jueves, 9 de diciembre de 2010

CRÓNICA DE UN SUICIDIO ANUNCIADO

Tercera y última parte

Quizás son los orígenes priistas de muchos de sus dirigentes; quizás también el resultado del ejercicio del poder y el descubrimiento de las ventajas de vivir de la nómina o bien el hecho de que, mimetizados con el sistema político mexicano, los antiguos luchadores sociales, hicieron finalmente suyos usos y costumbres contra los que antes combatieron.

Lo cierto, en todo caso, es que la izquierda mexicana se ha transformado, tristemente, en sólo un aparato electoral más y peor todavía en un aparato que, centrando sus aspiraciones, como los demás, exclusivamente en los comicios no tiene, a estas alturas y por esa vía, ni siquiera perspectivas de victoria.

De la creatividad y la audacia, del compromiso con la transformación del país, de la capacidad de formular un proyecto coherente de nación y de comunicarlo con inteligencia y emoción a grandes capas de la población, de ese viento fresco del que hablaba Flores Magón, de ese impulso ético inclaudicable no queda hoy, en las filas de la izquierda, prácticamente nada.

La sucesión presidencial del 2012, la disputa por la candidatura de la izquierda, las maquinaciones para lograr esa posición a toda costa y las maniobras para cerrarle el paso a posibles adversarios son lo único de lo que, como en cualquier otra agrupación política tradicional, se ocupan dirigencias de tribus, facciones, movimientos y partidos.

Nada más allá de los comicios, de su propio futuro personal, del cargo, la curul a la que se aspira, el presupuesto que habrán de ejercer mueve a los jerarcas de esta izquierda burocratizada que, por esta misma razón, en nada parece distinguirse ya de las otras fuerzas políticas.

Y como ese, conseguir un puñado de votos, parece ser su único objetivo, son las organizaciones, partidos y movimientos de la izquierda sin excepción como los demás partidos, rehenes de mercadólogos y charlatanes.

Ahí donde antes había ideas hoy hay sólo slogans. El lenguaje publicitario, el del vendedor, el del propagandista que apuesta a pulsar los más primitivos instintos sustituye a las grandes propuestas de transformación del país. De ahí el alejamiento con los jóvenes que, precisamente por ser jóvenes y como decía León Felipe, “ya se saben todos los cuentos”.

¿Qué lejos ha quedado la izquierda de aquel intento de asalto al cielo, de aquellas movilizaciones marcadas por la imaginación y la creatividad desbordadas? La corbata ha estrangulado a los dirigentes; las vallas metálicas en las plazas a las masas.

Lejos están las jornadas del 88 y el 97. Lejos también las multitudinarias manifestaciones contra el desafuero. Pudieron tanto Cárdenas como López Obrador haber convocado a la insurrección. En un gesto que los honra, apostaron por la paz y la transformación institucional del país, se perdieron, sin embargo, ambos, en los meandros de la burocracia electoral.

Ahí donde antes la izquierda significaba esperanza es ahora costumbre y desprestigio. Donde sus dirigentes marcaban la diferencia por su integridad, su creatividad, su arrojo son ahora, iguales a aquellos que representan lo que la gente ya ni escucha, ni respeta.

Todo parece reducirse, para unos y otros dentro de la izquierda y como hacen quienes antes eran sus enemigos ideológicos, al más grosero cálculo electoral, a la rebatinga de cuotas de poder, de clientelas, de prerrogativas. Sólo por el voto vienen a la gente; una vez obtenido se van dejando a esa misma gente en la estacada.

En función de esto, de esta mentalidad de aparato electoral, es que se establecen alianzas contra natura o se rompe la vinculación con un programa político que tenga aun significado real para la población, con un cuerpo de principios que produzca admiración y respeto. Todo es fuego de artificio; maniobra de imagen pública.

Se han producido así aberraciones como la utilización y colocación de personajes como Juanito en el poder delegacional o ese esfuerzo suicida de pavimentación del camino del PAN a la presidencia mediante alianzas regionales con ese partido que ha frustrado la transición a la democracia y traicionado, desde Vicente Fox, el mandato recibido en las urnas.

Paso a paso la izquierda camina a su autodestrucción. Cegados por la ambición; por ese puñado de votos que, si siguen por este camino, nunca conseguirán, los dirigentes van demoliendo hasta sus propios cimientos no sólo esfuerzos y organizaciones construidas con el sacrificio y la sangre de generaciones de militantes y luchadores de la izquierda sino, sobre todo, las posibilidades reales de una transformación profunda del país.
Despiadados consigo mismos han de ser quienes en la izquierda militan, feroces en la autocrítica, lúcidos y devastadores en el análisis. En el espejo que los refleja como profesionales de la derrota han de mirarse sin complacencia alguna. Sólo de ese ejercicio puede surgir de nuevo la esperanza. Nadie entre ellos está libre de culpa y serán, todos ellos, si no actúan en consecuencia, responsables de que el país siga siendo el botín que se reparten el PAN y el PRI a su antojo.

www.twitter.com/epigmenioibarra

1 comentario:

Cempazúchitl dijo...

Bienvenido a la democracia liberal, señor Ibarra. Aunque, como buen miembro de la izquierda mesiánica, le dé tirria compararse con el resto del mundo, en las democracias funcionales los partidos políticos existen para ganar votos.
Qué bueno que ya entendió de qué se trata el juego; muchos izquierdistas como usted morirán sin tener ese privilegio. Ahora nada más le resta aceptar la realidad... o volver a vender utopías sangrientas en Centroamérica. Aquí, por suerte, ya no se las vamos a comprar.