viernes, 30 de mayo de 2008

UNA GUERRA SIN SALIDA NEGOCIADA POSIBLE

“Los norteamericanos –dice un experto- consumen drogas y persiguen a quienes las venden. Venden armas y persiguen a quienes las utilizan”. Estas son las causas reales de que la sangre corra hoy a raudales en nuestro país. Las balas asesinas vienen del norte. Los dólares que aceitan las manos de los sicarios también. No habrá, me temo, de conseguirse victoria definitiva en la guerra contra el narco –a pesar de los muchos sacrificios que se hagan- si allá, al norte del Bravo; en Washington, en Wall Street y también en Hollywood las cosas no cambian.

44% subió el precio de la cocaína en las calles de Nueva Cork; 73% el de las anfetaminas. La pureza de la droga que puede conseguirse, por otro lado, es cada vez menor. Barak Obama, el virtual candidato demócrata a la presidencia de los EU confiesa, sin miedo a perder por eso sus posibilidades de llegar a la Casa Blanca, que fumó mariguana en el pasado. Esta confesión aparente muestra de modernidad –no nos equivoquemos- no es tan inocua como parece.

Hollywood por su parte nos receta, en las películas, en la televisión, en la conformación misma de su star-system, verdaderos himnos al consumo de droga. No hay casi actor o actriz que en la vida real no consuma mientras que en el cine se enfrenta a villanos, siempre extranjeros, la mayoría de las veces latinoamericanos que trafican droga.

En ningún diario importante en los EU encontramos artículos o investigaciones profundas sobre el fenómeno del tráfico de drogas interno. Las más de las veces se habla de colombianos o mexicanos que han sentado sus reales y son los dueños del mercado más importante del mundo.

En Wall Street el consumo de cocaína es un hábito extendido y aceptado. A la adrenalina de las transacciones bursátiles suman los yuppies la de unas líneas al día. Otro tanto sucede en los altos círculos sociales. Está de moda consumir. Nadie se escandaliza.

El sistema de justicia norteamericano hace también de las suyas. Los consumidores enfrentan a lo sumo las reprimendas de un juez y la recomendación de una terapia. Su captura hace que se tornen héroes de la comunidad. Los narcomenudistas difícilmente pisan la cárcel y con el pago de la cuota continúan su trabajo sin ser molestados por la policía que prefiere cerrar los ojos.

De vez en cuando, muy de vez en cuando, cae en manos de las autoridades un peso pesado del narco y siempre es el suyo, qué casualidad, un apellido latino. Los verdaderos capos, los que mueven alrededor de 300 mil millones de dólares al año, esos nunca son capturados. ¿Y qué de las toneladas de droga que cruzan la frontera? ¿Cuándo hemos sabido de decomisos importantes? Unos kilos por allá, unos cuantas papeletas por otro lado. Eso es todo.

Permisividad social creciente, tolerancia de los tribunales, ineficiencia y corrupción de las policías locales combinadas con la feroz persecución que a punta de chantaje y extorsión imponen a nuestros gobiernos las autoridades estadounidenses sólo significan más sangre y más sufrimiento en América Latina.

Para sus peones, para que se maten entre sí y enfrenten a quienes los persiguen, para que asesinen con impunidad a miles de inocentes, los grandes capos norteamericanos envían sin recato ni control alguno miles de armas y miles de millones de dólares. Washington hace lo mismo. Envía más armas y más dólares. Los muertos los ponemos nosotros.

No nos equivoquemos. Plantearse la legalización de la droga es caer en un falso debate. El mayor consumidor de drogas del mundo no quiere que esto suceda porque por donde quiera que se le mire le conviene el actual estado de cosas. ¿Qué haría sin esos miles de millones dólares su economía? ¿Cómo contendría los apetitos todavía insatisfechos de consumidores hartos de tenerlo todo? ¿Cómo -por ultimo- mantendría los instrumentos de control y extorsión que con este pretexto tiene en toda América Latina?

Plantearse, por el otro lado y para no sufrir las bajas que se están sufriendo, hacerse de la vista gorda y dejar a los narcotraficantes, con el argumento de que la droga hace daño a los estadounidenses, hacer de las suya es también impensable. Ya en el pasado los gobiernos priistas dejaron crecer al crimen organizado. Fox por su parte abdicó ante él de la soberanía del estado y les entregó Michoacán, Guerrero, Tamaulipas. Hoy ceder es suicidarse como nación. Esta guerra, no importa el marcador, hay que librarla.

Termino con un reconocimiento. Apenas este miércoles balas y granadas norteamericanas, disparadas por sicarios, causaron la muerte de 7 agentes federales. Se aproximaron concentrados, como indica el manual, con un procedimiento policial. Eran otras las reglas del juego. El conflicto escaló. Ya es una guerra en forma la que se está luchando y había que aproximarse al objetivo con procedimientos militares. Los sobrevivientes hicieron prisioneros a dos atacantes. Al comportarse así, ahí frente a los cadáveres de sus compañeros caídos, con pundonor, respetando la vida del agresor, dieron una lección de cómo debe librarse y quizás ganarse esta guerra que los norteamericanos nos han impuesto.

jueves, 22 de mayo de 2008

CARTA A CARLOS MONSIVAIS

Querido Carlos:

Andas de cumpleaños y nosotros, por ese mismo motivo, faltaba más, andamos de fiesta. Hablé con Carlos Payán hace unos minutos; como es jueves y me toca escribir mi artículo semanal, paso lista con él –imagina los lujos que me doy- de los asuntos relevantes y discutimos los temas que puedo y debo tocar, así que, por teléfono Virgilio, digo Payán, me dijo: “Escribe ahora sobre Carlos” y yo que, por mi parte, andaba pergeñando desde hace unos días esa posibilidad, decidí, no por cierto sin miedo, terminar de lanzarme al ruedo y aquí estoy tratando de decirte y decirle a quien me conceda unos minutos de su tiempo, algo de lo que pienso de ti, de lo que para mí y mi generación, para mi país, representas.

Trato sólo –deformación de camarógrafo, vicio además de corresponsal- de hacerte un apurado, movido y muy personal acercamiento. Por eso hablo de mi país. En circunstancias así no se usa tripié, se va cámara en mano. Se aprieta el zoom y aun a riesgo de perder el foco se mantiene el encuadre. No se trata en todo caso sino de mi mirada, una mira agradecida, buscándote. Con todo y gatos si tú quieres. Rodeado de libros y papeles. Memorioso como el que más. Congruente como pocos. La melena alborotada –lo que queda de ella- joven de apenas 70 años.

Muchos textos, de muy brillantes y talentosos escritores además, se han publicado sobre ti y tu obra en estos días. Azuzado por Payán, impelido por el cariño, el respeto que me mereces y la admiración a tu obra, me atrevo pues en estas líneas a sumarme al homenaje. Sea esta mi manera de apagar junto a ti las velas del pastel.

Quiero decirte que si bien el Gabo –junto a él te veo del brazo- me enseñó a mirar esta América nuestra con otros ojos, tu me has enseñado a escucharla también de otra manera, a distinguir su voz, sus voces más profundas, a disfrutar su canto, la sonoridad de su risa, el latigazo y la rabia del reclamo, a sufrir sus lamentos, el poder de la poesía, la música del pregón popular, la vacuidad, la fatuidad del discurso político. Diría que “contigo aprendí” –pero la cita ya me la ganaron en una carta ahumada- desde los programas en radio UNAM hasta “Días de guardar” a oír con atención desmesurada, a estar atento, a escudriñar con más cuidado los pliegues de la realidad.

Porque lo tuyo querido Carlos es la mirada crítica constante. Esa que no se conforma. Que somete todo a su escrutinio implacable y certero. Que como rayo, un rayo que no cesa, diría Miguel Hernandez, un rayo láser, diríamos en su versión tecnológicamente correcta, disecta, separa, penetra, organiza. Y también entonces –nada sería la crítica sin ella- habría que decir que lo tuyo es la memoria; la más exhaustiva, la más puntual, la más gozosa. La de la totalidad de los versos de un poema, la de cualquier estrofa de cualquier canción, la de los hechos y las acciones de los hombres, de los héroes y de los truhanes, la de libros y los dichos, las películas, los grabados y las fotos. Una memoria sorprendente que no hace sino revivir el asombro.

Cuenta Payán de aquella tarde en casa de Pérez Gay en la que, competencia de memoriosos, decían a coro Garcia Márquez y tú, luego de un debate sobre la calidad literaria y el compromiso político, la oda a Stalingrado de Pablo Neruda. Le enmendaste entonces la plana al Gabo. Tú te acuerdas de todo querido Carlos. ¿Cómo le has hecho para vivir con eso? Inabarcable como es la vida te las arreglas para estar presente en casi todos lados.

Y sí. Estás presente, nunca has faltado, del lado de las causas más justas de nuestro país, de los reclamos más sentidos de nuestro tiempo. Ni el poder, ni la fama te han seducido y menos reclutado. Tampoco el fanatismo o el dogma te han cegado. No haces ni reverencias, ni panegíricos. Siempre del mismo lado, en la misma trinchera te encontramos, pero siempre crítico, siempre atento a señalar lo que quita razón, justicia, sentido a una lucha.

Lo tuyo pues es la congruencia, la consistencia. Por eso digo que eres un muchacho de 70 años. Por la pasión juvenil con que abrazas la causa del laicismo, de la justicia, de la diversidad sexual y la tolerancia, de la lucha contra el Sida, del papel del intelectual como contrapeso del poder sea este del color que sea.

Te miro todavía recorriendo ese cementerio en Los Altos de Chiapas -¿te acuerdas qué espectáculo?- donde sobre las tumbas colocan los maderos del ataúd. Te veo en tu casa, con tus libros, tus cajas y tus colecciones, esas que ahora están en el estanquillo y de las que sin duda te habrá costado desprenderte. Te imagino con ese sweter rojo que Payán te prestó para que actuaras en una película “y que Monsivais me devolvió” apunta tu tocayo. Te veo entre jóvenes, rodeado de jóvenes. Aprieto el zoom, te enfoco, te me escapas. No importa; había que intentarlo siquiera. Te acuerdas de Brecht y de aquello de los imprescindibles. Entre ellos te veo.

jueves, 15 de mayo de 2008

DIÁLOGO DE SORDOS

Poco o ningún impacto habrá de tener en la opinión pública el debate sobre la reforma energética. Mucho me temo que en el patio del Senado de la República se celebra sólo una especie de diálogo de sordos del que, además, muy pocos más allá de ese recinto, habrán de enterarse. Diálogo de sordos porque pese a lo que ahí se diga los pocos legisladores del PAN y del PRI que asisten a las sesiones ya han tomado de antemano una decisión y nada salvo las instrucciones de su partido, de su líder, los hará reconsiderar. El PAN va a todo trance por la reforma; el PRI a vender caro su apoyo a la misma y a sacar raja propagandista del tema.

Pírrica victoria pues la de los senadores y diputados del FAP que con la toma de las tribunas “frenaron” el “albazo legislativo”; muy caro en términos de imagen pagaron la osadía y tanto que, si no sucede algo extraordinario, terminada la ronda de debates lo más probable es que la reforma energética pase, quizás con algunas modificaciones, y se inicie así el proceso de privatización de PEMEX que eso y no otra cosa es lo que, a toda costa, buscan –aunque lo nieguen- Calderón y los suyos.

La sola actitud del líder panista Germán Martínez que, luego de lanzar una andanada de virulentos ataques contra López Obrador en la apertura de los debates, simplemente se levantó de su silla y se fue del lugar para ser entrevistado en la radio por Joaquín López Dóriga, establece con toda claridad la escasa importancia que el gobierno concede a este “circo” –además tan pobremente montado- en el patio de la cámara alta.

Poco o ningún respeto tienen –y para muestra basta la actuación de Martínez- por sus adversarios. Menos todavía por sus argumentos como lo demuestra el formato adoptado. Para el PAN la tribuna que realmente cuenta no está en el patio del senado sino ante los micrófonos de la radio y las cámaras de televisión.

Creen los panistas y sus aliados en el PRI, y en esa dirección trabajan, que pueden construir su proyecto privatizador sobre los despojos de la izquierda electoral dividida, desgastada, tan víctima de sus errores, como de un implacable asedio propagandístico. Cuentan con que el desgaste sufrido por el FAP tras el “secuestro del congreso” acelerará incluso su triunfo. Limosna pues le han concedido al FAP con este ciclo de debates a sabiendas de que los mismos no tendrán la fuerza suficiente para hacerles variar de rumbo.

Lo cierto es que el PAN y Beltrones, con la arrogancia alimentada por las últimas encuestas, no se ocuparon siquiera de cuidar mínimamente las formas. Un debate de tal importancia merecía un escenario, una majestad que no le han conferido. Lástima que los discursos de analistas, dirigentes políticos, intelectuales de tan grueso calibre – y tanto que merecían hablar desde la más alta tribuna del país- se pierdan ahí en ese patio sin alcanzar al gran público.

¿Cómo habrían de hacerlo con ese formato soporífero y en un escenario tan triste? Estoy seguro que ni los apóstoles del tema –desde una u otra orilla- son capaces de dar seguimiento a las exposiciones.

A la izquierda mexicana anclada en la retórica del mitin, desgraciadamente, no la distingue ni su audacia, ni su creatividad, ni su capacidad para entender y utilizar adecuadamente los mecanismos de comunicación con los sectores más amplios de la población; esos que viven sometidos al implacable bombardeo de la propaganda televisiva y que muy rara vez leen un periódico. Esos millones de personas que tampoco tienen TV de paga y menos todavía –apuesto doble contra sencillo- sintonizarían, si la tuvieran, el canal del congreso.

La derecha por el contrario vive de golpes de impacto mediático y puede darlos gracias a la complicidad de los medios electrónicos y al manejo discrecional de los dineros del erario público. Apuesta así al adormecimiento. Camina de la mano de la televisión a la que debe su encumbramiento y utiliza todas las armas de la publicidad para denostar a su enemigo y conseguir el respaldo de la población para sus planes.

Mientras en el patio del senado los oradores desgranan sus ideas y largan sus discursos ante un pequeño y disperso público, Calderón apuesta a la colocación de mensajes mucho más cortos y efectistas en los horarios estelares de la TV. Más de 40 puntos de rating tuvo su último mensaje. Lo vieron y escucharon millones de mexicanos. Millones de personas que ni ven ni escuchan lo que se dice –no importan que tan atinado e importante sea- en el patio del senado.

Aún no es tarde, creo, para en un rapto de audacia cambiar las reglas del juego y apostar al impacto masivo de este debate fundamental. Está en juego el patrimonio y el futuro de los mexicanos. Habría que empeñarse en lograr las condiciones para un cambio de tribuna y de formato. Toca a la izquierda y en defensa de la nación hacer un esfuerzo de imaginación y creatividad para que sus argumentos no se pierdan en el vacío; para que los que viven de la pantalla y para la pantalla de TV no consumen este atraco.

viernes, 9 de mayo de 2008

¿Y QUÉ ESPERABAN?

Seguramente Mouriño y sus asesores en la Secretaría de Gobernación están que brincan de gusto. Consiguieron –piensan en ellos y a muy bajo costo además- su objetivo estratégico. Al tiempo que se colocaron en los medios masivos, con la aparente aceptación del diálogo propuesto en primera instancia por el EPR, la etiqueta de un gobierno con vocación de apertura y tolerancia, colgaron hoy a la organización guerrillera, luego de la muy entendible negativa a sentarse en la mesa en las condiciones planteadas por el funcionario, el sambenito de la intolerancia y la cerrazón.

Difícil imaginar, luego de conocer los términos de la propuesta de Mouriño, que alguien en el gobierno –pese a las especulaciones de periodistas que miden con la misma vara a políticos que a guerrilleros- hubiera esperado realmente otra respuesta de la guerrilla que no fuera un no así; tan definitivo, tan rotundo. Difícil también imaginar a una organización armada dispuesta a aceptar una propuesta que, como primera condición exige su renuncia definitiva a la violencia revolucionaria, es decir, la rendición incondicional.

Vivimos pues en estos días –luego del lance pacifista del secretario- sólo una jugarreta más. Una farsa mediática. Una ilusión óptica que unos cuantos en la prensa nacional se compraron y que tenía por propósito otra vez, más que hacer mella en la realidad que vivimos, atinar sólo en el blanco de la percepción pública. Fortalecer –porque lo que cuentan son las encuestas- la imagen de un gobierno flexible y dispuesto al diálogo frente a una oposición de izquierda, institucional o armada que para el caso da lo mismo, que no puede, ni quiere, ni sabe sentarse a negociar.

Victoria pírrica sin embargo la del tan cuestionado Secretario de Gobernación. La propaganda pesa y mucho pero no tanto como la paz. Desperdiciar, tan banalmente, oportunidades para comenzar a construir una solución negociada con una organización que lleva tantos años sobre las armas se paga muy caro.

Que nadie se llame a engaño si se producen nuevas acciones armadas. Irresponsablemente el gobierno, con sus trampas, obliga a la guerrilla –que se había dado el lujo de decretar incluso una especie de tregua unilateral- a pasar de nuevo a la acción.

Más allá de que tenga algún futuro o racionalidad o justificación la insurrección armada en nuestro país y en nuestro tiempo lo cierto es que hay sectores de la población que se sienten suficientemente agraviados como para jugarse el todo por el todo. A quien esta decidido a jugarse la vida no puede tratársele como a un político acostumbrado a los vaivenes de la grilla y que enfrenta –como el mayor de los peligros- la posibilidad de quedarse sin chamba. No puede medirse –insisto- al diputado y al guerrillero con la misma vara.

Poco importan a Mouriño y a los suyos que las reglas elementales de un diálogo entre gobierno y una organización armada se establezcan con realismo y objetividad. Si se opera con el respeto mínimo al adversario que exige la negociación cuando esta se plantea con voluntad real, seriedad y consistencia. Nada vale colocar sobre la mesa la realidad nacional, sopesar la importancia de la paz y apostar a la búsqueda de soluciones políticas profundas y duraderas. Qué va. Lo que importa es la foto. Mouriño con la mano extendida. La guerrilla desafiante negándose a estrecharla.

Así como en el 2006 vivimos un nuevo tipo de fraude electoral donde el robo de los comicios no se produjo a la manera tradicional escamoteando votos, robando urnas, alterando documentos sino rompiendo –a punta de influencia mediática- la equidad de los comicios. Así ahora vivimos también, cuando se trata del combate a grupos guerrilleros y también de la confrontación con la izquierda institucional, una “guerra sucia de nuevo tipo” por llamarla de alguna manera.

Y no es que no se sigan desapareciendo a militantes de organizaciones revolucionarias porque esa es precisamente la demanda con la cual se alza hoy, con su propuesta de dialogo, el EPR, ni tampoco que no se valgan las operaciones sicológicas –guerra es guerra- sino que el gobierno –ayuno de legitimidad de origen pero con un margen de acción mucho mayor que el antiguo régimen- ha desarrollado ya una especie de adicción a la desacreditación mediática de sus oponentes.

No construyen Calderon y Mouriño, ni son capaces, ni tienen voluntad de hacerlo, puentes ni hacia sus enemigos ni hacia sus adversarios. No crean consensos. No abren puertas. No pueden hacerlo.

El aparente control de los medios –ya les pasarán la factura- los hace actuar con una soberbia inaudita. De tanto ver en la pantalla terminan por ver muy poco lo que en la realidad sucede. Demasiado atentos a los estudios de opinión, a las recetas de sus mercadólogos, creen como Fox que aquí todo se resuelve –por todo entienden su permanencia en el poder y la consecución de sus fines- a punta de propaganda.

jueves, 1 de mayo de 2008

NI LA BURLA PERDONAN

Urgido, como está, de lavarse la cara ante la opinión pública luego del nunca aclarado escándalo de trafico de influencias en PEMEX, toca ahora al Secretario de Gobernación Juan Camilo Mouriño protagonizar la nueva farsa del Gobierno de Felipe Calderón.

Con pretendido gesto de estadista –que, vaya ingenuidad de los colegas, ha logrado engañar a algunos periodistas- se lanza el funcionario con una audacia que “escandaliza” a su comparsa, el PRI, a “aceptar” la propuesta de diálogo que hiciera el Ejército Popular Revolucionario sólo que, con más audacia todavía, ampliando aparentemente la agenda del mismo, al tiempo que, de un plumazo, intenta sacar de escena a los intermediarios propuestos por la organización guerrillera.

Cuando un gobierno y una fuerza insurgente se sientan a dialogar el propósito fundamental de este esfuerzo es encontrar caminos alternos, soluciones políticas negociadas a un conflicto que hasta ese momento se ha dirimido con las armas en la mano. Nadie en su sano juicio y si tiene una voluntad seria y consistente de comenzar un proceso real de negociación pone, sobre la mesa y menos en público, como condición inicial del proceso, una exigencia implícita de rendición a la otra parte. Quien así opera, como Mouriño, se burla no solamente de la guerrilla, sino de la nación entera.

Extender la mano y demandar al mismo tiempo la suspensión definitiva de las hostilidades no es solamente una burla, es una humillación imperdonable al adversario con el que se pretende iniciar conversaciones y conviene recordar que quien humilla a su enemigo paga caro esa estupidez, esa osadía.

Con un gesto que lo enaltece y que habla sobre todo de un giro estratégico al interior de la organización el EPR –que ha demostrado tener capacidad operativa para poner en graves aprietos al gobierno- ha ofrecido suspender temporalmente las hostilidades en tanto se aclara el caso de los militantes de esa organización desaparecidos por la fuerza pública.

Este gesto limitado, pero inédito y muy importante, de una guerrilla que, hasta donde sabemos, no se ha desgastado totalmente en combate, ni enfrenta una situación desesperada, abre una puerta, un resquicio si se quiere, a la búsqueda de una solución negociada al conflicto. Jugar con eso más que un crimen –como decía Fouché- es un error, una tremenda irresponsabilidad.

En lugar de encarar con honestidad esta oportunidad Calderón y Mouriño, atentos sólo al efecto mediático de sus palabras, quizás buscando colocar –como al FAP- a la guerrilla en la posición de intolerancia, se dan el lujo de hacernos, a todos porque la paz es nuestro más sagrado patrimonio, una torpe y sucia jugarreta.

Con soberbia -¿será que cuentan con información de inteligencia confiable y suficiente sobre el deterioro de la guerrilla?- con frivolidad -¿será que no les importa más que el juego propagandístico?- extienden la mano pero sólo para lanzar a su enemigo una bofetada más.

Si realmente Calderón y Mouriño quieren hablar basta y sobra el ofrecimiento de tregua temporal hecho por la guerrilla. Hay además un asunto de justicia elemental que resolver –presentar con vida a los desaparecidos- sólo así se abonaría a la paz, sólo así se conseguiría la confianza del otro.

Hace décadas el EPR está sobre las armas. Que las abandone ni será fruto de ocurrencias como esta, ni habrá de suceder de golpe.

Diez años discutieron los Estados Unidos y el Viet Cong el fin de la guerra en el sudeste asiático. Años también y con la intervención de la Organización de las Naciones Unidas se empeñaron las partes en un proceso de diálogo y negociación en El Salvador. Jamás se suspendieron los combates. Nadie fue tan ingenuo, ni tan insensato para exigirle al otro rendirse para entonces sentarse a hablar. No hubo tampoco urgencias, menos danza mediática.

Sólo afrentas muy graves y profundas lanzan a las partes a tomar las armas. Sólo con tiempo, voluntad, creatividad e inteligencia en procesos sumamente delicados y que, generalmente, se producen en la sombra, logran cicatrizarse este tipo de heridas.

Nada más grave que la paz. Nada más ofensivo que desgastar, con artimañas como las de Mouriño, un recurso –el diálogo- que ha probado ser tan importante en la historia reciente de América Latina y en el que la diplomacia mexicana jugó un papel tan protagónico, tan digno.

Que a otros venga Mouriño con sus cuentos; aquí sabemos como encarar un proceso de diálogo con seriedad, hemos sido testigos y protagonistas, de la solución en la mesa de negociación de guerras civiles tan cruentas y complejas como las de El Salvador y Guatemala.

También por cierto presenciamos la banalización de esta herramienta. Los acuerdos de San Andrés suscritos con el EZLN jamás se cumplieron. Favoreció al gobierno el desgaste de esta organización. ¿Cuál será ahora la respuesta del EPR? ¿Mantendrá la mano extendida? ¿Acusará y devolverá el golpe? Razón tendrán si dicen que no a Mouriño. Ventaja también si dicen que sí.