La semana pasada, al escribir a bocajarro, sobre lo sucedido en la frontera entre Colombia y Ecuador cometí una imperdonable omisión. El peso de la misma en mi conciencia se ha venido haciendo más grande con el paso de los días. No escribí entonces –no tuve acceso a la información hasta después de haber enviado el articulo- sobre los jóvenes estudiantes mexicanos asesinados –esa es la palabra que debemos usar- por el ejército colombiano. Me hice, de alguna manera, parte del silencio. No condené el hecho. No me sumé a las voces que dignamente lo denuncian. Tampoco hice un reconocimiento a los caídos.
Hoy en su memoria, por su memoria intento corregir esa omisión y me sumo a quienes, con razón, acusan al gobierno de Álvaro Uribe por este doble crimen: la violación de la soberanía de un estado vecino y el asesinato de nuestros compatriotas que eran, todo así lo indica, civiles y estaban desarmados.
Antes que nada debo decir –a pesar del escándalo de las buenas conciencias- que honra a la UNAM que de sus aulas salgan todavía jóvenes que mantienen vivo un aliento de rebeldía. Desde ahí partieron, en otros tiempos, muchos a luchar en otras tierras. Desde ahí también se hizo oír una potente voz solidaria con los pueblos de Viet Nam, de Chile, de Argentina, de Nicaragua y El Salvador. Desde ahí, espero, seguirán surgiendo luchadores sociales, jóvenes comprometidos con la transformación democrática de nuestro país y del continente.
Ciertamente no son las FARC, desde mi punto de vista, una organización que merezca la generosa solidaridad que reciben como si se trataran todavía de un ejército guerrillero. Triste pues que estos jóvenes hayan entregado su vida en una aventura que tenia desde su arranque y por los compañeros de viaje todas las trazas de terminar trágicamente.
La organización de una excursión tumultuaria –en asuntos guerrilleros más de dos son muchedumbre- a un campamento que por su ubicación, a sólo 2 kilómetros de la frontera y sobre todo por el hecho de ser la base desde donde operaba Raúl Reyes, era un objetivo militar estratégico para el ejército colombiano, no es sólo una tremenda irresponsabilidad de los mandos de las FARC sino la expresión más clara del relajamiento y descomposición de una guerrilla que ha perdido sus ideales y por tanto sus habilidades conspirativas, su disciplina y su capacidad de garantizar –con un estado de alerta adecuado y disposición de combate- la seguridad de una campamento de esta naturaleza.
Pero si las FARC actuaron con relajamiento e irresponsabilidad y pusieron de alguna manera a estos jóvenes en la mira. Son el ejército colombiano, sus mandos, el Presidente Álvaro Uribe quienes dispararon los fusiles y quienes presumiblemente ejecutaron a mansalva a los sobrevivientes.
Se trató además y hay que decirlo de un crimen ejecutado con premeditación, alevosía y ventaja. Puede establecerse con mínimo margen de duda que Uribe y sus generales estaban enterados y concientes al desatar el fuego de que, precisamente esa noche, con Raúl Reyes pernoctaban en su campamento los estudiantes mexicanos quienes, de manera abierta y ante los ojos de los aparatos de inteligencia de México, desde donde partieron, de Ecuador, donde participaron en un congreso que era como un escaparate y a los del propio gobierno colombiano, fuera y dentro de su territorio, fueron víctimas y quizá más que eso, señuelo para lanzar la operación.
No es difícil pensar que la observación por fuente humana del campamento y su entorno era continua y precisa. Más allá de las novelas de ciencia ficción que atribuyen el éxito de este tipo de operaciones a la tecnología, lo cierto es que son hombres (traidores infiltrados en el campamento alentados además por las millonarias recompensas que ofrece el gobierno colombiano o soldados de fuerzas especiales) los que trasmiten al mando la posición, condiciones de defensa, cantidad y composición de la fuerza acampamentada y marcan el lugar y la hora adecuada para el ataque y garantizan así su éxito.
Esta observación llega a ser tan detallada, tan cercana que incluso por sus voces identifican a los habitantes regulares de un campamento y establecen, tomando fotografías o videos de los mismos, los lugares donde se protegen –como en este caso-las computadoras, los insumos estratégicos y los jefes.
Ni para los norteamericanos, ni para los israelitas, ni para los colombianos que actúan al amparo de la doctrina antiterrorista existe siquiera el concepto de bajas colaterales. Saber que había civiles ahí, con Raúl Reyes no detuvo la operación, al contrario, dio a los mandos la certeza de que podían cazarlo. No podemos ignorar este hecho. No podemos callar ni permitirnos solapar el crimen. Esos jóvenes caídos demandan justicia. Exigen, con sus cuerpos destrozados por la metralla, allá en la selva ecuatoriana, que el gobierno mexicano actúe ya con firmeza y dignidad.
jueves, 13 de marzo de 2008
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2 comentarios:
"Jóvenes Caídos". Perdón, pero estaban durmiendo junto al número 2 de las FARC. Un tipo que es una mezcla entre el "Chapo Guzmán" y el "Mochaorejas". Crimen el de ellos de irse a juntar con esa calaña y cero inocencia en su acto. Mucho menos jóvenes. Señores y Señoras casi en sus treintas; bastante grandesitos para saber con quién se juntan.
SÍ, ESTABAN DURMIENDO AL AMPARO DE LA NEGOCIACIÓN ACEPTADA POR URIBE CON EL GOBIERNO FRANCÉS, INFÓRMATE ANTES DE OPINAR. EL DERECHO A LA OPINIÓN Y A LA TOMA DE POSICIONES SÓLO ES CUESTIONADA POR EL PENSAMIENTO FASCISTA QUE SE DICE DEMÓCRATA, QUÉ DISFRÁZ !!!!!
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