jueves, 15 de mayo de 2008

DIÁLOGO DE SORDOS

Poco o ningún impacto habrá de tener en la opinión pública el debate sobre la reforma energética. Mucho me temo que en el patio del Senado de la República se celebra sólo una especie de diálogo de sordos del que, además, muy pocos más allá de ese recinto, habrán de enterarse. Diálogo de sordos porque pese a lo que ahí se diga los pocos legisladores del PAN y del PRI que asisten a las sesiones ya han tomado de antemano una decisión y nada salvo las instrucciones de su partido, de su líder, los hará reconsiderar. El PAN va a todo trance por la reforma; el PRI a vender caro su apoyo a la misma y a sacar raja propagandista del tema.

Pírrica victoria pues la de los senadores y diputados del FAP que con la toma de las tribunas “frenaron” el “albazo legislativo”; muy caro en términos de imagen pagaron la osadía y tanto que, si no sucede algo extraordinario, terminada la ronda de debates lo más probable es que la reforma energética pase, quizás con algunas modificaciones, y se inicie así el proceso de privatización de PEMEX que eso y no otra cosa es lo que, a toda costa, buscan –aunque lo nieguen- Calderón y los suyos.

La sola actitud del líder panista Germán Martínez que, luego de lanzar una andanada de virulentos ataques contra López Obrador en la apertura de los debates, simplemente se levantó de su silla y se fue del lugar para ser entrevistado en la radio por Joaquín López Dóriga, establece con toda claridad la escasa importancia que el gobierno concede a este “circo” –además tan pobremente montado- en el patio de la cámara alta.

Poco o ningún respeto tienen –y para muestra basta la actuación de Martínez- por sus adversarios. Menos todavía por sus argumentos como lo demuestra el formato adoptado. Para el PAN la tribuna que realmente cuenta no está en el patio del senado sino ante los micrófonos de la radio y las cámaras de televisión.

Creen los panistas y sus aliados en el PRI, y en esa dirección trabajan, que pueden construir su proyecto privatizador sobre los despojos de la izquierda electoral dividida, desgastada, tan víctima de sus errores, como de un implacable asedio propagandístico. Cuentan con que el desgaste sufrido por el FAP tras el “secuestro del congreso” acelerará incluso su triunfo. Limosna pues le han concedido al FAP con este ciclo de debates a sabiendas de que los mismos no tendrán la fuerza suficiente para hacerles variar de rumbo.

Lo cierto es que el PAN y Beltrones, con la arrogancia alimentada por las últimas encuestas, no se ocuparon siquiera de cuidar mínimamente las formas. Un debate de tal importancia merecía un escenario, una majestad que no le han conferido. Lástima que los discursos de analistas, dirigentes políticos, intelectuales de tan grueso calibre – y tanto que merecían hablar desde la más alta tribuna del país- se pierdan ahí en ese patio sin alcanzar al gran público.

¿Cómo habrían de hacerlo con ese formato soporífero y en un escenario tan triste? Estoy seguro que ni los apóstoles del tema –desde una u otra orilla- son capaces de dar seguimiento a las exposiciones.

A la izquierda mexicana anclada en la retórica del mitin, desgraciadamente, no la distingue ni su audacia, ni su creatividad, ni su capacidad para entender y utilizar adecuadamente los mecanismos de comunicación con los sectores más amplios de la población; esos que viven sometidos al implacable bombardeo de la propaganda televisiva y que muy rara vez leen un periódico. Esos millones de personas que tampoco tienen TV de paga y menos todavía –apuesto doble contra sencillo- sintonizarían, si la tuvieran, el canal del congreso.

La derecha por el contrario vive de golpes de impacto mediático y puede darlos gracias a la complicidad de los medios electrónicos y al manejo discrecional de los dineros del erario público. Apuesta así al adormecimiento. Camina de la mano de la televisión a la que debe su encumbramiento y utiliza todas las armas de la publicidad para denostar a su enemigo y conseguir el respaldo de la población para sus planes.

Mientras en el patio del senado los oradores desgranan sus ideas y largan sus discursos ante un pequeño y disperso público, Calderón apuesta a la colocación de mensajes mucho más cortos y efectistas en los horarios estelares de la TV. Más de 40 puntos de rating tuvo su último mensaje. Lo vieron y escucharon millones de mexicanos. Millones de personas que ni ven ni escuchan lo que se dice –no importan que tan atinado e importante sea- en el patio del senado.

Aún no es tarde, creo, para en un rapto de audacia cambiar las reglas del juego y apostar al impacto masivo de este debate fundamental. Está en juego el patrimonio y el futuro de los mexicanos. Habría que empeñarse en lograr las condiciones para un cambio de tribuna y de formato. Toca a la izquierda y en defensa de la nación hacer un esfuerzo de imaginación y creatividad para que sus argumentos no se pierdan en el vacío; para que los que viven de la pantalla y para la pantalla de TV no consumen este atraco.

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