese gobernante y muy poco respeto nos merecen nuestras instituciones.
Como en la ex Unión Soviética nos tocó aquí, con Vicente Fox, a nuestro Boris Yeltsin. El de allá, borracho de vodka, terminó por entregar a la mafia el país entero. El de acá, borracho de poder y de ambición, perdió la oportunidad histórica de cumplir con el mandato popular del que, supuestamente, emanaba una enorme fuerza; la suficiente para dar la batalla. Cobarde Fox no sólo entregó al crimen organizado enormes parcelas del territorio nacional, sino que dio, a punta de desatinos y traiciones, el tiro de gracia a las instituciones.
Otro determinante de la crisis que vivimos es la vecindad con los Estados Unidos y la criminal tolerancia de su gobierno al tráfico y consumo de drogas en su territorio. Esa laxitud en el combate de las adicciones sumada a la ineficiencia de los cuerpos policíacos y a la galopante corrupción –allá también se cuecen habas- de la justicia estadounidense, que se cruza de brazos frente a los capos locales, hacen que aquí, con dólares y armas por montón, corran ríos de sangre.
Jamás los criminales en México tuvieron tanto dinero, tanto poder de fuego tan vasto territorio y tantos recursos para organizarse. Triste dilema el nuestro; si se aprieta al narco, como se está haciendo, los criminales cambian de giro. Rendirse ante él, sin embargo, no es una opción. Tampoco lo es volver al autoritarismo o pensar que la muerte se pague con la muerte. ¿Qué hacemos pues?
viernes, 8 de agosto de 2008
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4 comentarios:
Me gustaría poner un ejemplo de acción limpia: María Isabel Miranda de Wallace.
Su hijo, aún desaparecido, fue víctima de secuestro. Aún no se sabe si sigue vivo o muerto. Y esta mujer ha dedicado cada día de su existencia, desde hace tres años (porque fue capturado el 12 de julio de 2005)a la búsqueda de Hugo Alberto Wallace Miranda.
Gracias al coraje, a la no respuesta de las autoridades, a la ausencia del Estado en materia de seguridad fue que María Isabel consiguió encarcelar a más de tres involucrados en la presunta muerte de su vástago.
Ell no sólo se ha gastado su fortuna en espectaculares, en recompensas; se ha deteriorado su alma y su convicción, pero no las ganas de hacer pagar por los medios legales a quienes le privaron de su hijo.
¿Qué podemos hacer señor Ibarra?
Pues si Miranda de Wallace ha logrado hacer justicia con su mano y legal, entonces nosotros podemos. Porque somos quienes estamos en los medios de comunicación, somos quienes nos hacemos llamar intelectuales de conocimiento actual e histórico, quienes tenemos las armas para dar información a la sociedad tenemos en las manos la oportunidad para poder presionar al Ejecutivo, al Legislativo y al Judicial para que renueven nuestras leyes; si no se renuevan estamos nosotros, quienes tenemos estas habilidades y conocimientos que podrían ayudar creando iniciativas y propuestas para el Congreso. ¿O qué nada más estamos de título profesional o porque nos gustó cómo sonaba eso? Actuemos.
Si María Elena Morera tiene una organización que exige seguridad, si Wallace va a crear la suya, me parece que las puertas están ahí para que nuestras ideas se desarrollen. Es necesario proponer, urge crear soluciones. Basta de criticar, dejemos ya de aventarnos los unos a los otros. Este país está ardiendo y no precisamente en aras de una modernidad, sino en pos de una revolución por la ausencia de la legalidad y la legitimidad en los poderes de la unión, en el Estado, en las instituciones.
Señor Ibarra, nosotros tenemos la posibilidad de apoyar con ideas, algunos con dinero, otros no; pero es de suma importancia organizar a esta sociedad civil para hacerle notar que vamos a trabajar todos juntos en pos de un México sano, de una República democrática, representativa y federal, tal como lo dicta nuestra Carta Magna.
Esa es mi propuesta aquí, allá o acá contactaré a Miranda y a Morera para proponer alternativas que mejoren esta seguridad.
DON EPIGMENIO. NO LE PIDA PERAS AL OLMO,DESGRACIADAMENTE,LOS "GOBERNANTES"DEL COLOR QUE SEAN Y EL NOMBRE QUE TENGAN;¡TODOS SON IGUAL!. AL MENOS HASTA EL MOMENTO EN QUE ESTO ESCRIBO,NADIE,NADIE.EN SUS DISCURSETES,HABLA DE PONER EN "PRACTICA",NO EN "PLANES,LA SEGURIDAD DE "LOS GOBERNADOS".
¡AH!,PERO ESO SI,YA SE HABLA DE GASTAR MAS MILLONES,QUE PARA REFINERIAS NO HAY,EN LA "SEGURIDAD",DE LOS "GLORIOSOS LEGISLADORES"QUE SE "LA RAJAN"POR EL PUEBLO.
MIENTRAS TANTO,FELIPE PREOCUPADO POR LOS RESULTADOS ECONOMICOS QUE DIFUNDE 'INEGI',MANDA SUPLIR A LOS ACTUALES CON EL "FOXISTA E INUTIL";SOJO,PARA QUIEN LOS AUMENTOS COMO SON "CHIQUITOS,NO'MAS VAN A DOLER TANTITO.
CON EL INUTIL SOJO EN INEGI,YA LOS NUMEROS DE CALDERON EN "BIENESTAR Y EMPLEO PARA TODOS",VAN A CUADRAR CON LOS DE LA INDEPENDIENTE:INEGI.
La pregunta de su artículo es pertinente: ¿qué hacemos? Es común escuchar a varios que se quejan de la "lucha frontal contra el narcotráfico" y pareciera que lo mejor era lo que sucedía hasta hace poco: el liberalismo del narcotráfico, es decir, dejar hacer, dejar pasar. Sin embargo, como dice, si se abandonara la "lucha", "que dios nos agarre confesados". Es necesario agregar otros elementos a la "lucha" y no dejarlo todo en operativos. Pero no se puede simplemente rendir la plaza esperando que la seguridad de antes regrese.
Buenos días.
Estoy absolutamente de acuerdo contigo Epi. Nadie, ni Gamboa o Creel, ni mucho menos Ebrad o Calderón debieran mezquinamente llevar agua a su molino con esta u otras tragedias; ni el alcalde de Naucalpan quien en algún programa de TV presumió que en su municipio se duerme en santa paz hasta en la plaza principal.
Así mismo se solazaron con la tragedia, como acostumbran las televisoras nacionales, los Dórigas, Ferríces, Lorets y Adelas. Y oyéndolos, yo me pregunto: ¿y quien habla por los miles de secuestrados, violados, vejados, asaltados, a lo largo y ancho del país, en territorios priístas, panistas o perredistas, que no tienen derecho de picaporte en cualquiera de los edificios principales del Zócalo de la capital y de los palacios de gobierno de los estados?
¿Quien guarda un respetuoso silencio por esos pobres jodidos? ¿Que sus deudos lloren y se conmuevan allá en su barriada? ¿En su casita de interés social en alguna colonia que año con año se inunda de aguas negras con la complacencia y complicidad de sus autoridades? ¿que allá le guarden jodidos minutos de silencio? ¿Qué los Ebrad y los Calderón y los Gamboas no trabajan también para esos jodidos?
Y si hemos de guardar silencio tanto por los jodidos como por los de familias “bien” asaltados, asesinados, violados, etc. en todo el país,
¿de cuantas semanas sería el silencio nacional?
Y, lo saben muy bien, principalmente Ebrad y Gamboa por haber estado directamente involucrados y no haber hecho nada bien: no es cuestión de elevar las sanciones ni de imponer la pena de muerte que eso ni soluciona ni palía siquiera el problema.
Necesitamos que todos los políticos se quiten esa ridícula máscara de redentores y se sienten a dialogar como adultos responsables, haciendo a un lado sus payasadas partidistas y estudien y lleven a cabo una profunda y cerdadera restructuración del poder judicial de todo el país. Revisando todo el proceso y elementos. Desde el policía de barrio hasta el último magistrado, sistemas, controles, capacitación, supervisión, transparencia, protección, etc. de tal suerte que antes que imponer sanciones más severas se pueda echar guante a los hampones y asesinos para que luego sean procesados conforme a derecho y de manera expedita, justa y enérgica.
Una manera de comenzar, a mi juicio, debería ser imponer penas mucho más severas para todos los integrantes de los tres poderes que delinquen aprovechando la placa, puesto o fuero delinquen con la mano en la cintura a sabiendas de que nadie les tocará, llámense policías, agentes de tránsito, secretarias del ministerio público, secretarias (os) de acuerdos, agentes, jueces, etc. Sistema correccional y penitenciario incluídos obviamente. Por allí podríamos empezar. Otro filtro debería ser el constante escrutinio de la manera en que viven los policías, agentes, secretarias, ministerios públicos, jueces y demás, pues bien dice el dicho: El amor y el dinero no se pueden esconder y ¡el dinero mal habido y a carretadas, menos!
Mientras el sistema de impartición de justicia no funcione correctamente y la moral y honestidad nacional no sea al menos coherente de nada sirven las cadenas perpetuas o las penas de muerte.
Un abrazo desde Chihuahua
Jesús Antonio Clavé
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