jueves, 6 de septiembre de 2007

CONFESIÓN DE PARTE

(El patético espectáculo de Ugalde)

Por ahí, saltando de micrófono a micrófono, de pantalla en pantalla, anda rasgándose las vestiduras, presumiendo de una dignidad que no tuvo cuando se trató de poner alto a las trapacerías de Vicente Fox; escudándose en una legalidad que uso sólo como coartada; denunciando la violación a una autonomía que él se encargó de aniquilar; el patético consejero-presidente del IFE; Luis Carlos Ugalde, actor de uno de los más recientes e insulsos melodramas mediáticos de la política nacional y gestor, facilitador –por acción y por omisión- de una grave afrenta contra la Nación.

No tengo memoria de otro funcionario público lanzado así, como Ugalde, a una tan intensa, lamentable y cínica cruzada mediática en defensa de su puesto. Menos tengo memoria de un hombre haciendo una tan descarada confesión de parte por un lado y una tan explícita amenaza de extorsión a Felipe Calderón y su partido por la otra.

No tuvo Ugalde en el 2006 el coraje para impedir, o por lo menos denunciar las intromisiones de Vicente Fox, el poder económico y la Iglesia en el proceso electoral. Tan no tuvo los tamaños que el puesto y la situación exigía que, en cada declaración, en cada entrevista, con un cinismo que deja estupefacto a cualquiera, lo confiesa. Se escudó entonces Ugalde y se escuda ahora en las omisiones de la legislación que son muchas y por cuyos resquicios se colaron Fox, los barones del dinero y el mismo PAN. Hace Ugalde de la ley una mera coartada para ocultar su cobardía.

No hay duda, el presidente Vicente Fox intervino mañosamente y esta intervención tuvo un efecto pernicioso en el proceso electoral, declara Ugalde y lo repite una y otra vez. Lo hicieron también los empresarios quienes, con el PAN, desataron la guerra sucia; marca indeseable e indeleble de esos comicios; dice también y luego dispara: “ceder al chantaje de los partidos sería reconocer que hubo fraude.”

El que como árbitro se mantuvo con los brazos cruzados y la boca cerrada, no cesa ahí de gimotear en cadena nacional y apocalíptico, predice que si “los partidos pactan su remoción” será entonces el fin de la democracia en México. Escuchar a Ugalde remite inevitablemente a aquello de “no llores como niño lo que no supiste defender como hombre”.

Triste democracia la nuestra si depende de la permanencia en el cargo de personajes como él. Triste democracia la nuestra si el poder legislativo, uno de los poderes de la Unión, no tiene la capacidad de enmendar la plana, después de los tan cuestionados comicios del 2006 y reestablecer la majestad de la institución responsable del arbitraje electoral.

Una majestad que Ugalde, durante su gestión, se ha empeñado en demoler. No nos engañemos, no caigamos victimas de sus lamentos o de sus amenazas; removerlo no es atentar contra la autonomía del IFE, al contrario; remover al consejero-presidente; a ese que no pudo, no supo o no quiso jugar un digno papel en la elección presidencial es condición indispensable para recuperar la confianza perdida de millones de mexicanos.

Perderá, si los diputados y senadores, sobre todo los del PAN, actúan con honestidad, lucidez y patriotismo, Luis Carlos Ugalde su cargo y sus ingresos. Merece al menos esa pena y también la del descrédito que sus declaraciones en supuesta defensa propia y del Instituto que preside no han hecho sino acrecentar. Ganará entonces el IFE la oportunidad de restituir parte de ese capital político acumulado durante la autónoma, honorable y valiente (asi tienen que ser los árbitros) gestión de José Woldenberg.

La posible remoción de Ugalde se presenta hoy, en una reedición del pleito de Fox con el Congreso, como una venganza mezquina de los partidos que perdieron las elecciones. Ciertamente legisladores de esos partidos, dentro de los procesos de negociación naturales del quehacer político, exigen la cabeza de Ugalde a cambio de las reformas. Más allá, sin embargo, de sus pactos y componendas millones de ciudadanos sin partido fuimos testigos y victimas de la falta de coraje, dignidad y fuerza del supuesto arbitro del proceso electoral.

Más que por consigna es con el peso de esos votos, los de millones de mexicanos agraviados, que se hace urgente, justo y necesario, si queremos que el juego democrático continúe, que los legisladores actúen. Deben hacerlo recordando que no se trata de componer a modo las ruinas dejadas por Ugalde; sino pensando, más allá de sus intereses, en los votantes, en el país, en la viabilidad de la democracia, en la necesidad de un árbitro confiable, creíble, dotado de los instrumentos necesarios para regular la contienda.

2 comentarios:

Roberto dijo...

OYE:

Y...

¿QUE NOS DICES DEL PATETICO ESPECTACULO DE LA ELECCION INTERNA DEL P.R.D., ?

¡¡POR DIGNIDAD, MEJOR NO HABLEMOS, EPIGMENIO!!!

Roberto dijo...

LA IZQUIERDA SIEMPRE ES LA BUENA VICTIMIZADA Y LA DERECHA LA MALA

PERO CUANDO HAY PROBLEMAS SERIOS DE FRAUDES EN SU ELECCION INTERNA, ENTONCES SE QUEDAN CALLADITOS, CALLADITOS !!

NO, PUES SI, ENTONCES QUE JODIDOS ESTAMOS, !!

MEJOR YA VETE A CHINGAR A TU PINCHE MADRE A VENEZUELA JUNTO CON EL PEJENDEJO DE AMLO, MANO !!