jueves, 1 de noviembre de 2007

SI CAE MICHOACÁN

“Si cae España; digo, es un decir. Si cae España de la tierra para abajo” decía, en un poema, en un presagio que se vio cumplido, César Vallejo allá en los aciagos días de la guerra civil española. Y España, la república española, cayó bajo el embate del fascismo y se produjo una derrota que primero era impensable y luego se tornó inevitable, definitiva, brutal para la democracia y las fuerzas progresistas no sólo de la península sino del mundo entero. Hoy, aquí en México, la misma pregunta se repite, desde la izquierda, limitada a un territorio que ha sido bastión, hasta ahora, del perredismo. Se repite además en circunstancias mucho menos heroicas. Aquí no hay guerra civil y el peor enemigo de la izquierda, de esa que puede perder Michoacán y luego perderlo todo, la mira como siempre desde el espejo.



Puede perder Leonel Godoy. Lo impensable hasta hace unos días, desde sus 10 puntos de ventaja, es probable, incluso sumamente probable. Puede perder porque según los últimos sondeos la distancia que lo separaba del candidato panista, esa de la que tanto presumía Godoy, se acorta peligrosamente. Puede perder porque la correlación entre una izquierda que actúa dividida y una derecha que, paso a paso, suma fuerzas y no escatima recursos y trucos sucios, torna sumamente precaria la situación del candidato perredista. Un candidato que no ha logrado siquiera “tomarse la foto”, como se dice en el argot, de la mano con Cárdenas y López Obrador juntos.



Si cae Michoacán y puede caer ¿qué futuro le queda a la izquierda electoral mexicana? A una izquierda que no supo adecuarse al hecho de que Andrés Manuel López Obrador no logró llegar, porque a la mala no lo dejaron, a la presidencia. A una izquierda que pese a ser la segunda mayoría política del país ha encadenado, una tras otra, derrotas electorales en los procesos celebrados del 2006 para acá.



La izquierda, la institucional, la electoral por llamarla de alguna manera, no se crece ante las derrotas. Al contrario; no las tolera y comienza a sumarlas. Opera así según los cánones de la dialéctica del traidor que para castigar su infamia se hunde cada vez más. El PRD ante el fracaso de sus aspiraciones de poder (como lo quería todo y no lo obtuvo dilapida lo que le queda) manifiesta de inmediato su síndrome metabólico esencial: la capacidad de escindirse y de hacerlo, como lo está haciendo ahora, con escándalo y hasta perder el último resto de fuerza que le queda.



Inmersa en debates pueriles a la izquierda se le escapa de las manos el inmenso poder que 17 millones de mexicanos le entregamos con nuestros votos el 6 de julio del 2006. Y tan faltos de visión se muestran todos sus dirigentes que son capaces de perder incluso otro bastión histórico. Ya sucedió antes lo mismo en Zacatecas y Veracruz. Enfrascados en intrigas palaciegas y pugnas insulsas por cotos de poder, ajenos a ese instinto primordial de justicia que supuestamente debe alentar a todo luchador social, los perredistas se dan el lujo de dilapidar un capital político que ni siquiera les pertenece.



Y qué más da que Monreal o Amalia, o Ruth o Fernández Noroña, o los Chuchos o los de Izquierda Democrática, o Cárdenas o López Obrador, que más da digo que se descalifiquen, se ofendan, se exhiban y exhiban sus miserias o las de los representantes de una corriente, de una tribu, de una secta. Qué más da que se lancen anatemas; se excomulguen unos a otros y se expulsen del paraíso si eso no significa nada para los millones de mexicanos que creyeron que había una opción, una posibilidad real de transformar, mediante el voto, la jodida realidad que vivimos.



Qué más da digo que se dividan y se subdividan y de un lado queden los reformistas, del otro los entreguistas, más allá los puros y los duros si todos juntos, en eso si juntos, van a dar al traste con las legitimas aspiraciones de transformación que tienen millones de mexicanos. Transformaciones que la derecha ni quiere, ni sabe, ni puede hacer. Transformaciones que constituyen un deber, una tarea ineludible para un partido que se dice de izquierda y que debiera ser capaz, en función de esas mismas transformaciones pendientes y antes que todo de organizarse para vencer.



No me sumo al linchamiento mediático del PRD. No caigo en ese juego. El debate, así sea recio, ríspido, es la esencia de una organización democrática que se dice de izquierda. Pero el debate de altura no los patéticos dimes y diretes de quienes defienden un puesto en la nomina; de quienes conciben ahora la lucha social sólo como la defensa de una cuota de poder. Que corran a Michoacán y ya, con Godoy, López Obrador y Cárdenas. Que se callen la boca Noroña y Ruth. Que se decrete una tregua en las pugnas intestinas. No hay tiempo que perder porque: ¿Si cae Michoacán?, ¿Si cae Michoacán?...

2 comentarios:

Roberto dijo...

SI CAE MICHOACAN SERÍA MAGNIFICO PARA MEXICO, EL SABER QUE ESA IZQUIERDA CONFLICTIVA A LA QUE CADA VEZ MENOS IMBÉCILES COMO TÚ ADMIRAN Y DEFIENDEN

VIVA LA FALANGE, VIVA EL NAZIFASCISMO Y EL FASCISMO!!!

EIN VOLK, EIN REICH, EIN FUEHRER!!!

Roberto dijo...

QUE CONTENTO Y FELIZ ESTOY , SABOREANDO EL AUTO-APLASTAMIENTO DEL P.R.D. Y DE LA IZQUIERDA QUE SE LLENA LA BOCA EN CRITICAR ELLECCIONES AJENAS

DIOS, QUE SE SIGA ATORANDO ESA IDEOLOGIA DE MIERDA PARA QUE NO SE LEVANTE JAMÁS