jueves, 25 de noviembre de 2010

CRÓNICA DE UN SUICIDIO ANUNCIADO

Primera parte

“De escultores y no de sastres es la tarea.”
Miguel de Unamuno


Pulverizada, la izquierda electoral mexicana, avanza aceleradamente hacia su auto-destrucción. Es la suya, la que con sus yerros y contradicciones cotidianas construye y parafraseando a Gabriel García Márquez, la crónica de un suicidio anunciado.

Dilapidan así dirigentes de partidos, o lo que queda de ellos, tribus, facciones y movimientos un capital político que no les pertenece. Dan la espalda a lucha histórica de centenares de miles de mexicanos. Traicionan la herencia de combate de quienes por la construcción de un México más democrático, libre y equitativo dieron en muchos casos la vida, enfrentaron la represión, la tortura y la cárcel.

Olvidan, también, los ideales, los principios, la audacia, la imaginación, el compromiso y la generosidad en torno a los cuales –y luego de un largo proceso- se unificaron distintas corrientes de pensamiento y acción hasta convertirse en una opción real de poder y en una fuerza efectiva de transformación de la realidad nacional.

A la búsqueda de un puñado de votos, de unos puestos en la nómina, de una tajada del presupuesto que les permita mantener vivos sus membretes se olvidan de la gente y sus demandas y atienden sólo a sus respectivas clientelas.

Postergan y en muchos casos olvidan, movidos sólo por sus ambiciones particulares, la defensa de los intereses de las grandes mayorías y traicionan las esperanzas en ellos depositadas por millones de mexicanos que, elección tras elección, les han favorecido con su voto.

Se dan el lujo de asumir de golpe los usos y costumbres de un sistema político marcado por la manipulación, el engaño y la retórica hueca. Echan por la borda un prestigio ganado con sangre y sacrificio y se alejan cada vez más de la gente haciéndose parte, fundiéndose con ella, de una clase política a la que el mexicano mira –y con razón- con desconfianza y desprecio.
Dan la espalda a los jóvenes que hoy, más lejos de ellos que nunca, no perciben en su lenguaje ni la osadía, ni la frescura, ni la creatividad necesaria para cambiar al mundo. No son ya, casi para ningún sector de la población, la esperanza sino la costumbre. El mismo que sólo viene a buscar el voto y luego desaparece en palacio.

El puesto, la suburban blindada, la nube de ayudantes, el celular, la simulación ante los medios, la mentalidad de aparato, el boato del poder sustituyen ese impulso ético esencial que hizo de la izquierda mexicana, en otros tiempos, un ariete fundamental en la lucha por la democratización del país.

Enfrascados en sus disputas internas hacen además el juego a quienes, desde el poder, el púlpito, la pantalla de la TV llevan años denostando a la izquierda, a sus dirigentes, sus luchas y sus causas. Con enorme eficiencia, con devoción casi, se encargan ahora ellos mismos del trabajo sucio de la demolición de lo que tendría que ser alternativa real al modelo neoliberal.

Allá ellos si se quieren, como lo están haciendo, darse un tiro en la sien. Lástima que en su impulso suicida nos arrastren a todos. No puede más el país sin un contrapeso efectivo a las políticas que, juntos, porque son socios y cogobiernan, no importando cuál de ellos ocupe la silla presidencial, han impuesto, durante décadas, el PRI y el PAN.

No parece, desgraciadamente, en este panorama desolador de la izquierda electoral, haber nadie que se salve y todo indica que, si no se producen cambios profundos en su manera de actuar y de pensar, terminarán, desde sus posiciones antagónicas, contribuyendo a la restauración del antiguo régimen o peor todavía a la consolidación de un nuevo proyecto autoritario y ultraconservador con el PAN, de nuevo, en la presidencia.

Preconizan unos, de los otros hablaremos la próxima semana, las alianzas con el PAN con el pretexto de cerrar el paso a quienes en la práctica y desde hace doce años cogobiernan con él. Esgrimen como coartada la disolución de cacicazgos regionales mientras terminan por apoyar y fortalecer a uno de los componentes esenciales de eses mismos cacicazgos.

¿Cómo aliarse, pregunto, con aquellos que traicionando el mandato recibido en las urnas, frustraron la transición a la democracia? ¿Cómo aliarse con los que desataron la guerra sucia, sembraron la discordia, metieron ilegalmente las manos en los comicios presidenciales del 2006 y burlaron la voluntad popular?

¿Cómo aliarse con aquellos que, con el propósito de hacerse de una legitimidad que de origen no tienen, se vistieron de general y lanzaron al país al abismo? ¿Cómo aliarse con aquellos que, instalados en el autoritarismo, han mostrado un brutal y sistemático desprecio por la vida y con esos que, de un plumazo, han decretado la impunidad de los asesinos de casi treinta mil personas, recurriendo al expediente de criminalización de las víctimas?


www.twitter.com/epigmenioibarra

1 comentario:

Cempazúchitl dijo...

Tienes razón, Epigmenio: es mucho mejor que la izquierda no dialogue con ninguna otra fuerza política. A fin de cuentas, diálogo es lo que sobra en la política mexicana. Es mejor que la izquierda se quede en sus trincheras con sus complejos y frustraciones. La verdad es que no los necesitamos.