viernes, 29 de junio de 2007

Al Zócalo

Habrá que ir este domingo al Zócalo de la Ciudad de México a exhibir un descontento que, a pesar de los 365 días que han transcurrido, ni cesa, ni se olvida. Habrá que ir este domingo a decirle al país, con nuestra presencia, que no nos conformamos con una democracia simulada, con una democracia secuestrada; porque si las elecciones no fueron parejas y transparentes; porque si en el proceso electoral intervino ilegalmente Vicente Fox, el entonces y para vergüenza de este país presidente de la República; porque si en el proceso electoral metieron las manos, también ilegalmente, la Iglesia y la cúpula empresarial; entonces la votación, de hace exactamente un año, no puede considerarse válida y no está en el ánimo de muchos millones de mexicanos —que tenemos memoria y dignidad— resignarnos, callar y aceptar a Felipe Calderón como presidente de la República.

Dicen y con razón que en la democracia se pierde y se gana por sólo un voto. Dicen también que a quienes tienen una verdadera vocación y voluntad democrática se les conoce mejor en sus derrotas, en la manera de aceptarlas, que en sus victorias. Hay muchos que esgrimen estos y otros argumentos para tildar de locos, de radicales, de necios, de antidemocráticos a quienes todavía hoy —365 días después— tenemos abierta una herida y nos consideramos agraviados por los ilícitos cometidos por el hoy partido gobernante y sus aliados (debería decir cómplices) en el proceso electoral.

No es lo nuestro un capricho. Es con razón que nos sentimos heridos y defraudados por los delitos cometidos desde el poder político, económico y religioso en la última elección presidencial, y tan heridos y tan defraudados que habrán de pasar 5 veces más 365 días sin que por eso cese la indignación y nos borre la memoria, a punta de miles de millones de pesos, la propaganda gubernamental. Olvidan, esos apóstoles de la democracia, esas buenas conciencias que hoy claman por la paz y la seguridad; los que nos llaman a respetar civilizadamente a las instituciones —esas que ellos mismos han demolido desde sus cimientos— los que nos incitan a aceptar la derrota que no puede ser aceptada en tanto que no fue producto de una contienda limpia, esos que nos tachan de locos y tozudos, olvidan —digo— convenientemente que si un voto; un solo voto, o peor aun 0.58% de los votos que hacen la diferencia, se obtiene tramposamente tampoco puede ni debe considerarse válida la elección y quien así los hace —para entronizarse en el poder a toda costa— traiciona a la democracia. Traición y tanto como la suya sería la nuestra si olvidamos, si nos conformamos, si pasamos por alto tan profundo agravio. Agravio que no lo es sólo para a un hombre o un partido. Agravio contra un país. Agravio contra un sistema —el democrático— que supuestamente descansa en la equidad de la contienda, en el estricto cumplimiento de la norma, en el respeto a las instituciones.

Me imagino que seremos, este domingo, quizás menos que otras veces. No lo sé de cierto; quizás nos llevemos, todos, una nueva sorpresa. En todo caso qué importa. No se trata sólo de un juego de números. No son vencidas las que jugamos. Ya en el pasado fueron muy pocos, muchos menos de los que somos ahora, quienes tuvieron la consecuencia y el coraje para cambiar las cosas. Esclavos de la imagen pública como son, en los pasillos de Palacio, habrán de medir seguro en la mañana del lunes el Zócalo cuadro por cuadro. Contarán obsesivamente persona por persona y pensarán que cada ausencia le otorga a su gobierno una legitimidad que de origen no tiene y que no se gana en las encuestas. Que no se engañen; lo que ha nacido torcido, torcido habrá de terminar.

Felipe Calderón Hinojosa despacha en Los Pinos porque él, su partido, su antecesor hicieron trampa, jugaron sucio, defraudaron no sólo a los que votaron por sus adversarios sino incluso a sus propios votantes, al país entero. Cometieron un crimen de lesa democracia que no despinta, que no diluye el paso de los días y al que la impunidad de la que gozan sólo convierte en un crimen mayor. López Obrador tuvo, es cierto, errores en el proceso electoral y luego en la conducción del movimiento de resistencia. Esos errores, sin embargo, no deslegitiman su lucha ni las de quienes por él votamos. Se perdieron ciertamente ventaja y margen de maniobra pero no la Presidencia de la República, porque esa, realmente, no estuvo en juego; no al menos en una contienda limpia y lo que en democracia no se juega así; ni se gana, ni se pierde. Nos vemos pues en el Zócalo este domingo.

3 comentarios:

Zmith XD dijo...

Ahí estuvimos... Y a algunos les ardió un chorro. XD

arturo dijo...

JAMAS LLEGARAN AL PODER!!!

BCASARINZ dijo...

Lopez Obrador estuvo a punto de ganar en buena lid, inclusive en el noticiero de Lopez Dóriga afirmó que reconoceria la derrota por un solo voto de diferencia!

Logicamente, como no ganó, hizo su berrinche , bloqueó reforma y a un buen numero de gente que de buena fe voto por el LA DECEPCIONÓ TERRIBLEMENTE y esta gente agraviada, decepcionada entendió que lo que tenemos por izquierda; NO SABE CONVIVIR EN DEMOCRACIA!!