jueves, 4 de noviembre de 2010

TODOS LOS DÍAS SON DÍA DE MUERTOS

10.035 ejecutados en lo que va del 2010 y los que faltan. Vaya Bicentenario ensangrentado el nuestro. ¿Quién puede pensar que este sea el camino adecuado para vencer al crimen organizado? ¿Quién, en su sano juicio, puede afirmar que aquí se está gestando una victoria? Sobre una pila de cadáveres y más de este tamaño, no se construye la paz y menos todavía se establece el imperio de la ley.

Escribí la semana pasada, en este mismo espacio, otra carta a Felipe Calderón Hinojosa a propósito de su estrategia de combate al crimen organizado; la “única” y “eficaz” según él. No obtuve, como en otras ocasiones y pese a que muchas personas en las redes sociales, me apoyaron reenviándosela a la propia cuenta de Twitter de Calderón, ninguna respuesta. Vuelvo hoy a poner el dedo en el mismo renglón. Las cifras de la muerte me impulsan a hacerlo.

En esta guerra, a la manera en que Felipe Calderón insiste en librarla, está muriendo el país. No son sólo delincuentes y sicarios los que caen acribillados todos los días; también caen abatidos el respeto colectivo a la vida, la capacidad de indignación y asombro ante la barbarie, la idea, fundacional, de que son las leyes las que establecen códigos y formas de castigo para los criminales.

Impera en nuestro país la ley del talión y sólo alguien de pensamiento muy obtuso, claras tendencias autoritarias y propensión a la intolerancia como norma de vida, puede considerar que estos muertos no importan y que, por el contrario, así se limpia, se desbroza el camino pues son los criminales quienes se asesinan entre ellos.

No puede la gente vivir inmune ante tanto cadáver regado por calles y caminos de nuestro país. Acostumbrarse a los ejecutados, a los decapitados, deshumaniza; hace que el miedo se vuelva la única forma de relación con los demás y que comience a desearse, para sobrevivir, que aquel que representa una amenaza sea fulminado sin mediar proceso legal alguno.

En esa dirección trabajan los propagandistas del régimen. Es ese el centro de un discurso gubernamental, repelente a la critica, en el que la cantidad de ejecutados se acompaña por la inmediata y efectiva condena extrajudicial: “Se matan entre ellos mismos”.

Desde el poder se alienta la falta de respeto por la vida y por la ley. Con el argumento de que el gobierno no se arredra y los causantes del mal son los delincuentes termina por justificarse la barbarie. Desde el poder sitiado por sus propios errores se alimentan la venganza, el linchamiento.

“Quien no está conmigo está contra el país” insisten Calderón y sus propagandistas mientras continúan, sin mostrar preocupación alguna, el alegre recuento de las víctimas a las que, a fin de cuentas consideran, inmersos en la lógica de la venganza, como “bajas enemigas”.

En esa dirección trabajan también y con enorme y terrorífica eficacia –mayor por cierto que la del sistema judicial- los criminales. Suben a las redes sociales videos de interrogatorios y juicios sumarios como antes han subido ya torturas y asesinatos.

Se dan el lujo de dar pistas públicas a los investigadores gubernamentales para que descubran los motivos detrás de una masacre o los conducen a la fosa clandestina donde los perpetradores, que también habrán de ser ejecutados, enterraron a sus víctimas.

Como sólo por la fuerza se pretende combatir, a causa de la fuerza proporcional aplicada por el enemigo, es que se cae derrotado. La contundencia de las acciones militares es prontamente superada por la inaudita capacidad criminal del narco. Siempre van más allá; superan con creces los índices de barbarie por ellos mismos establecidos.

Había que actuar ciertamente. Convivir con ellos, hacer negocios con ellos, como hizo el PRI. Cederles el país, mantenerse con los brazos cruzados como hizo Vicente Fox hubiera sido criminal. Equivocado también es, sin embargo, actuar de la manera en que lo está haciendo Felipe Calderón Hinojosa.

El más grave quizás de los daños colaterales que su camino, el “único”, el “eficaz” según él, ha producido es el de la transformación de todos los días en Día de Muertos en nuestro país. Tanta muerte mata, corroe, deshace el tejido social. ¿Qué quedará de nosotros al fin de este sexenio? ¿Cuántos más habrán de morir para que quienes gobiernan se den cuenta que se han equivocado?

¿Dónde están los programas de bienestar social en las zonas de conflicto? ¿Cómo se le pretende disputar al narco la base social sin ofrecer oportunidades efectivas de educación, empleo y desarrollo? ¿Y cómo ganar la batalla si no se recuperan los espacios públicos; si caminar por las calles de muchas ciudades es un peligro y los parques y plazas son bastión de criminales?

¿Quién libra contra el narco la disputa, como dice el manual, por “mentes y corazones”? ¿Quién atiende al joven que ha de ser asesinado o habrá de convertirse en asesino? ¿Quién le convence de no tomar el fusil? ¿Quién en el poder se indigna, sufre, se conduele con las víctimas?

Que no se engañe, que no intente engañarnos el Sr. Calderón. Con tantos muertos, no importa quién los mate, no sólo es el enemigo el que sufre pérdidas.



www.twitter.com/epigmenioibarra

2 comentarios:

Alberto Preciado dijo...

muy bueno , esperemos y pronto de verdad pueda haber una solución a este tipo de cosas.

Alberto Preciado dijo...

muy bueno , esperemos y pronto de verdad pueda haber una solución a este tipo de cosas.