jueves, 25 de octubre de 2007

MÁS DÓLARES; MÁS ARMAS.

¿Para qué esos millones de dólares? ¿A costa de qué recibiremos tanto armamento y tecnología? Los narcotraficantes ya reciben todos los días desde el mismo norte raudales de dinero y miles de armas. Esos dólares y esas armas nutren su negocio y cubren de sangre y drogadicción el territorio nacional. Esos dólares y esas armas son producto del creciente e incontenible consumo de drogas en el país vecino; la verdadera razón –y no por cierto el muy deficiente combate al narcotráfico en nuestros países al que tanto señalan los patricios de Washington- de que el crimen organizado desborde a los gobiernos, corrompa a las más diversas estructuras político-sociales de América Latina y envilezca y vuelva terriblemente azarosa la vida de millones de personas en regiones cada vez más extensas de nuestro continente.

¿El camino para vencer a los narcotraficantes, para recuperar la paz en los territorios asolados por los mismos y el futuro de nuestros jóvenes sometidos a la drogadicción será acaso que del mismo norte nos envíen ahora más armas y más dinero todavía? Lo dudo. Si la llamada “Iniciativa Mérida” prospera habrá más sangre, más corrupción y terminaremos, terminará más bien el Felipe Calderón apurando, entre contradicciones que muestran su debilidad estructural, la entrega a los EU de las ya muy magras sobras de la soberanía nacional que nos queda.

Me imagino que los expertos en seguridad nacional y algunos generales y jefes en el ejército andan ya frotándose las manos disfrutado anticipadamente de la bonanza que llegara a sus filas o haciendo cuentas alegres de una pronta victoria sobre los capos. Lo triste sin embargo, es que la guerra en Irak y antes en Viet Nam, son la muestra más palpable de que ni la tecnología, ni el armamento, ni el dinero de Washington han sido en el pasado ni son ahora determinantes para ganar una guerra y sí han contribuido en cambio para la destrucción de esos países; menos todavía lo son para vencer a un enemigo elusivo, que jamás da frente, que dispara millones de dólares a la menor provocación y que cuenta con el apoyo subverticio de Washington.

Porque hablando claro, a Washington y más allá de sus encendidos discursos anticrimen le conviene que el narco crezca en nuestros territorios y que se siga surtiendo al mercado doméstico. Le conviene porque al tiempo que nos debilita institucionalmente, necesita que la droga corra en sus ciudades no sólo porque el consumo es ya un componente esencial del american way of life sino porque, además, los miles de millones de dólares del narcotráfico son oxígeno vital para su economía. Legalice usted el consumo, desaparezca de pronto la droga de las calles de Nueva York, Chicago o Los Ángeles y más allá del problema social que una milagrosa medida de esa naturaleza podría ocasionar, verá usted como muchos y en apariencia muy respetables negocios se van a la quiebra.

Porque el tráfico de drogas no está, a pesar de la machacona propaganda de Hollywood, en manos de los capos latinos. Qué va; esos son sólo los peones; los chivos expiatorios. Esos son los que mueven los centavos en un negocio de centenares de millones de dólares y son por supuesto los malencarados y por supuesto morenos villanos del cine y la televisión; el Escobar o el García que caen en manos del héroe policiaco y rubio del momento.

Detrás del narcotráfico en los Estados Unidos, digo; del negocio de verdad, están norteamericanos de pura cepa (WASP’s) que se cuidan de aparecer en primer plano y que como los más pintorescos capos latinos –sólo que sin botas con piel de avestruz y chalecos de pene de tigre- tienen comprados policías de todas las corporaciones, jueces, fiscales y autoridades de la más variada estirpe. Detrás del narcotráfico en los Estados Unidos, inmune a la acción de las autoridades (¡Cuándo ha sabido usted del decomiso de toneladas de coca en Nueva York¡) hay un gigantesco aparato de corrupción.

Y de eso, de cómo Wall Street utiliza los recursos de la droga que los yuppies que trabajan en las casas de bolsa consumen, de cómo Hollywood desvirtúa sistemáticamente el problema al tiempo que trivializando el consumo de droga de sus estrellas lo promueve, de cómo Washington cierra los ojos ante los carteles propios en tanto persigue con celo ejemplar a los capos latinoamericanos; de eso aquí nadie en el gobierno habla con suficiente dignidad y firmeza. ¿Y cómo van a hacerlo? Si están como ahora mansamente extendiendo la mano en espera de limosna.

Limosna que nos habrá de costar más dependencia y control de los norteamericanos (quienes no tienen amigos sino intereses) y si no que Calderón que va ahora para Colombia se vea en el espejo de Uribe; quien sin los americanos y los paramilitares a los lados no da un paso o mejor todavía que se traiga de allá, blindado de una vez, el nuevo traje del emperador.

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