jueves, 1 de marzo de 2007

CALDERÓN EN SU LABERINTO

Complicada la tiene Felipe Calderón y tanto que aunque se vista de verde olivo o se presente ante el país como el cruzado de la ley y el orden, para millones de mexicanos, seguirá siendo el suyo un gobierno no sólo manchado de origen sino incapaz de producir los grandes cambios que México necesita. La propaganda, por eficaz que parezca, alcanza sólo para limpiar parcialmente la imagen pública de un mandatario, no para sacudir al país como hay que sacudirlo cuando se pretende librarlo de un grave peligro como el que nos amenaza. Difícil pensar que puede convocarse a la nación a luchar contra el narco, lo que implica necesariamente una reconstrucción de las instituciones, cuando este gobierno ha nacido precisamente de la ruina de las mismas. Con una tenacidad que hace dudar seriamente de su supuesta torpeza o ingenuidad Vicente Fox demolió lo poco que quedaba en pie, entregó amplias porciones del territorio nacional al crimen organizado y todo lo hizo con el propósito de cerrar el paso a su adversario político y sentar en la silla a su candidato. Lo logró; es cierto. ¿A qué costo?

Podrá Calderón poner miles de soldados en la calle; tomarse municipios y estados enteros. Disputar y negar territorio a los narcotraficantes, algo que por pura dignidad y elemental instinto de sobrevivencia se debió haber hecho desde hace mucho tiempo. Arrebatarles incluso algunas zonas, convertidas merced a la omisión criminal de Fox, en verdaderos santuarios. Sacar provecho mediático de esas ocupaciones temporales, de esa victoria pírrica. Cada ciudad, cada pueblo, cada serranía seguirá siendo, sin embargo, una coladera. Tapado un agujero se destapará otro; entre los dedos de la “mano dura” pasarán los sicarios y en medio de retenes y dispositivos seguirán actuando impunemente; hará la prensa entonces –ya lo está haciendo- escarnio de Calderón, el ejército y los cuerpos policiacos y volverá a rondar a su alrededor el fantasma de la falta de legitimidad ahora acompañado por el de la ineficacia. Ese mal; el descrédito, lo sabe el ejército, se contagia rápido; como también sabe que los que exigen mano dura tienen poca paciencia.

El narcotráfico –en América Latina- ya no es un problema exclusivamente policiaco o militar; no se resuelve aplicando –como dicen los expertos- “masa de fuerza”, tampoco, como creen otros que critican los despliegues ordenados por Calderón, con información de inteligencia u operaciones especiales. Si así fuera los norteamericanos –con sus satélites, sus aviones, sus supercomputadoras- hace ya tiempo que habrían acabado con el ultimo cartel, eso claro, en el caso de que realmente les interesara hacerlo. Qué va. El cáncer no se cura con aspirinas.

Ahí donde opera el narco construye y mantiene base social, se arraiga en comunidades rurales, barrios y colonias de las ciudades donde, para muchos, representa una oportunidad de salir adelante. Con plata o plomo elimina o compra a sus perseguidores. Sus tentáculos alcanzan las más altas esferas del poder económico y político; también ahí, en la cúpula de la sociedad, está arraigado y a tal extremo que, para seguir con la metáfora del cáncer, podemos hablar de metástasis. No es pues ya solamente, insisto, un asunto de soldados y policías.

La lucha contra el crimen organizado –una batalla por la sobrevivencia del estado- pasa por la renovación profunda de las instituciones y no sólo de las encargadas directas de combatirlo, lo que Felipe Calderón, con su pecado original a cuestas, difícilmente puede lograr. La lucha contra el crimen organizado pasa por la supresión de esa atmósfera vital, que ha permitido que respire y crezca al grado de desplazar al estado; la impunidad y ante esto Calderón tiene las manos atadas. Enfrentar al narco implica combatir la corrupción, arrancar, la que tras décadas de régimen autoritario se volvió la segunda piel de los gobiernos priístas cuyos usos y costumbres hizo propios, superándolos, Vicente Fox. ¿Podrá Calderón ir contra su antecesor sin encontrarse ante el espejo? La lucha contra el crimen organizado, por ultimo, sólo puede librarse, con ciertas posibilidades de éxito, si en este país se consolida la democracia porque sólo un pueblo que sabe que su voluntad es respetada, hace suyo el gobierno, confía en sus instituciones, en los mecanismos de imparticion de justicia, puede unido librar esta batalla decisiva. Lo dicho; perdido en su laberinto nada fácil la tiene Calderón en su cruzada. Nada fácil, ante esta amenaza, por desgracia, la tenemos todos.

2 comentarios:

Gerardo de Jesús Monroy dijo...

Calderón en su laberinto: todos perdidos.

BCASARINZ dijo...

FELIPE SALDRA ADELANTE, CON EL APOYO DE MEXICO PEJELE A QUIEN LE PEJE