Si es usted –aunque la chaqueta le quedó grande- quien se vistió de verde olivo, quien se puso a jugar, ante los medios, el rol de comandante supremo. Si es usted quien, con sus arengas patrióticas, con sus llamados a luchar hasta la muerte, alebrestó a esa tropa que ha desplegado en amplias zonas del territorio nacional y en situación de desventaja táctica lo que acrecienta el nerviosismo y pone aun más tenso el dedo en el gatillo. Si es usted quien “declaró la guerra” y dispuso que fuerzas del ejército federal realizaran, sin preparación adecuada ni capacidad para entrar en contacto con la población civil, tareas policíacas. Si es usted señor el que extendió, en la práctica y por la forma de ordenar su despliegue, patente de corso a jefes, oficiales y soldados. Si es usted quien sin plan preciso y más urgido por sus afanes de legitimación que por criterios técnicos lanzó al ejército a las calles y colocó así a la población civil entre dos fuegos, entonces es usted Sr. Calderón y nadie más, quien debe dar la cara y asumir la responsabilidad ante el asesinato de esa familia en Sinaloa y ante la posibilidad inminente de que más hechos como este se produzcan.
Habrá, estoy seguro, más victimas inocentes porque la tropa sigue en el terreno y está nerviosa y está alebrestada; habrá más civiles muertos porque se ha roto ya el principio de proporcionalidad en el combate y se ha liberado el poder de fuego, porque además y más allá de lo que digan las encuestas sobre el prestigo de la fuerza armada, hace años que se sabe de vínculos entre el crimen organizado y jefes militares en distintas zonas del país y en esta confusión tiende a perderse la noción del bien y del mal; de las motivaciones y la distancia real entre el perseguidor y el perseguido. Así es la guerra Sr. Calderón, así es la guerra esta que usted decidió librar.
Sacó al ejercito, a este ejército, de sus cuarteles. Aténganse a las consecuencias y responda ante la nación por ellas.Aunque son la tropa y los suboficiales quienes resultan siempre carne de cañón, en el terreno político, cuando juzga la historia, los jefes terminan cargando con las culpas de sus soldados y más cuando esas culpas obedecen a errores de diseño estratégico de las operaciones o de doctrina militar. Los crímenes de los ejércitos no lo son tanto y en función de la obediencia debida de los subordinados sino de los superiores. No se trató pues, Sr. Calderón, en el caso de las muertes de esa familia en Sinaloa, sólo de un “trágico accidente”, al que por cierto mandó al olvido con una ligereza brutal, o de un acto aislado de un grupo de soldados intoxicados; es un asesinato, un asesinato cometido por miembros de las fuerzas armadas bajo su mando, de un homicidio producto de una decisión político-estratégica equivocada. De una decisión que va más allá de las simples ordenes o de la ausencia de las mismas del capitán a cargo de la agrupación que disparó contra esos civiles desarmados. De una decisión tomada por usted Sr. Calderón.
No pongo en duda la necesidad de actuar y con energía contra el crimen organizado. Tampoco la carencia brutal de instrumentos para enfrentarlo; ninguna policía ni estatal ni federal tiene la preparación y sobre todo la solvencia moral para hacerlo. Vicente Fox; su padrino, el hacedor de su victoria, su antecesor en Los Pinos, entregó el país a los narcotraficantes. No se trataba pues de cerrar sólo el paso a las bandas criminales; había incluso que recuperar porciones enteras del territorio nacional que tenían ya bajo su poder político y militar. Actuar de inmediato, tras esta traición a la patria perpetrada por el mismo Presidente de la República en funciones, era cuestión de sobrevivencia elemental para el estado mexicano cuya soberanía ha sido quebrantada por un puñado de capos.
Desgraciadamente usted se equivocó. Puso al ejército en la calle más impulsado por sus expertos en imagen que por sus expertos en seguridad pública y al hacerlo ha sumido al país en una espiral incontenible de violencia. Esos muertos en Sinaloa son el síntoma de una enfermedad que corroe a los ejércitos cuando asumen tareas de policía; ni saben distinguir con precisión el objetivo; ni discriminan su poder de fuego. Menos cuando no hay claridad en el mando y la histeria de la clase política urgida de resultados norma las acciones. No es culpa de la tropa Sr. Calderón; irán a la cárcel esos 19 pero la culpa es de sus jefes; de su Comandante supremo. Dé la cara pues; dele la cara a los sobrevivientes de esa familia masacrada.
jueves, 14 de junio de 2007
Suscribirse a:
Enviar comentarios (Atom)
1 comentario:
No dà la cara porque es un cobarde .
Es notorio que sus acciònes , como bièn dices , no son producto de sesudos estudios en la materia sino actos impulsivos , puntadas de sus "asesores" para dar la impresiòn de fuerza con la ayuda de los medios de comunicaciòn . Estamos ante una extraña guerra , por un lado el ejèrcito y por el otro ... quiènes por el otro ?
Su enemigo se mimetiza , se confunde , puede ser un narco o una maestra o unos niños , o cualquiera de nosotros que a ellos les resultemos sospechosos .
Y ante el total desastre de sus decisiones , ahora pide ayuda a Estados Unidos ... por favor !
El panorama es desolador , un gobierno desgastado , un presidente solitario y un paìs cada vez màs convulsionado .
Publicar un comentario