No pertenezco al PRD. Militan en ese partido junto a algunos de los hombres y mujeres que más admiro otros oscuros mercaderes de la política. Me quedo con los primeros y los creo –quizás ingenuamente-destinados a ganar la batalla por el control de la organización y capaces de encabezar un proceso de refundación. Reconozco, sin escandalizarme como muchos otros colegas en la prensa, que la existencia de corrientes (de tribus) puede dar una mala imagen pública pero saludo la audacia, la apertura de una organización política que fomenta el debate interno, reconoce las diferencias y no cede a la tentación del dogma. Sé que el caudillismo es, paradójicamente, uno de los males atávicos de este partido y también una de sus ventajas y cualidades estratégicas. Sé también que, al menos hasta ahora y en tanto no surja otra agrupación de izquierda que lo sustituya, es el PRD el partido, con sus posibilidades reales de alcanzar el poder, que puede hacer que en México se produzca una verdadera transición a la democracia.
De esta enorme responsabilidad histórica, la de que en México se instaure, gracias a la alternancia, una democracia real es que tienen que estar conscientes quienes hoy disputan las candidaturas a las gobernaturas de Michoacán y Zacatecas. Con eso en la mira deben refrenar lengua, clientela y ambiciones personales. De eso, de la importancia de que la izquierda alcance el poder en México y del peso que en esa lucha tienen las próximas batallas en estas dos entidades federativas, hoy escenario del encono y la intriga de la peor ralea, tendrían que estar conscientes esos que a toda costa persiguen un puesto en la nómina y a los que parecen haber borrado de su corazón y su cabeza los ideales de justicia y transformación del país. Esos que, para impulsar a su candidato a toda costa, se empeñan en las campañas de descrédito del supuesto oponente ideológico, los que alientan la división y la ruptura. Es la suya una traición; un crimen –porque el suicidio es un homicidio- de lesa democracia.
Nadie mejor y más completo y temible enemigo de la izquierda que la izquierda misma. Más aun de una izquierda como la mexicana que ha sido la demostración palmaria, con sus constantes divisiones y desacuerdos, de cómo operan los profesionales de la derrota. Sólo los perredistas; con sus errores, con su corrupción, con su ambición de poder, son capaces de acabar de golpe, de demoler estos dos bastiones históricos de la izquierda en México y terminar así de entregar el país a una derecha, que de la mano con el PRI y los barones del dinero, ha decidido hacer todo –incluso violar la ley- para garantizar su permanencia en el poder.
No se trata pues de que gane el candidato del gobernador o el del comité ejecutivo. Que se imponga el delfín de Amalia o el favorito de Monreal. No se trata de que unos, los ganadores excluyan a los otros que, en venganza, se van con la oposición. Menos de que lo ganado con sangre, con el sacrificio de centenares de miles de combatientes democráticos se pierda de un plumazo. Triste y lamentable resulta comprobar que el poder o siquiera la posibilidad de alcanzarlo, por pequeño que sea, termina siempre por corromper y que en el ejercicio político todos en este pobre país terminan pareciéndose, en sus usos y costumbres, a quienes por más de 70 años nos gobernaron en medio de la corrupción y la impunidad.
No milito en el PRD, insisto. No tendría entonces por qué meterme en los asuntos internos de ese partido. Sucede, sin embargo, que esa ropa sucia que hoy con tanto desparpajo lavan en público; que esas rencillas y divisiones que se avizoran y además irremediables; que la derrota electoral que se aproxima si en efecto se imponen las ambiciones personales, me afecta a mi y otros muchos millones más de mexicanos que aspiramos, que queremos, que de cualquier manera, como está a nuestro alcance, luchamos por un cambio.
Tampoco me engaño. No habrá de ser suave la contienda. Saludo, insisto, la confrontación y el debate. La democracia nace y se desarrolla en ese ambiente ríspido y a veces altisonante que escandaliza a las buenas conciencias, a quienes, deslumbrados por la disciplina, la corrección y el orden de la derecha no alcanzan a distinguir como ese decoro aparente es puro y duro autoritarismo. Creo que Michoacán y Zacatecas deben ser una muestra del sano, radical y profundo debate de proyectos políticos para transformar a esos Estados y conseguir la victoria. Por eso están Payán, Ifigenia y García Sáenz ahí. Necesitamos que tengan éxito en su tarea.
jueves, 21 de junio de 2007
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2 comentarios:
Éste es un momento crítico para la izquierda. No parece que haya terminado de solidificarse un pensamiento claro de izquierda al interior de los partidos que supuestamente se ubican de ese lado del espectro político.
Cuando la izquierda mexicana, se libere de prejuicios arcaicos, atavismos y tenga en cuenta en gobernar a todos en igualdad, sin discriminar, denostar y atacar por atacar (a empresarios y clase pudiente) entonces tendrà mayores probabilidades de llegar al poder y Yo, (siendo de ideologia de derecha) VOTARÍA CON MUCHO GUSTO POR ESA IZQUIERDA!!
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